jueves, 22 de diciembre de 2011

182. Carta a los Reyes Magos

Queridos Reyes Magos:

Entiendo que en estos momentos se estarán preguntando qué hace un pavo con 34 inviernos a la chepa jodiendo la marrana con una misiva que incremente sus labores por estas fechas. Sin embargo, también sus majestades hicieron la gracia de traerme al mundo un gélido 6 de enero de 1977 (guiño a mis lectores para que recuerden que en breve pueden hacerme un regalo si tienen a bien) y aunque solo sea porque me provocaron un terrible trauma infantil creo que merezco poder importunarles con mis peticiones. Sí, sí, como lo oyen, un trauma en toda regla. ¿O acaso no pensaron que ningún amiguito vendría a celebrar mi cumpleaños el día de Reyes?

Dicho lo cual procedo a relatarles todo aquello que deseo acarreen en sus alforjas desde los confines de Oriente hasta mi humilde morada:

-Que mi segunda princesa, que no la segundona, vea la luz sana como una manzana y que si no es mucho pedir tenga el físico, la paciencia, el don de la oportunidad, la sabiduría, la fortaleza mental y la integridad de la madre y el dinero del padre.

-Que mi primera princesa entienda que la segunda no va a concurrir en este mundo con el propósito de destronarla, sino de sumar un miembro a la familia real.

-Que el 2012 traiga pan para los que tienen hambre y hambre para los que tienen pan, así como trabajo para los que tienen ganas de trabajar y ganas de trabajar para los que tienen trabajo.

-Que esa prima de la que hablan los noticiarios deje de correr peligro. Todo el día apuntan que si sube de 300, que si baja de 350. No sé, yo no entiendo nada. Debe ser que va muy rápido y corre el riesgo de ahostiarse. Pues que la paren.

-Que nos echen de la Unión Europea de una puta vez y podamos vivir en paz una crisis a la española. Con nuestras peseticas, aunque sean pocas.

-Que la señora Merkel solucione sus problemas de estreñimiento severo y que el señor Sarkozy permita que sea su señora esposa la que lo represente.

-Que alguien me explique cómo se reactiva el consumo con los precios subiendo y los salarios bajando. Que muy listo no soy, oigan ustedes, pero gilipollas tampoco.

-Que se erija un monumento o se le abra un museo a varios de los grandes mitos del siglo XX: el contrato fijo, la palabra de honor y el apretón de manos para cerrar los acuerdos.

-Que todos los que perturban las condiciones de trabajo de los profesores o que simplemente desean que se vean perturbadas sufran de por vida serios problemas para controlar sus esfínteres.

-Que el Tío la Vara recuerde a nuestros dirigentes a base de estaca de avellano que el trabajo, la vivienda, la educación y la sanidad dejaron hace tiempo de ser lujos de unos pocos para convertirse en derechos de todos.

-Que el solomillo, el chocolate, la cerveza, la coca-cola, el pincho de tortilla, el bocata de panceta con doble de queso, la cecina, el mojito cubano, los donuts, el café goloso y los risketos, entre otros, muten en alimentos hipocalóricos con un alto componente quemagrasas.

Poco más.

Atentamente,

Almasy©

(Esta bitácora se despide hasta pasadas las Navidades. Felices Fiestas a todos)

Free Hugs in Sondrio (Italy)


jueves, 15 de diciembre de 2011

181. Me quiero

Hoy me expongo ante ustedes desnudo y desarmado. Sin careta que me cubra el rostro, abierto en canal. Sin manto de ironías que me acojan y sirvan de parapeto. Sin lugar para los dobles sentidos ni para las socarronas chanzas con las que suelo presentarme en sociedad. Aterrizo con mi lado más humano, cándido y sincero, que lo tengo, despojado de todo aquello que habitualmente me sirve para disfrazarme del desencantado que nunca fui, que no soy, que jamás seré. Hoy llego enfervorecido, casi delirante incluso, azotado por un vendaval de saludable optimismo, con la firme intención de reivindicar todo aquello que no se puede comprar ni siquiera con todo el oro del mundo bien reunidito y reluciente. Para valorar esas pequeñas cosas que se convierten en momentos inolvidables. Esos que tatúan nuestra existencia, nuestra memoria, el camino recorrido. Desembarco para vivir con ustedes, durante las apenas cuatro decenas de líneas que pueda juntar en este escrito, el mejor momento del día.

Hoy necesito creer en que todo aquello que me enseñaron es cierto, que merece la pena, que me diferencia del resto. Es preciso que me quede claro que aquello que todos dicen que no sirve para nada, verdaderamente alimenta mi espíritu. Hoy necesito empaparme de buenas vibraciones, de anhelos legítimos, de valores de esos que pregonan que si rigiesen el mundo, otro gallo nos cantaría: recorrer mi senda con bondad, besar si otros labios me llaman para ser besados, llorar para permitir que el dolor abandone mi cuerpo y mi alma, gritar para aliviar la congoja que oprime mi pecho, encomendarme al Dios en el que quiero creer y no creo, luchar hasta la extenuación por ese sueño aparentemente inalcanzable.

Hoy me exijo volver a creer en la amistad, en el valor de un abrazo, en que mis pasos, aunque a veces se tornen lentos y pesados, dejan huellas imborrables, únicas, seguramente irrepetibles. Hoy no necesito tanto que me quieran como quererme yo. Me van a permitir incluso, en la jornada que nos ocupa, hasta me piropee y me diga “guapo”, “chulazo”, “bien parido”.

Hoy preciso liberarme del habitual sentimiento de culpa que acompaña todas y cada una de mis acciones. De las inseguridades, de los remordimientos con y sin sentido, de las incertidumbres que me aturden, de los fuegos fatuos en los que acostumbro a empantanarme, de los quebraderos con y sin fundamento, de los pequeños y de los grandes detalles que me quitan el sueño.

Hoy necesito volar, surcar los cielos a lomos de Fújur y recorrer la historia interminable que yo quiera escribir. Hoy necesito volver a creer en la poesía, en los cuentos infantiles, en los Reyes Magos y repetirme hasta la saciedad que todo el mundo es bueno hasta que se demuestre lo contrario.

Hoy voy a empeñarme en resolver que merezco la pena tal y como soy, que no da igual si estoy o no estoy, que solo con mi presencia, apenas despierto cada mañana, este mundo es mejor mundo.

Almasy©


Chambao: "Hoy puede ser un gran día" (con permiso del maestro Serrat)


jueves, 8 de diciembre de 2011

180. Tipos grises (reloaded)


En el día de hoy rompo dos tradiciones: por primera vez la imagen que corona la entrega es de un servidor y por primera vez también, y ya van 179 entregas a las espaldas, se dice pronto, reproduzco una entrega anterior, para más señas la 132, "Tipos grises". Sin embargo, creo que la ocasión lo merece. Básicamente porque en el día de ayer Sonido en Dosis, compuesto por Rafael Fernández, "Kuso", y Sergio Vidal, "Ego Soul", dos antiguos alumnos cada vez más nuevos amigos, presentaron su primer trabajo discográfico conjunto, "Mendigos de Fe". En el mismo se incluye precisamente a modo de pista musical el escrito abajo reproducido interpretado por un servidor. Cuando me pidieron grabarlo nunca pensé que finalmente vería la luz, pero estos dos chavales, además de ser buena gente, tienen palabra, compromiso, pasión por lo que hacen, seriedad y un arranque juvenil que ya quisieran muchos para sí. Les aseguro que estoy francamente conmovido por su gesto y que incluso alguna sincera lágrima afloró la primera vez que escuché el tema editado. Y como es de bien nacidos el ser agradecidos no encontraba mejor forma de decirles "gracias" que recuperar la entrega en el día de hoy incluyendo la foto de mi menda que les envié para publicar en el libreto que acompaña el disco.

A vosotros, tipos grises, anodinos, pacatos, contumaces obedientes, los que nunca rechistáis, los que aceptáis el destino tal como viene, sin rebelaros ante las venturas y desventuras que este os depara. A vosotros, hombres desdibujados, apostados tras la multitud con la única pretensión de pasar inadvertidos. A vosotros, ministros del anonimato, de la discreción, maestros de la voz ahogada y el gesto contenido, aferrados a la tiranía del callar y el otorgar. A vosotros, tontos útiles, pasto fácil de castigos ejemplarizantes en plazas públicas, cobayas de laboratorio que consentís sin rechistar los reproches de los que mandan, mientras que aquellos que envenenan el mundo a diario campan a sus anchas y hasta reciben loores adornados con medallas.

A vosotros, que no gritáis, que no lucháis, que recibís el día como corresponde porque así estaba escrito, sin margen de maniobra, sin lugar para la sedición. A vosotros, seguidores fehacientes de lo correcto, de lo legal, de lo estipulado, sin apartaros un ápice de la travesía preestablecida por los que manipulan y quebrantan insistentemente las reglas del juego. Aceptando penalizaciones que os serían ajenas, asumiendo castigos que no os corresponderían, abrazando directrices con las que no os identificáis, pagando peajes de sendas que no habéis transitado, bajando la mirada, apenas frunciendo el ceño, apretando los dientes y tragando saliva. Siempre tragando. Humillados, sumisos, dóciles, afiliados a un perenne adocenamiento, ninguneados por propios y extraños, evitando el cuerpo a cuerpo, estragados de miedo, fartos de temores infundados, ahítos de recelos, ocultos allende vuestra propia sombra. A vosotros, aliados de la penumbra, desconocedores de la luz y los colores, esclavos de pulsiones ajenas, peleles de trapo vituperados con y sin razón hasta la extenuación. A vosotros.

Almasy©

SONIDO EN DOSIS: Promo "Mendigos de Fe"

TIPOS GRISES OUTRO


viernes, 2 de diciembre de 2011

179. Decálogo de desconfianzas

Supuestamente es función legal y moral que un progenitor cuide de su prole. Concibo pues como evidente que entre su protección debo incluir toda una serie de advertencias a tener en cuenta a fin de evitar males mayores. Así pues, cuando la criatura tenga uso de razón espero sentarla sobre mi regazo para notificarle todos aquellos peligros sobre los que debe estar alertada. Soy consciente de ir contracorriente, pues ahora se estila más lo de dejarles hacer, por eso de que hagan un uso consciente de su libertad, no se frustren y otras patochadas variadas que esgrimen los adalides de las psicopedagogía. Los dioses me libren de querer esclerotizar a mi princesa, pero no me perdonaría no haberle advertido de todo aquello que su padre desearía ver a leguas de su cuerpo y de su alma. Luego ella hará lo que se le antoje, faltaría más, y aprenderá por las buenas, por las malas o por las regulares (incluso a base de hostias). Hasta entonces, hete aquí mi nómina de vades retros particulares:

1) Desconfía de todos aquellos que presumen ir de cara, pues poco distan en tal caso de ser jodidos kamikazes.

2) Desconfía de los endocrinos, dietistas y demás chusma, pues cada vez estoy más convencido de que te prohíben la ingesta de manjares varios en aras de quedárselos para ellos solos.

3) Desconfía de aquellos que dicen que no beben alcohol, no fuman, no follan. ¿Por qué? ¿Qué ocultan? ¿Qué fin ilícito persiguen con esta conducta?

4) Desconfía de los que te digan que ya están de vuelta de todo, pues no son sino muertos que hablan.

5) Desconfía de las leyes, pues si algo demostraron los tiempos es que la mayoría responden al capricho y los intereses de los que las promueven.

6) Desconfía de los vigilantes, pues rara vez son vigilados.

7) Desconfía de los que se llamen tus amigos, pues aquellos que lo son –si es que la amistad existe, cosa que dudo– no precisan verbalizarlo. De hecho, recuerda siempre que un amigo es aquel que permanece a tu lado cuando en realidad le gustaría estar en otro sitio.

8) Desconfía de los que piensan que para que algo exista debe ser publicado en feisbuk (“¡Estoy en El Escorial comiéndome una ración de rabas!”, “¡Es viernes!”, “¡Es sábado!”, “¡Es domingo!”, “¡Llegaron las vacaciones!”, “¡Estoy de fiesta!” (subo una foto vía dispositivos móviles apretándome un mojito al tiempo que por detrás se ve a un espontáneo echando la papa), “¡Estoy defecando!”, “¡La mierda se me antoja pastelosa y con tintes ocres!”). Manada de gilipolleces surtidas llegamos a poner, oigan.

9) Desconfía de los babosos machistas cambiacapas hijos de mil zorras que venderían a su madre a cambio de una arroba de vino peleón.

10) Desconfía de todos aquellos alimentos relacionados con palabras como precocinado, industrial o transgénico. Por el contrario, fíate de todo lo casero: del arroz con leche casero, de la tarta de queso casera, de las natillas caseras, del flan casero, de la leche frita casera, de la tarta de la abuela casera, de la cuajada casera, de la delicia de nata casera, de la delicia de café casera, de la delicia de queso casera, de las torrijas caseras, de la crema catalana casera… ¡Sí hija, sí, también de la catalana!

Almasy©

LOS AMAYA: "Vete"


viernes, 25 de noviembre de 2011

178. Reducción al absurdo

El pasado 14 de noviembre, mientras practicaba un deporte nacional que al español nos viene impuesto de serie: cambiar compulsivamente de canal –básicamente porque el grueso de la parrilla televisiva es malo o peor­– recalo en la parte final del noticiario de la noche en Antena 3 y me doy de bruces con un Matías Prats resolviendo semejante encuesta: “¿Es justo multar a los jubilados por jugar sus partidas de cartas con dinero?”. Inicialmente pensé que era una broma, tal vez el día de los inocentes televisivos, o que al amigo Matías se le había ido la pelota por el simple hecho de haber retrasmitido tanta Copa Davis en el pasado; pero rápidamente eché mano de Google y comprobé que era cierto. Concretamente en Sagunto, provincia de Valencia. Seguí tirando del hilo y comprobé que efectivamente la Consejería de Bienestar Social de la Comunidad Valenciana, prohíbe esta fatal práctica. Evidentemente tal nivel de subnormalidad solo es propio de una clase, la política. Y si además de la que estamos hablando viene aderezada con las correspondientes dosis de regionalismo provinciano, a más de uno confundirá tanto como a Dinio la noche.

Me permitirán pues que en habiendo subnormalidades de por medio, califique a los que aprueban y/o mantienen este tipo de leyes en vigor como auténticos subnormales cuyo principal peligro reside en que coincide que son nuestros gestores. Parece que la cosa se sustenta desde las altas esferas de la citada Consejería de Bienestar Social –denominación que no me negarán suena a pasarse el día fumando puros en un diván– alegando que esta práctica no es sino una actividad lucrativa que practican nuestros mayores. Sí señor, con dos cojones. Ya lo estoy viendo, a los jubiletas abriéndose con el dinero que amasan en las timbas de los centros de día una cuenta en islas Caimán, Mónaco o en algún otro paraíso fiscal de esos que salen en las películas, comprando acciones de alguna de la empresas que componen el Ibex 35 o quién sabe si procediendo a la apertura de un jugoso plan de pensiones que compense la mierda de remuneración que les ha quedado después de partirse el lomo trabajando toda la puta vida. Pero la cosa, créanme no se quedará en dichos centros. Se fastidiaron también las antológicas partidas familiares de estas navidades y de las que se avecinan, no sea que entre los nuestros se encuentre un topo congraciado con la administración que nos delate y en medio de la partida de cinquillo de fin de año, cuando la abuela se vea en la obligación de pasar porque la cabrona de su nuera no acaba de ponerle la sota que dé salida a su caballo y deposite los 5 céntimos de rigor en el centro de la mesa, irrumpa la brigada antifraude y nos lleve a todos para el talego dejando la partida inconclusa y el polvorón que nos estábamos apretando a medio tragar.

Además, puestos ya a sumar absurdos me sobrevinieron a la cabeza otra serie de posibles medidas que deberían contemplar nuestros insignes representantes en todo el cerro de reglamentos que aprueban y desaprueban según interese, todas ellas convenientemente ideadas para engrosar las arcas del erario público. Entre ellas rescato, verbigracia, que cuando uno/a se vaya de putas/os, la señorita o el señorito de compañía –cada cual que se alivie con lo que entienda oportuno– le extienda factura con IVA a fin de que el sujeto pueda declarar el servicio prestado a hacienda dentro del apartado de “desahogos varios”. Eso sí, en caso de que el cliente aporte preservativo y lubricante propios podría desgravarse.

Almasy©

Nonsense Song (Canción sin Sentido BSO "Tiempos Modernos")


jueves, 17 de noviembre de 2011

177. José Luis ante el espejo

Te vas José Luis. O te echan. Según se mire. De hecho, bien pareciera que hace siglos que te hubieses ido, pese a que mientras no se demuestre lo contrario sigues figurando todavía legítimamente a la cabeza de este ente que nos atrevimos a llamar España.

Fíjate que te miro a los ojos y veo cansancio y hasta bondad. Percibo a un tipo que habrá podido hacer las cosas mal, incluso muy mal, pero que nunca ha encerrado maldad. Tal vez un pellizco de contumacia, un tantito de ineptitud y quién sabe si hasta un puntito de utopía mal encaminada; sin embargo, vive Dios que te escruto una y otra vez y no acierto a contemplar en tu mirada a ese Maligno del que hablan algunos. Tanto es así que me atrevo aventurar que la historia, que para bien o para mal siempre pone a cada cual en su sitio, te recordará por haber tenido el infortunio de tocarte bailar con la más fea.

Créeme que me pongo en tu lugar y te compadezco, incluso lamento que atravieses este trance, aunque entiendo perfectamente que compasión y lástima no sean precisamente sentimientos que a uno lo puedan reconfortar.

Supongo que ya cuentas los días, las horas, los minutos que restan para dejar tu cargo, para distinguir a los amigos de la corte de aduladores que acostumbra ubicarse al rebufo del que manda, para dejar el ruedo y situarte cómodamente en la barrera. Esa desde la que se ven los toros pero no se siente su aliento, su peligro, donde no salpica la sangre del astado recién picado ni se atenazan las tripas por el miedo, donde siempre pareciera que sabe hacerse lo que corresponde. Esa misma barrera que, no lo olvidemos, otrora te aclamaba, ruge ahora enfervorecida reclamando tu muerte pública.

Y es que para el próximo 20-N, fecha en la que para superar la trasnochada Dictadura llama a las urnas una descafeinada Democracia, te vas con la música a otra parte y no puede sino invadirme un ápice de nostalgia pensando en perder de vista tus vivarachas cejas, tu talante, tu manojo de brotes verdes que nunca acabaron de florecer. Sin embargo, no te apures, pues no haces sino caminar hacia otra vida. Tal vez mejor. De hecho, te pronostico que conocerás entonces el buen sabor de boca que deja el pronunciarse como te venga en gana. Tocarán a su fin pues, si lo estimas oportuno, el saber estar a como dé lugar, la corrección política, el no poder devolver a tu enfurecido interlocutor lo que se te pasa por la cabeza. “¡Váyase usted a la mierda!”, podrás espetar entonces a quien corresponda. Te aseguro que te admiro por su paciencia y contención, pues un servidor en tu lugar no conseguiría acabar un mandato como el tuyo sin perder los papeles y recurrir a cuarto y mitad de garra y colmillo.

Se acabó para ti pensar en empresas tan complejas como el Estado del Bienestar y la Integración Europea, que solo de pronunciarlas da pereza. Concluyó también eso de soportar a los más de cuarenta millones de presidentes del gobierno que saben cómo tienen que hacerse las cosas (“Eso lo arreglaba yo fácilmente y rapidito”), de escuchar paternalismos baratos (“A mí, ¿qué me va a contar usted que yo no sepa?”), acusaciones gratuitas (“Eso lo hace usted así porque no le afecta”), presunciones de culpabilidad varias salpicadas de premeditación y alevosía (“Lo hace usted mal aposta”), aviesas sentencias (“El poder le ha hecho perder el norte”) y hasta torticeros análisis de la realidad que nos ha tocado vivir (“Todo lo malo que ha ocurrido es culpa de usted y todo lo bueno obra y gracia de Dios”).

Mas, respira tranquilo amigo y regocíjate junto a este que te habla, tu reflejo en el espejo, pues si todo finalmente acontece como parece que va a acontecer, el próximo 21 de noviembre soplarán aires renovados con soluciones definitivas que nos liberen de esta ciénaga en la que estamos atrapados, se tomarán las medidas necesarias para reconducir todas y cada una de las situaciones descarriadas en las que nos hayamos inmersos y frente al hastío vital, la incertidumbre y la desazón que padecemos en este instante, se harán fuertes el optimismo, la fe y la esperanza. Sobre todo mucha esperanza.

Almasy©

Bye Bye Ríos (VVAA)


viernes, 11 de noviembre de 2011

176. Princesa


No conozco

más revolución

que la de tus ojos

cuando me miran tiernos.


No abrazo

más credo

que el de tu boca

cuando me come a besos.


No enarbolo

más bandera

que la de tu cabello

cuando se entrecruza con mis dedos.


No entono

más himno

que el de tu voz

cuando articula un “te quiero papá”.


No soporto

más carga

que la de toda tú

cuando reposa sobre mis brazos.


No conozco

más patria

que aquella en la que se encuentren

tus ojos, tu boca, tu cabello, tu voz, toda tú.


Almasy©


BSO AMELIE


viernes, 4 de noviembre de 2011

175. Breve historia de la humanidad

Empezamos nuestro peregrinaje en este mundo sin complicarnos demasiado la vida. Cazábamos, recolectábamos y cuando se acababa la materia prima nos íbamos con la música a otra parte. El resto del tiempo tampoco habría mucho más que hacer. Supongo que velar por tu integridad y la de tu prole –lo cual no es moco de pavo– y, en ausencia de televisión, copular como primates y resolver los litigios a garrotazos limpios o sucios.

Un día nos pusimos a pensar, craso error, y se nos ocurrió hacernos agricultores y ganaderos. Nos dio entonces por sentar la cabeza y el culo y aparcar la mochila. Pasamos así de currar apenas unas horas, las que nos llevaba abatir la presa, despellejarla y metérnosla entre pecho y espalda, a estar todo el santo día pendientes de si la plantita germinaba y la vaca paría. Calidad de vida a tomar por culo. Eso sí, los más avispados se percataron que podían escaquearse de la jodienda de la labor haciendo creer al resto de los mortales que eran entes superiores. Era determinante para este fin acojonar al personal presentándose en sociedad con sobrenombres que llenasen la boca al pronunciarlos, entre los cuales se llevará la palma el de “Rey”. Si es que es mentar el vocablo en cuestión y entrarle a uno ganas de sentarse en un trono y ponerse a dar órdenes, ¿verdad? Comenzamos también a aglutinarnos, a poner la casa mona y a complicarnos la vida pensando en el más allá. Como si con el más acá no tuviésemos bastante. Hasta nos atrevimos a llamarnos civilizados, pese a que nunca dejábamos de guerrear salvajemente, e incluso los más presuntuosos osaron a denominarse imperios, que viene a ser como un reino pero a lo bruto. Algunos quisieron abarcar tanto que apretaron poco y terminaron por derrumbarse. Ley de vida, por otra parte, o más bien de gravedad: todo lo que sube, se acaba ahostiando.

Llegaron entonces los años bárbaros, que desconozco si fueron estupendos o no. Posteriormente algunos dijeron que fueron tiempos ni grandes ni chiquitos, sino medianos, y sobre todo oscuros, aunque seguramente no sería tan fiero el león como lo pintan. Vamos que digo yo que habría de todo, como en botica.

A continuación a no pocos nos entró la vena curiosa y procedimos a meter las narices donde no nos correspondía. Lo llamamos Descubrimiento con mayúscula, que sonaba más molón y hasta necesario, y para curarnos en salud dijimos que eran tiempos modernos. Con dos cojones. Empezamos eso sí a dejar a Dios un poco más quieto y a no mencionarlo hasta para explicar el porqué de la defecación. Vamos que se nos subió el ego tras descubrir que el pedazo de carne que somos también iba acompañado de una sesera curiosa que nos permitía explicar asuntos varios sin tirar de Creador indiscriminadamente. Además, comenzaron a ganar protagonismo unos señores muy finos que se llamaban burgueses, independientemente de si eran nacidos en Burgos o en Palencia. Decían que se oponían a los nobles y vendieron la moto de que cuando ellos ocupasen la cúspide de la pirámide las cosas irían mejor para todos. Incluso tildaron a sus revoluciones de “liberales”, lo cual, no me negarán, vendía mucho. De hecho, es hoy el día en que uno proclama que es “liberal” y mayoría absoluta al canto sin despeinarse el tupé. Luego resultó que eran los mismos perros con distintos collares. Con ellos llegaron los tiempos contemporáneos, que son los de ahora. Ya habíamos visto errores y aciertos del pasado; pero curiosamente seguimos errando. Y mira que Doña Ilustración aportó lo suyo para arreglar las tanganas razonando; pero nada, que resultó que habíamos aprendido poco o nada. ¿Se acuerdan de los garrotazos del principio? Pues vuelta la burra al trigo pero a lo grande, a lo mundial, con armas de destrucción masiva y el copón bendito. Era de las telecomunicaciones lo llamamos también. El problema es que nos lo hemos tomado tan a pecho que estamos tan pendientes de hablar con los que están lejos que no nos acordamos de hacerlo con los que están cerca.

Y en esas estamos, debatiéndonos entre si nos acabamos de desnucar entre nosotros de una vez por todas o la Madre Tierra, ahíta de soportarnos, nos liquida mandándonos media docena de tsunamis reventones que no dejen títere con cabeza. Ya veremos.

Almasy©

BSO La Historia Interminable


sábado, 29 de octubre de 2011

174. Pequeñas cosas que perturban grandemente

Dice un dicho, pues esa es la labor que tienen los dichos: decir, que “las grandes cosas de la vida vienen en frascos pequeños”. “Tal vez porque los grandes son demasiado caros”, apuntaríamos los más incrédulos. Y precisamente de lo grande y de lo chico quiero hablarles hoy, y más específicamente de esas pequeñas cosas que perturban grandemente. Son decenas, centenas, millares incapaces de ser incluidas en las escasas líneas que componen esta entrega, así que me veo en la obligación de hacer una selecta selección, pues no en vano así tienen que ser las selecciones: selectas.

1.) Una antológica es cuando uno se encuentra en el inodoro nalgas al viento tras hacer aguas mayores y se percata de que se ha acabado el papel higiénico y ningún alma caritativa lo ha repuesto. Y el contratiempo tiene un pase si el partido lo juegas de local: incursión a la despensa en búsqueda de cualquier cosa que parezca contener celulosa y apañado. El problema es cuando el encuentro se disputa en campo contrario y te ves solo ante el peligro. Entonces solo resta apelar a San Calcetín, a San Calzoncillo o a Santa Braga –el tanga suele quedarse algo escaso para estos menesteres­– a fin de que ejerzan como improvisados limpiadores. Y es que en tiempos de guerra cualquier agujero es trinchera.

2.) Siguiendo el hilo de los cuartos de baño uno se queda sin palabras cuando de referirse a determinados urinarios se trata. Concretamente me llama negativamente la atención un modelo de pared cada vez más habitual en los aseos masculinos que sobresale por presentar unos alocados sensores de movimiento que expulsan agua mientras orinas cual aspersores, salpicándote molestamente el miembro durante la micción. Desde aquí hago un llamamiento a los fabricantes de estos artefactos del demonio solicitando que confíen en que cada usuario se lava su merienda en casa.

3.) “Majo”, “Rico”, “Mono”, son palabras menudas, bisílabas de tres al cuarto aparentemente inofensivas. Sin embargo, en boca de una mujer son de una contundencia descomunal. De hecho, si una hembra se refiere en estos términos a un macho –“¡Qué mono!”, “¡Qué rico!”, “¡Qué majo!”– sencillamente le está indicando que no está dispuesta a quebrantar el 6º mandamiento con él –el del fornicio, aclaro a fin de ahorrarle a más de uno y más de dos una consulta al Antiguo Testamento para averiguar a cuál me estoy refiriendo–. Una pena.

4.) Especialmente recalcitrantes también son las pequeñas mentiras, las llamadas white lies por los anglosajones, que podría traducirse, dejando a un lado la literalidad –con la que no se va a ningún sitio– por mentirijillas. Pongamos, verbigracia, las comerciales, entre las que destacan clásicos como: “no se fíe, esta camiseta cede”, cuando el vendedor te quiere colocar la prenda pese a que esta se te ajuste cual maillot amarillo y perturbe tu respiración abdominal; o bien a la inversa: “no se fíe, esta camiseta encoge”, en caso de que la cosa más que una camiseta parezca la sábana bajera de una cama de matrimonio. De igual manera que las que ofrece el potencial comprador –este tampoco se libra–, como “simplemente estaba echando un vistazo”, requiebro que en realidad esconde un “solo por cansino no te voy a comprar nada”.

5.) Y muchísimo peor que las pequeñas mentiras son las pequeñas verdades –que en este caso y curiosamente no responden a verdadijillas–, pues como les vengo insistiendo desde hace tiempo la sinceridad es una virtud tremendamente sobrevalorada. Tanto que se aproxima a la condición de defecto. Por ejemplo, hace un par de semanas, se me acerca un pariente de cuyo nombre no es que no me acuerde sino que no quiero acordarme, y me viene con un “estás más gordo”. Lo cual es cierto, pero ¿qué aporta esa verdad a este mundo? Nada. Simplemente refiere una realidad, en este caso la mía, que llega a herirlo a uno. Y es que soy consciente de que me sobran unos kilitos –si les soy sincero ya he superado la barrera de las unidades sobrantes y me muevo cómodamente en las decenas–; pero no me gusta que me lo recuerden. A buen seguro que a él ­–o a ella, mantengo la ambigüedad sexual para que no detonar una crisis familiar– no le hubiese agradado que yo devolviese un “y tú más viej@, y más fe@, y más pellejud@, y en este preciso instante ordenaría a un sicario inmisericorde que te arrancase todos los dientes y te mantendría de por vida alimentándote a base de quicos, ea”.

Almasy©

Los Nikis: "No vuelvo a ir a Benidorm"


jueves, 20 de octubre de 2011

173. La Abuela

Era la primera vez que la abuela viajaba a la gran ciudad. Afortunadamente no había hecho falta que se muriese nadie para consumar la visita. Simplemente, a punto de alcanzar sus cerca 85 primaveras, había considerado que ya era hora de encontrarse con su prole en la urbe. Ella hubiese preferido ir en autobús, pero sus hijos habían insistido en que cogiese el que también sería su primer avión. “Es más rápido, mamá, y más seguro”. Como de costumbre había embarcado tarde y el aterrizaje se produjo un par de horas después de lo previsto. No importaba, ella no tenía prisa. No sabía cuánto tiempo iba a pasar fuera de casa, pero apenas llevaba una bolsa de mano con lo justo y necesario. Mientras atravesaba puertas y escaleras mecánicas de salida observaba los maletones del personal y se preguntaba por qué la gente portaba su casa a cuestas. “Con lo bien que está la casa en su sitio quietecita”. Finalmente, tras unas puertas automáticas avistó a su hijo menor. Iba acompañado por su nuera y sus dos nietos. Estos últimos apenas levantaban la vista de una maquinitas del diablo que parecían tenerlos hipnotizados. No la habían visto y decidió pararse unos segundos a contemplar la estampa. Su hijo estaba pegado a un teléfono móvil y no paraba de hacer aspavientos mientras su nuera sí hacía ademán de buscar con la mirada entre el gentío. La abuela avanzó finalmente hacia ellos y extendió sus brazos. Los manoseó como corresponde, comprobando si todos tenían los kilos oportunos. “Estáis cada vez más flacos, no sé qué mierdas coméis por aquí”. “Esa boca, mamá, que están los niños”. De camino al coche su hijo no consiguió arrebatarle el bolso de mano pese a los intentos porque ella no llevara peso. “No insistas que no te lo voy a dar”, le espetó en una de las tentativas. “Si ya sé que estás estupenda mamá, pero es para llegar más rápido al parking, que nos va a costar un ojo de la cara”. El matrimonio acometió el pago del ticket vaciando sus respectivos monederos. Mientras, los niños, que habían dejado las maquinitas, sacaban ahora otros aparatitos diminutos y se colocaban una especie de orejeras en la cabeza. “Niños, no os pongáis a escuchar música ahora, que está la abuela y es de mala educación”. Cuando alcanzaron el auto vio como su hijo torcía el gesto. “Me cago en la puta, ya me han robado la antena”. “Están los niños delante”, apenas susurró la abuela. Antes de abandonar el recinto tuvieron una fuerte discusión con el guarda de seguridad de la entrada. Su hijo le recriminaba el asunto de la antena mientras el operario no dejaba de señalarle un cartel que rezaba: “La empresa no se hace responsable de ningún posible deterioro y/o robo de los vehículos”. “Me jodéis 20 euros por media hora de aparcamiento pero no os hacéis responsables de nada, ¿verdad? ¡Sinvergüenzas!”, acabó retartaleando su hijo.

Apenas vieron la luz un estruendo ensordecedor se apoderó del ambiente. La vía estaba en obras y tuvieron que tomar un desvío alternativo. El problema consistía en que todo el mundo tenía que tomar el desvío de marras, así que apenas pasaron 5 minutos el vehículo se detuvo y comenzaron a sonar multitud de cláxones. “Tranquila mamá, es un atasco, tardaremos un ratito”. “Yo estoy tranquila hijo”. Durante el trayecto los niños no pararon de echarse fotos con el teléfono. “¡Vaya careto, esta va directa al Facebook!”, comentó la niña. “Ni se te ocurra”. La abuela se acurrucó en el asiento trasero y dejó que un plácido sueño se apoderara de ella. El tedioso paisaje ayudaba a conciliar. Poca vegetación y mucho asfalto.

Finalmente llegaron a casa. La abuela fue directa a la cocina y se colocó el mandil. Su nuera sabía que no había nada que decir. Simplemente le indicó donde estaban las patatas. “A cualquier cosa lo llaman patatas”, pensaba mientras las pelaba. Nadie recordaba haber tomado una tortilla tan deliciosa desde… la última que les preparó la abuela en el pueblo. Apenas concluyeron, los niños se fueron raudos para sus habitaciones, de donde salían sendos halos de luz que debían corresponder a ordenadores. Su hijo acababa en el comedor unos balances que tenía que presentar al día siguiente y su nuera aprovechaba para planchar. La abuela se colocó el camisón y se ubicó en un desvencijado butacón que pedía a gritos un tapizado nuevo. La televisión hacía las veces de ruido de fondo. “¿Estáis viendo algo?”, preguntó la abuela. “No mamá, pon lo que quieras”. Pasados unos veinte minutos la abuela interrumpió a su hijo. “Cariño, ¿puedo hacerte una pregunta?”. “Claro mamá, dime”. “¿Por qué te viniste para la ciudad?”. “¡Vaya pregunta mamá! Ya sabes, trabajo, dinero, mejores servicios, más variedad de ocio, mejores oportunidades para nuestros hijos”. “Ya, ya, entiendo”.

Almasy©

MUSE: "Knights of Cydonia" (Live at Wembley)


jueves, 13 de octubre de 2011

172. Trío de pseudopoemas



EL ENGAÑO


Cuando niño,

no contaría más

de diez años,

me engañaron.

Fue un cura.

En mundana charla

o en oficial confesión.

No acierto a recordar.

Me dijo que

cuando adulto

comprendería el sentido

de la vida,

los entresijos

de la muerte.

Que entendería

por qué el hierro

no es madera,

por qué el agua

no sabe a vino

y por qué

emprender la ruta

hacia el norte,

necesariamente implicaba

no hacerlo

hacia el sur.

Así como

por qué el camino llano

a veces torna abrupto.

¡Qué digo a veces!

Muchas veces.

Que vería razón

en el devenir

de cada día,

y lógica donde

solo parecieran

darse cita

azar y caos.

Me dijo que

cesara de pensar

cosas de mayores

y me conformase

con pensar

cosas de críos.

Que no tenía sentido

empeñarse

en comprender ahora

lo que por sí solo

se comprendería mañana.

En resumidas cuentas,

que mis incertidumbres

se disiparían,

que mis penas,

mutarían en luminosas alegrías,

que mis misterios sin resolver

pasarían a convertirse

en misterios resueltos.

Así de sencillo,

así de fácil.

Bastaba con esperar

unos años.

Esos que separaban

la infancia,

de la edad adulta.

Sin embargo,

hoy,

un cuarto de siglo

después de aquella charla,

tal vez confesión,

sigo sin entender

nada.


Almasy©


POESÍA CONTEMPORÁNEA


“¿Qué es la inmensa mayoría

de la poesía contemporánea?”,

dices mientras clavas

en mi pupila

tu pupila azul.

“¿Y tú me lo preguntas?”.

La inmensa mayoría

de la poesía contemporánea

es prosa tabulada.


Almasy©


VER MUNDO


No fue

sino en la Coruña,

donde nació

y creció presto,

mi buen amigo

Ernesto;

mas,

con dieciocho aniversarios cumplidos,

decidió ver mundo,

salir del cascarón,

cambiar de rumbo.

Marchó entonces

a estudiar a Lugo,

casó en Orense

y residió

en Pontevedra

hasta el fin

de sus días.

Vamos,

que vio mundo.


Almasy©

NACH: "Poesía difusa"