De todos es bien conocido que existe una notable movida con el asunto del lenguaje sexista. Intentaré a continuación emitir una opinión al respecto advirtiendo de antemano que me niego a ser objetivo. Es más, ¿quién puede presumir de objetividad? A este respecto me da que fue el sociólogo Max Weber quien en alguno de sus escritos sugería algo así como: “desconfía de aquellos que presumen de objetividad, pues esta es ajena a la condición humana”. Hecha esta matización, aspiraré al menos a manejar cierta empatía a la hora de pronunciarme sobre el asunto que nos ocupa.
Descubrí el lenguaje sexista cuando tiempo ha, una compañera se me lamentó enojada en los siguientes términos: “¿por qué todo evento sugerente se asocia con los atributos masculinos (esto es cojonudo) y, sin embargo, cualquier suceso tedioso se vincula a los femeninos (esto es un coñazo)?” Mi torpe y viril cerebro no acabó de procesar entonces el contenido del enigma, hasta que nuevamente años después tomé conciencia sobre el asunto cuando me percaté de la eclosión de dos tendencias:
-Sacarse de la chistera una buena retahíla de sustantivos femeninos inexistentes hasta la fecha.
-Erradicar el empleo del masculino genérico en cualquier tipo de manifestación hablada o escrita.
Sobre una y otra tengo evidentemente una opinión. De varón, no nos vamos a engañar, pero opinión al fin y al cabo.
Por lo que se refiere al primer uso y costumbre, si bien ya se venía proponiendo desde diversos foros del universo feminista, fue nuestra insigne ministra de igualdad, doña Bibiana Aído, quien suscitó una enorme polémica cuando empleó en una comparecencia el sustantivo “miembras”, ignoto hasta el momento. Inmediatamente proliferaron opiniones de toda índole y condición. Desde los que la aplaudían esgrimiendo que no era sino la materialización pública de la liberalización lingüística de las féminas, a los que la acusaron de petulante feminazi que bien podría ocuparse de cuestiones mucho más trascendentales. Entiendo a unos y otros, si bien no estoy especialmente de acuerdo con ninguno. Y es que básicamente admito la inclusión de neologismos en el diccionario de doña RAE, pues el idioma es, mal que les pese a algunos inmovilistas, un ente dinámico. Ahora bien, que su defensa se plantee por oposición a la ancestral dominación que ha ejercido el macho sobre la hembra en el mundo del palabro, me parece un exceso a la par que un craso error. Los neologismos, como casi todo en este vida, precisan su tiempo y precisamente este dirá si han contado con el respaldo de los hablantes y el pertinente reconocimiento de doña RAE. Una institución, por cierto, a la que le corresponde un talante conservador, pues de lo contrario cualquier zoquete indocumentado sin criterio, podría realizar aportaciones inauditas a nuestro léxico. En resumidas cuentas, le toca el papel de mala de la película, viniendo a ser una suerte de Iglesia de la Palabra.
Por lo que respecta a la marginación del masculino genérico encontramos fundamentalmente en el terreno político el empleo de toda suerte de sustantivos con su masculino y su femenino por eso de cumplir con los requisitos de corrección y demagogia que exige la profesión. Curiosamente uno de sus principales impulsores no fue otro que Mr. Spook Ibarretxe, quien se ha hartado de llamar a los/las ciudadanos/as vascos/as de Euskadi. Resulta cuando menos paradójico que un taimado separatista, un adalid de la exclusión y del yo soy yo porque soy distinto a ti pueda considerarse el mayor representante de la cruzada contra el lenguaje sexista. Personalmente me opongo de plano a esta tendencia por el atentado que comete contra la musicalidad de nuestro idioma. Leo por ejemplo en algunos de los documentos que manejo a diario composiciones del estilo: “que su hijo/a entregue el justificante al/a tutor/a”. Feo con cojones ¿verdad? Y escrito tiene un pase, pero hablado rezuma cacofonía por los cuatro costados se pongan como se pongan. A mí hasta se me lengua la traba solo de pensarlo. Tal es el anhelo que tengo por conservar el reconfortante soniquete de la lengua de Cervantes que me atrevo incluso a aconsejar a las feministas de postín que reivindiquen sin complejos que desde este preciso instante se imponga el empleo del femenino genérico. ¿A que no hay ovarios?
Almasy©
EL LANGUI: "A tientas"
3 comentarios:
Las palabras no tienen sexo.
Invirtiendo los términos ¿qué os parece?
El acróbato era un buen atleto
En la guerra tenía a un camarado compatrioto y a otro belgo.
Mi colego y yo somos unos demócratos.
El guío saludó al guardo del museo.
.......
jajajaaja, tema que le gusta a nuestro profe de lengua...Dijo una vez: por esa regla de tres, a la palabra "juez", le añadimos una "a" para indicar el género femenino, y por qué no también juezo, ya que la cosa va de añadir vocales... XD. Otro caso es AMPA, que antes era APA. Claro,es que APA podría dar lugar a margen de error, porque muchas personas tienen 2 padres y no tienen madres XD. Una cosa es que el lenguaje sea machista y otra muy distintas es volvernos idiotas ¬¬. Otra opinión, y esta vez chica XD. Buen finde!
Con tanta cosa como hay para revindicar ya podríamos dejar el lenguaje en paz.
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