jueves, 7 de abril de 2011

155. El lado oscuro de la condición humana

Con frecuencia me devano los sesos sin necesidad de leer a Kafka. En esta ocasión le toca el turno a la condición humana, a la que le adivino un lado oscuro cuando menos inquietante relacionado con nuestros quehaceres diarios y con nuestras pasiones.

Pienso por ejemplo en los médicos, que deben agradecer que existan enfermos a los que sanar, lo cual indirectamente es un canto a la concurrencia de tumores, infecciones, alergias y otros padecimientos varios que den sentido a lo que hacen.

Me reconcome también la figura del historiador, y más específicamente el apasionado de lo que atañe a lo militar, pues la goza recreando batallas, estrategias, armamento… destrucción, muerte. De igual forma que el reportero de guerra, que aspira a ganar el Pulitzer con esa instantánea que capte el desgarrador grito de un caído, o tal vez los devastadores efectos de esa onda expansiva provocada por el último artefacto concebido para la destrucción masiva del bando rebelde.

Y mientras tanto los del servicio técnico de las empresas que pueblan el universo mundo anhelando que el instrumento en cuestión falle, se estropeé, aunque no lo suficiente como para que su propietario se planteé reemplazarlo. A diferencia del jefe de ventas de esa empresa de automóviles que por preferir prefiere que el coche accidentando por mor de la ingobernable velocidad alcanzada quede siniestro total para que el conductor, en este caso ileso, acuda presto a su concesionario más próximo a comprarse un nuevo auto que satisfaga su ritmo de vida.

Por su parte, algunos de mis amigos policías dicen que se aburren cuando no pasa nada, cuando la ronda solo consiste en pasearse arriba y abajo un día tras otro con el coche patrulla. Quieren acción. Demandan delincuentes que quebranten las leyes, que saquen los pies del tiesto. Que roben, que allanen moradas, que trafiquen, que pongan el auto hasta límites de velocidad ingobernables, que violen, que incendien, que maten. Eso dará empleo también a los correspondientes leguleyos defensores y acusadores, a las compañías de seguros, a los jueces, a los funcionarios de prisiones, a los del servicio técnico que arreglan los enseres que se estropean en las cárceles sin llegar al punto de que el alcaide se planteé restituirlos por otros nuevos, mientras los jefes de ventas piden a Dios lo contario. Además, mucho mejor si la acción discurre al amparo de la premeditación y la alevosía, pues entonces servirá de taquillero argumento a la multitud de series y películas que pueblan la parrilla televisiva y la cartelera cinematográfica. ¡Qué filón los delincuentes!

Me sobrevienen también los toreros y aficionados de la Fiesta, quienes se deleitan con un ritual donde el clímax no se alcanza sino rematando la faena con la muerte de la bestia. No demasiado lejos del apasionado de la caza, que manifiesta que le pone cachondo eso de dar matarile a la fauna para seguidamente hacerse la foto de rigor luciendo orgulloso su pie sobre la cabeza del trofeo mientras por su teléfono móvil pide presupuesto al taxidermista. ¡Qué lindo lucirá el ciervo en la salita de estar, ya lo estoy viendo!

Incluso el profesor pareciera no ambicionar que todos sus discentes fueran aventajados, pues podría peligrar su utilidad y llegar a hacerse prescindible. Se requieren pues pobres diablos que den sentido a su labor, que renieguen del estudio, que den guerra –parecida pero no igual a la que estudia el historiador y recrea el reportero– y justifiquen el complemento salarial de los directores y los jefes de estudios. Con un poco de suerte se tuercen lo suficiente como para sacar los pies del tiesto y tornarse en delincuentes que les alegren el día a mis amigos policías.

No sé, tal vez me devane los citados sesos en exceso y los médicos simplemente contribuyan a mejorar y prorrogar la vida, los historiadores militares pretendan evitar con su estudio conflictos bélicos venideros, el reportero de guerra denunciar la barbarie que acontece en un recóndito lugar del planeta, los del servicio técnico apaciguar con sus arreglos el consumo desmedido, el jefe de ventas que el ciudadano se beneficie del último grito del automóvil, mis amigos los policías salvaguardar el orden público, los taurinos reivindicar un arte, los cazadores rememorar los tiempos en los que la supervivencia del ser humano dependía de abatir un mamut y el profesor sencillamente atender a la diversidad educativa.

O tal vez no. ¿Quién sabe?

Almasy©

Nine Inch Nails: "Dead Souls" (BSO The Crow)

Esta bitácora se despide hasta después de Semana Santa.


3 comentarios:

guillermo dijo...

Felices vacaciones bandido, pasatelo bien y haber si te pasas el día 17 por alguna de las calles de Madrid por las que pasa el maratón y veras a unos pobres hombres que dan ganas de darlos un bocadillo de jamon cuando llegan a la meta.

Guiller

Maribel dijo...

Esta vez te has comido el tarro pero de verdad. Piensa en lo que tú sientes ante tu clase y eso lo aplicas a los demás y ya tienes resuelto el problema. No te niego que haya algún "majara" que disfrute ante el mal de los demás; como hay pirómanos que provocan el fuego para después colaborar en su extinción, pero esas son las excepciones que confirman la regla.
Un abrazo y feliz descanso.

Anónimo dijo...

Pues yo, por esta vez, no creo que estés tan oscuro ni pesimista, ni siquiera que te comas mucho el tarro.

En mi tierra, que es León, por supuesto, suelen decir "no hay mal que por bien no venga" Es un refrán mal expresado, que no aclara si el mal arrastra al bien o viceversa; lo cierto es que se entiende que hasta los sucesos tremendos traen consigo una parte buena.

Y está muy claro que el mundo es ambivalente y los sucesos también. Por eso cada cual habla de la fiesta según le va en ella.

Cuando se felicitan los ciudadanos por las comodidades de un tramo nuevo de autopista, siempre hay un pueblo que quedó fuera de la ruta y un par de restaurantes que cierran por falta de clientes.
Alrededor de las centrales nucleares encuentra la prosperidad un pueblo que ante la disyuntiva de la seguridad y el empleo optó por el segundo.

Las cosas son así, tengamos o no ese lado oscuro. Que lo tendremos a ratos, seguro, y más unos que otros.
De sexo no hablamos, que en nuestra mente el lado oscuro está muy claro.

Pero tú qué bien lo expresas, Jaime!!

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