Definitivamente el balompié devolvió
también la bandera a todos aquellos que la necesitaban. Diseñada en tiempos de
Carlos III –circunstancia que la mayoría desconoce–, había quedado sin embargo
secuestrada por el Franquismo y todo aquel que se identificó con ella o hizo
exhibición de la misma años atrás sabía que corría el riesgo de ser calificado
de facha. Por el contrario, ahora vuelve a ondear resplandeciente en los
balcones y coches de todos aquellos que la consideran algo más que un simple
trapo coloreado.
La Roja también ha sido responsable
de disipar nuestra dudas de cara a las rebajas veraniegas: “me compro la
camiseta de la selección sí o también”, “valga lo que valga” –que si mal no
recuerdo ronda los 70 eurazos contantes y sonantes uno detrás de otro–, “aunque
no tenga pa´ comer este mes”, “pese a quien pese”, “y si al crío no se le
pueden comprar los libros de texto no se le compran, y punto pelota”; “pero yo
sin la Roja no que quedo”.
Volvimos además a salir a la calle, y
esta vez sin cara de indignados. Todo lo contrario, jubilosos y alborotados,
con ánimo de festejar un hito que cambiará las vidas de la mayoría. Tal vez
mañana se disipe la corrupción, abandone mi situación de parado, disminuya la
ratio en la clase de mis hijos, deje de correr peligro esa supuesta prima
lejana de la que nos hablan los noticiarios –de hecho, es tan supuesta como que
yo no la he visto en mi puta vida– y a buen seguro que el copago sanitario pase
a la historia como un mal sueño. Fijo.
Asimismo, comprobamos en las citadas
celebraciones cómo los nuestros juegan como nadie pero se cuecen como todos. Porque
aunque manejen el esférico como los ángeles no dejan de ser españoles, y no
conocemos nada mejor para acompañar nuestras celebraciones que el bebercio. Porque son jóvenes y a buen
seguro que la mayoría de ellos parcos en educación. Si tienen el graduado
escolar me doy con un canto en los dientes y de bachillerato y estudios superiores
mejor ni hablamos. Tal vez por este motivo, de igual modo que desconocen la
cantidad de dinero que han amasado hasta la fecha, también ignoran que no dejan
de ser un referente para todos aquellos niños que los admiran y, mucho me temo,
los quieren emular. Y con esto no quiero decir que no tengan derecho a cogerse
una torrija de campeonato de Europa; pero en privado. No delante de millones de
espectadores que observen cómo sus ídolos lanzan sin tapujos un mensaje
inequívoco: “ante cualquier éxito que coseches, mámate”.
Almasy©
Violadores del Verso: "Vicios y Virtudes"
Esta bitácora se despide hasta el mes de septiembre u octubre. Feliz verano.