viernes, 25 de septiembre de 2009

83. Excuses are like assholes...


Everyobody´s got one. Le decía el Sargento O´Neill a Taylor en el filme bélico Platoon. Lo que en libre traducción vendría a ser: “los pretextos son como los ojetes, todo el mundo tiene uno”. Y razón no le falta al dicho, cielo santo, pues las excusas afloran a diario en nuestra vida para justificar multitud de nuestras conductas más indecentes.

Se me vienen a la cabeza, por ejemplo, los conductores, pues siendo parte del gremio no soporto la atronadora cifra de muertos que se nos lleva la carretera. Me río yo de la gripe A. Y concretamente pienso en el tradicional asesino al volante tipo disculpando todas y cada una de sus aberraciones kamikazes. En este caso la cosa suele empezar con no ponerse el cinturón de seguridad: “total, para ir aquí al lado”. Bien es cierto que solo él puede resultar perjudicado en este caso y tratándose de semejante calaña uno no puede evitar que haga acto de presencia un “pues que se joda y se mate el muy cabrón”. Sin embargo, la compasión aflora incluso para con estas ovejas descarriadas a las que no les deseas mal tan tremendo, por mucho que ellos desdeñen el valor de la existencia humana. Seguidamente el asunto continúa con una paradita en la tasca de la esquina para desayunarse el pelotazo de anís, de aguardiente o de ambos. “Pero si yo controlo, coño” y el manido “a mí con 3 copas no me da positivo” suelen hacer acto de aparición entonces. A continuación el peregrinaje prosigue saltándose el semáforo en rojo, para lo cual tiende a presentar en sociedad un sarcástico “no estaba rojo, sino verde fuego” o el siempre recurrente “total, si no venía nadie”. Parte de su rutina es también encender un porrito “porque me relaja”, atender el teléfono móvil “no vaya a ser una llamada importante” y poner la máquina a 130 kms/h por parajes de 70 puesto que “en esta vía no hay radar”, amén de otra poderosa razón como: “no me he comprado un BMW para respetar el código”.

Mucho más infantiles al tiempo que bien hilarantes resultan las de otros profesionales de la excusa como son los adictos a los vicios. El fumador, verbigracia, se empecina en todo momento en jurarte y perjurarte que “es el primero que me fumo en todo el día”, y tampoco puede faltar su habitual “yo fumo porque me gusta, pero lo puedo dejar cuando quiera”. Ciertamente jocosos también son los pretextos de los bebedores, quienes tras una resaca fatal acusan a los refrescos de sus cubalibres de cuantos males les aquejan: “ayer me sentó como un tiro el gas de la coca-cola”. Precisamente entre los amantes de la ebriedad y los consumidores de todo tipo de estupefacientes constato la enunciación de otro clásico en el mundillo de las justificaciones que hoy nos ocupa: “en realidad, no necesito ni beber ni drogarme para pasármelo bien”. Sí ya, mis cojones treinta y tres, que diría el otro.

Finalmente, y para que no se me acuse de echar únicamente mierda sobre lo ajeno, me confieso un asiduo a las excusas siempre que hay comida de por medio. Reconozco zampar lo que no está escrito y que continuamente aplazo la dieta milagrosa que me sacará del pozo con frasecitas para la posteridad tipo: “en cuanto me ponga a plan pierdo los cinco kilos que me sobran”. El problema es que el plan no acaba de llegar, no sé si porque no quiero, porque no puedo o por las dos a un tiempo, y que ciertamente me estoy convirtiendo en un practicante acérrimo de la dieta del “Sidecar”, o sea: meter tripa y no respirar. En otra ocasión, cuando la indecencia y la desvergüenza me invadan, les platicaré de otras célebres dietas como la del “Cucurucho” y la del “Pollo y el Pan”. Además, me aferro irracional a otro pretexto antológico como: “Algún vicio hay que tener, no sea que me pase como a ese que fue al médico porque se encontraba mal y el galeno le sugirió que dejase de beber, de fumar, de ingerir tantas grasas saturadas y de llevar una vida sedentaria. El paciente le hizo caso y seguidamente murió sano”. ¡Vaya tela, tú!

Almasy©

FRANK T: La gran obra maestra


viernes, 18 de septiembre de 2009

82. Hombre rico, hombre pobre

Se atribuye, entre otras, a la actriz y cantante Sophie Tucker la siguiente máxima: "I' ve been rich and I' ve been poor. Believe me, honey, rich is better"; o sea: “He sido rica y he sido pobre y créeme, cariño, es mucho mejor ser rica”. Y más razón que un santo encierra el dicho lo dijese la Tucker u otra mente preclara, pues las cosas con parné en la faltriquera e ideas para pulirlo se afrontan de otra manera. Bien es cierto que los que no somos unos millonetis nos consolamos siempre con los más que sobados: “El dinero no da la felicidad”, “Las cosas pequeñas son las que realmente valen” y otras sandeces parecidas; pero lo cierto es que todos añoramos en algún momento de nuestras vidas, o en todos, estar más podridos de pasta que el tío Gilito. Y el que diga lo contrario miente cual bellaco y se arriesga a que le crezca la napia. Porque no sé qué tendrá eso de tener alegría en el bolsillo que lo hace a uno más alto, más guapo, más listo y, hasta si me apuras, más respetuoso con el medio. Pienso a este respecto, por ejemplo, en ese ciudadano de clase obrera en su piso de 60 metros planteándose entelequias como el reciclaje de residuos. Me lo imagino pasándolas canutas, por no decir putas, para ubicar cuatro recipientes diferentes en su cocina de 4 metros cuadrados frente al propietario de un chaletaco de 1 hectárea de grande que puede permitirse el lujo de situar, si le place, cuatro contenedores tamaño caja de trailer e incluso una planta de reciclaje en medio del jardín si se pone burro. Que no es lo mismo que lo mismo, oiga usted.

Ahora bien, si envidia malsana me dan los que tienen dinero y lo saben gastar, es inquina lo que siento por los que lo tienen y no lo saben gastar. ¡Qué monumental coraje me da eso de toparme con un pobre desgraciado de los que ignoran la manta de millones que le rebosan en el banco y que, sin embargo, opositan para convertirse en los más ricos del cementerio! Ni una cena, ni un viaje, ni un cochazo, ni un querido o querida al que ponerle un pisito y mantener, ni una generosa donación a los hijos que comienzan la vida. Nada. Todo macerando debajo del colchón corriendo el riesgo de gangrenarse. Como amante de los refranes me invade entonces ese de que “Dios da mocos a quien no tiene narices”, para seguidamente preguntarme las virguerías que este menda haría con una buena talegada. Como todavía no cuesta dinero soñar. Es entonces cuando entiendo a esos jóvenes a los que la vida les ha sorprendido convirtiéndolos tempranamente en multimillonarios, léase los futbolistas, y desde fuera se critica que no han sabido digerir semejantes cifras de números hasta el punto de tornarlos en insoportables egos. Y digo que los entiendo porque si yo con 20 años hubiese ingresado 9 millones de euros anuales sería el sujeto más despreciable sobre la faz de la tierra. Un cínico de tomo y lomo de los que no recuerda ni amigos de la infancia, ni valores, ni hostias que lo fundó. Recalcitrante hasta la médula hubiese sido mi fatal destino. Tal vez por eso los dioses prefirieron que fuese un tipo normal de esos que el día 15 de cada mes ya suspiran para que se acerque la próxima nómina. De los que conservan a sus colegas de toda la vida y tienen principios inalterables. Aunque aviso para navegantes que pudieran estar barajando la posibilidad de hacerme una suculenta transferencia a mi cuenta corriente: mi amistad no vale tanto la pena y en cuanto a los principios soy ciertamente grouchomarxista: “Estos son mis principios. Si no les gustan tengo otros”. Así que transfieran, transfieran, que les espero con los brazos abiertos.

Almasy©



Liza Minelli & Joel Grey: "Money" (BSO Cabaret)

viernes, 11 de septiembre de 2009

81. Calidad Educativa

Muy de moda está últimamente lo de etiquetarlo todo con distintivos de calidad que no suelen ser tales. Concretamente en el educativo los peperos se atrevieron incluso a bautizar con Calidad (Cali para familiares y amigos íntimos) a su ley y en la actualidad la presidenta de la Comunidad, la que votamos por mayoría absoluta una y otra vez, le duele la boca de clamar a los cuatro vientos la existencia de una Dirección General de Calidad Educativa que supuestamente abandera la cruzada de la excelencia. Yo no soy demasiado listo, lo reconozco, y no tengo la menor idea de cómo conseguir una educación de calidad; pero sí me considero cuando menos intuitivo y sobre todo observador y estas cualidades, aunque esté mal que yo mismo me las atribuya, me han permitido al menos detectar lo que no es calidad. No es moco de pavo, ¿verdad?, pues dicen los que saben más de esto que a la respuesta correcta de un test se puede llegar por el simple y directo conocimiento de la misma o bien por eliminación de las que están lejos de ser ciertas.

Dicho lo cual, me atrevo a denunciar de manera desordenada y casi a modo de vómito lo que no es calidad en nuestro actual sistema educativo. Los que están en el ajo sabrán prestos de qué les hablo y asentirán resignados, mientras que los que son ajenos a este mundillo comprenderán como mínimo que no es oro todo lo que reluce:

-No es calidad mantener unos exámenes de septiembre para recuperar materias suspensas cuando una inmensa parte de nuestro alumnado o bien no las prepara o directamente no se presenta.

-No es calidad que aquellos que mediana o enteramente preparan dichos exámenes deban realizarlos en apenas dos días por eso de que hay que empezar el curso a la mayor brevedad sí o sí.

-No es calidad hacinar a los alumnos en aulas sin aire acondicionado para afrontar sin la comodidad que se merecen lo que eufemísticamente nos atrevemos a llamar convocatoria extraordinaria.

-No es calidad que un profesor termine de examinar a 70 criaturas a las 20 horas de un día y le hagamos meterse para el pecho la corrección de los mismos esa misma noche para entregar las notas al día siguiente a las 8 horas de la mañana.

-No es calidad que algunos de esos correctores no sean los propios docentes del alumno, situación harto frecuente cuando un compañero se jubila o se traslada, por ejemplo.

-No es calidad encontrase con que a algunos de esos exámenes se personen alumnos con sus hermanos pequeños porque no tenían con quién dejarlos. Supongo que huelga decir que ser un servicio social no nos convierte ni en una ONG, ni en una guardería, ni un servicio de parking gratuito. ¿O tal vez sí?

-No es calidad que esos mismos profesores deban celebrar las juntas de evaluación de esos alumnos en jornadas maratonianas cronometradas en las que no tienen tiempo ni para echarse unas risas con las que relajar el ambiente, tomarse un café tranquilos o irse a orinar sin mirar el reloj.

-No es calidad que en esas sesiones de evaluación la junta de profesores tenga que abordar en unos 45 minutos de media la situación personal del alumno, si le conviene cursar recuperación de matemáticas o de lengua, si debe o no acudir a compensatoria, si tal vez tenga perfil de alumno de integración, si merece ingresar en un programa de diversificación, si consideramos votar su promoción y/o titulación cuando tiene suspensas una, dos o tres tras desentrañar si esas una, dos o tres cuentan como una, como dos o como infinito y si además arrastra pendientes de cursos anteriores, si debemos mantener un bloque de personas o disolverlo y si recomendamos al chaval un futuro ligado a insoportables siglas: PCPI, ACE, PAU, FP, BACH… Total, como solo es el futuro de los demás.

-No es calidad tener en la misma jornada que entregar notas, atender reclamaciones que se hacen tarde, mal y nunca e invitar a los alumnos a que se matriculen deprisa y corriendo para el siguiente curso tras esperar ingentes colas a fin de satisfacer lo de siempre: empezar cuanto antes sin razones y por cojones. Como sea, pero empezar para cubrir el expediente.

-No es calidad pedirle a un equipo directivo que haga los horarios del curso y disponga a los alumnos en grupos en cuatro miserables días en los que acabas zombie, encabronado o las dos a un tiempo. Eso después de haber desperdiciado la segunda quincena de julio mirando al sol o enredado con el bricolaje del despacho porque no hay nada útil que hacer; pero debe permanecer en un instituto desolado por el que no aparece ni el Tato.

-No es calidad que las comisiones de escolarización pasen el año trabajando con habas contadas y en apenas una semana tengan que atender cientos de personas y reclamaciones cuya correcta resolución resulta materialmente imposible.

-No es calidad meter 35 ó 40 alumnos por aula en algunos casos y esperar que los profesionales puedan dar respuesta satisfactoria a la diversidad de cada una de las criaturas.

-No es calidad reducir las plantillas cuando supuestamente para salir de la crisis deberíamos formar sin tregua a profesionales de todo tipo que se preocupen por algo más allá del ladrillo.

-No es calidad empeñarse en empezar el curso cuanto antes para que los padres nos libremos de los críos y que a nadie se le haya ocurrido evaluar los resultados de esta tendencia anticipatoria desmedida.

-No es calidad presumir de calidad a base de montar cuatro concursos y tres premios al año.

-No es calidad que cada vez que una nueva cifra de fracaso escolar sale a la luz, a alguna mente lúcida con cargo se le ocurra que todo pasa por incrementar las horas de las materias instrumentales.

-No es calidad reducir la carga horaria de esas asignaturas que suenan importantes, serias, contundentes, de toda la vida, como la Física y la Química.

-No es calidad privar a un alumno de cursar lo que más le interesa argumentando que le interesa a pocos. ¿Acaso no nos vanagloriamos de vivir en una sociedad plurinacional que atiende a las minorías?

-No es calidad que el Equipo Directivo de un centro figure como Jefe de Personal y que, sin embargo, apenas tenga potestad para seleccionarlo.

-No es calidad que un alumno de la Comunidad de Madrid comience a saber dónde está el río Alberche y a desconocer dónde está el Tajo.

-No es calidad que tareas tan poco ingratas, como las de los tutores, no se vean reconocidas salarialmente, frente a otras mucho menos ingratas, como las jefaturas de departamento, que sí cuentan con esta distinción.

-No es calidad que un centro se llame bilingüe por haber puesto los letreros en tres idiomas y porque sus docentes hayan hecho un intensivo en lengua extranjera para dedicarse únicamente a darles a los críos interminables listados de vocabulario inútil.

-No es calidad que hayamos construido una sociedad en la que muchos adolescentes se dirijan con exquisita educación al dependiente de una tienda y groseramente a su profesor.

-No es calidad hacinar alumnos inmigrantes en guetos.

-No es calidad que el sistema educativo permita una estructura en la que para que unos vivan muy bien otros deben vivir muy mal.

-No es calidad que los institutos nos intercambiemos a los alumnos más conflictivos como si fuesen cromos porque realmente no hay otra alternativa.

-No es calidad que la única medida disciplinaria medianamente seria de la que disponemos para mejorar la convivencia de un centro sea la expulsión.

-No es calidad que un docente que habita en Aranjuez trabaje en Cercedilla y que uno de Cercedilla trabaje en Aranjuez.

-No es calidad imponer nuevas instrucciones y/o leyes que afecten al devenir del curso en pleno curso.

-No es calidad que algunos centros públicos mendiguen alumnos y que a otros les sobren. ¿Es lícito que un servicio público entre en feroz competencia con otro?

-No es calidad que un docente esté 15 años en expectativa de destino al tiempo que continúan convocándose oposiciones.

-No es calidad acojonar al personal con la jodienda de la gripe A para luego iniciar el curso normalmente como si nada.

-No es calidad que un alumno de ESO pueda titular sin saber ni papa de Matemáticas, Sociales e Inglés simplemente porque la ley permita que una junta docente así lo considere.

-No es calidad que alumnos de hasta 20 años convivan con alumnos de 12 años bajo el mismo techo.

-No es calidad que la única virtud que se reconozca en esta sociedad a nuestra profesión sea el número de vacaciones con las que contamos.

-No es calidad que haya alumnos que se pasan 8 años con nosotros y no hayamos conocido a sus padres.

-No es calidad que un alumno de Madrid sepa cosas radicalmente distintas que uno de Murcia y desconozca mil asuntos que sí controla uno de Soria.

-No es calidad no ofrecerle al Equipo Directivo de un centro la posibilidad de canjear parte de su complemento salarial a cambio de unas merecidas vacaciones la segunda quincena de septiembre.

-No es calidad que en los centros educativos, incluso en aquellos designados para alumnos motóricos, no hayan desaparecido por completo las barreras arquitectónicas.

-No es calidad que los profesionales de los servicios sociales básicos: educación y sanidad, no sean los más altamente remunerados desde el punto de vista salarial.

-No es calidad que los generales dirijan la contienda desde la retaguardia sin atender a las recomendaciones de los soldados que batallan al pie de la trinchera.

-No es calidad que el sistema educativo se articule en torno a situaciones de tensión. Así, padres y alumnos son enemigos irreconciliables de los profesores, quienes a su vez rivalizan con unos equipos directivos que por su parte huyen despavoridos de los inspectores. ¿Acaso no estamos todos en el mismo barco?

-No es calidad que la Señora Pedagogía se haya impuesto al Señor Sentido Común.

-No es calidad que la ley educativa que rige un país cambie con cada gobierno diferente que sube al poder.

¿Sigo?

Almasy©

MANU CHAO: "Mentira"


sábado, 5 de septiembre de 2009

80. De Cristiano Ronaldo y las barbaridades


El pasado mes de junio el Real Madrid fichó al jugador de fútbol luso Cristiano Ronaldo por algo más de 90 millones de euros (exactamente 94, pero total, 4 millones de euros arriba o abajo para un tipo podrido de pasta como yo no son más que calderilla y he optado por redondear). Este hecho desató toda una serie de reacciones entre las que me sorprenden sobremanera aquellas que se centraron en calificar esta transferencia como de cifra desmedida, de auténtica barbaridad. De todas cuantas leí en este sentido me quedo comentando dos que me causaron especial estupefacción por pronunciarlas dos fuerzas vivas de esta nación. Me estoy refiriendo a las de José Luis Rodríguez Zapatero, actual líder de la manada y las de Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona. En sendos casos se impone responderles con un viejo dicho harto manido en los ambientes tabernarios que frecuento: “queridos, a veces es mejor meter la lengua en el culo”.

Porque estimado Don ZP, tan desmesurado como lo de Cristiano es, verbigracia, que los diputados de este país cobren la máxima jubilación habida y por haber con apenas 7 años de servicio a la patria, por 35 los que debe prestar el españolito de a pie para tan alta remuneración. Y de subidas de sueldos acordadas por todas las formaciones políticas por unanimidad, coches oficiales, Moncloas, dietas, viajes por la cara con la parienta o el pariente, veraneo a cuenta de 40 millones de curritos, negacionismo de la crisis, escandalosas cifras de paro y corruptelas varias mejor no hablamos en esta ocasión. Lo dejamos para otro día, que hoy no estoy yo especialmente interesado en elevar mis índices de mala hostia. Únicamente un apunte al hilo de las corruptelas antes de que se me olvide: si se demuestra que Camps solo trincó unos trajes habría que dedicarle una calle en todas las localidades de España por tratarse del primer político de la historia que se habría conformado con apañar cuatro trapos durante el desempeño de su cargo.

Por lo respecta a usted, mi entrañable arzobispo, corríjame si me equivoco cuando rememoro las palabras exactas que empleó en su homilía del Corpus Christi para referirse al fichaje del crack futbolero: “dispendio descomunal”. Pues bien, eminencia con báculo y sellazo de oro, simplemente confesarle que básicamente con una visita al Vaticano y otra a cualquier iglesia de este país que albergue un paso de Semana Santa se le quita a uno la devoción. Eso sí que es una auténtica aberración de lujo y ostentación por parte de una institución que se supone ejemplar y eminentemente espiritual. Normal que Lutero echara la pota cuando se personó en Roma allá por el siglo XVI.

En definitiva, que en un asunto de esta índole no son ustedes los más indicados para pronunciarse aun cuando admitamos que pagar 94 millones de euros por cualquier cosa es una ignominia de padre y muy señor mío. Sin embargo, lo hacemos a diario por todo tipo de objetos inanimados. Por un coche, por una casa, por una joya, por un lienzo. Así que no puede ni debe soliviantarnos que se pague semejante cifra por una persona, pues la operación en cuestión no deja de ser una manifestación más de esta sociedad ignominiosa en la que nos hemos acomodado. Y no lancemos balones fuera, porque esta no deja de ser obra y gracia del ser humano en su conjunto; ergo todos, en mayor o menor grado, nos dedicamos a alimentarla. Eso sí, como la mayoría no disponemos de semejante cantidad de millones, no nos cuesta nada empavonarnos y sentenciar demagógicos: “Con ese dinero yo arreglaba el hambre del mundo”. Sí, sí, hasta que suena la flauta e ingresamos una cifra inesperada en nuestras arcas y entonces no soltamos un céntimo ni al mendigo del barrio. Que aquí nos conocemos todos. Consiguientemente y a modo de conclusión, la controvertida adquisición del futbolista portugués no puede contemplarse sino como otra muestra más de las dos únicas leyes válidas que rigen en la actualidad: oferta y demanda. Inmorales pero ciertas y sin duda operativas en este cotarro en el que para que haya primer mundo precisamos de la existencia de un tercer mundo. Así es y así lo hemos querido.

Almasy©

JAIME URRUTIA: "¡Qué barbaridad!