jueves, 9 de diciembre de 2010

142. Huele a Navidad


No hace falta ser Jean-Baptiste Grenouille para adivinar que ya huele a Navidad.

La anuncian las pertinentes luces iluminando algunas calles. Bien es cierto que este año pocas y de bajo consumo, por eso de la desaceleración económica que nos vendieron, pero luces al fin y al cabo.

Muchos reciben el día encomendándose a San Ildefonso, echando mano a la faltriquera y acariciando el décimo que saben resultará agraciado el día 22. Este año toca, por fin. Este año no puede ser otro que el mío. El pellizco que me hace falta para salir del bache y remontar el vuelo.

Ya se preparan bocas, estómagos e intestinos para recibir pantagruélicas comilonas. La del trabajo. La de los amigotes. La de antiguos compañeros de la universidad. La del equipo de fútbol. La que cuadre. Calorías a tutiplén encontrando cobijo en los desatados cuerpos de los zampones entre los que me encuentro. Apenas te recuperas de una, ya te sorprende la siguiente. De hecho, algunos yacen ya fartos de turrones y empachados de polvorones, sobre todo desde que estos reinan en los estantes de algunos comercios desde el mismísimo agosto.

En algunos mentideros sigue debatiéndose sobre la conveniencia de ubicar públicamente portales de Belén. Los unos que sí, los otros que no. Es ya un clásico. En España todos saben de Belenes, y de fútbol, y de política, y de mus.

Ya nos entran las prisas por adquirir los regalos que nos demandan y por encargar los que anhelamos. Todos ellos prescindibles seguramente, incluso inútiles; pero lo cierto es que no solo de pan vive el hombre y que a nadie le amarga un dulce.

Otros se devanan los sesos por cuadrar agendas familiares que propicien esperados reencuentros. “¿Con quién nos toca este año Nochebuena cari, con tus padres o con los míos?” “¡Este año con la madre que te parió, cielo!”

Se preparan también cotillones y vestidos de noche para despedir la más vieja de las noches y recibir la más nueva con el tañido de campanas y alguna que otra copa de más.

Ya comienzan su ascensión los precios del cordero, y de las gambas, y del cabrito, y de las uvas, y del cava, y de… ¿Acaso hay algo que no suba por estas fechas?

Los niños escriben desde hace meses cartas a los Magos de Oriente, que a estas alturas ya deben andar por los Urales, coordenada arriba, coordenada abajo. Inquietos, expectantes, repasando todo lo bueno que han hecho y obviando las travesuras cometidas para que los Monarcas no les dejen el temido carbón. Al fin y al cabo solo fueron travesuras.

Huelga decir que no todo será jaleo y alborozo, que alguno derramará más de una lágrima evocando un mal recuerdo, añorando a un ser querido que este año no se sentará a la mesa, desmoronándose por no poder cumplir los sueños de sus vástagos por mor de la crisis. La puta crisis.

En cualquier caso, ya huele a Navidad.

Almasy©

¡ESTA BITÁCORA PERMANECERÁ CERRADA HASTA DESPUÉS DE REYES! GRACIAS Y FELICES FIESTAS A TODOS LOS QUE LA HACÉIS POSIBLE. VUESTRO, Almasy


Haendel: "Aleluya" (Coro)


jueves, 2 de diciembre de 2010

141. Yo también soy defensor del profesor

Estamos de enhorabuena. A las mentes pensantes de este país se les ha ocurrido ahora que los profesores somos útiles y que hay que defendernos de cuantas agresiones nos propinan a diario. Unos cuantos carteles poblando marquesinas de metro y autobús, un puñado de famosos entonando frases del tipo: “Yo también soy defensor del profesor” y unos cuantos debates televisivos ejerciendo las veces de Sanedrín así lo atestiguan. Además, periodísticamente el tema es un filón inagotable, pues desde que la tecnología acampara entre nosotros siempre hay un vídeoaficionado presto y dispuesto en el lugar adecuado y en el momento oportuno para grabar cómo le inflan a hostias, le bajan los pantalones o le lanzan objetos voladores identificados a un indefenso docente mientras este intenta controlar al rebaño.

Pero vayamos por partes, que diría un descuartizador –siento volver a utilizar esta expresión, ya lo hice en la entrega de la semana pasada, pero es que me priva. A este paso remedaré al difunto Berlanga, que en todas sus películas metía con calzador el término “austrohúngaro”–.

En primer término no percibo especialmente una oleada de atentados a la autoridad del profesor en estos instantes. Básicamente porque yo nunca he conocido a la mentada autoridad y esta solo me suena de oírsela a mis mayores. Ergo no se puede perder algo con lo que nunca se nos ha dotado.

Por otra parte, y en este caso cuento mi experiencia personal, en líneas generales podría afirmar que en mi práctica docente intento respetar y hacerme respetar sin ayudas externas, pues siempre que me he hecho cargo de una clase lo más bonito que me han dicho antes de dejármela en mis manos ha sido: “ahí te queda eso majo, apáñate como puedas”. Y para apañarme, les confieso haber tenido que hacer uso de cuantas estrategias, divinas y humanas, conozco y/o están a mi alcance. De hecho son tan innumerables que a veces dudo si seré un docente o tal vez un animador cultural, un psicólogo, un médico, un enfermero, un consejero sentimental, un plañidero, un estimulante con patas, un payaso, un hombre orquesta, un confesor, un promotor boxístico que va contracorriente porque en realidad no quiere que se celebren combates, un padre putativo, un pedagogo, un psicopedagogo, un guía vital, un juez, un verdugo, un hermano mayor y hasta un bombero torero que apaga fuegos sociales.

En segundo término, insto a las autoridades competentes a que entiendan que en este mundo podrido y sin ética que nos ocupa, la valía y el respeto de un trabajador se mide por la cantidad de pasta que gana. Dicho lo cual, recomiendo se ahorren dichas campañas publicitarias y empleen su coste en subirnos el sueldo hasta límites extraordinarios. Ese sí sería un mensaje en plan: “los docentes son la repanocha”. Sin embargo, recientemente, y si mal no recuerdo, nos lo han bajado, lo cual necesariamente conduce a pensamientos del tipo: “a estos mierdas se les puede vapulear”. ¿Conocen ustedes acaso algún notario al que le hayan untado el lomo con vara verde de avellano? No, ¿verdad? ¿Por qué? Porque gana mucha pasta.

Finalmente y en lo que a tertulias televisivas se refiere, me ronca especialmente los cojones escuchar a pollos y pollas hablar del estado de la educación con una gratuidad pasmosa. Incluso por parte de los que supuestamente son del sector, quienes con frecuencia no han pisado ni pisarán una clase en su puta vida y sin embargo dicen conocer a la perfección el hábitat que refieren en sus sesudos libros. Que si el “Inspector de la Minga en Verso”, que si el “Presidente de la asociación de padres y madres de alumnos del Perpetuo Socorro”, que si el “Defensor del Profesor, de la Profesora, del Docente y de la Docenta”, que si el “Mandamás del sindicato de Una Huelga al Año No Hace Daño”. No puede faltar tampoco el catedrático en psicopedagogía de turno por la “Universidad de los Mundos de Yupi”, al que yo recomendaría hacer control antidopaje antes de permitir que ocupe su butaca y salga en antena, pues tengo la teoría de que estos profesionales en lo que en realidad son expertos es en fumar toneladas de opio en sus despachos a modo de rito preparatorio para diseñar las certeras recetas que solventarán los males del universo mundo educativo. Habituales también en estos programas de debate son las encuestas buscando culpables: los profesores que no se imponen, los padres que no educan a sus hijos, los propios críos, que han salido hijos de puta por naturaleza, los medios de comunicación que contaminan los mensajes, el presidente del gobierno, que no toma decisiones y nos está llevando a la ruina, la sociedad en general. Me encanta este último: la sociedad en general. Así, con dos cojones. Además con esta afirmación no puedes equivocarte. Pillas cacho seguro. El caso es echar balones fuera y detectar malos malísimos extramuros. Concluiré mojándome: es cierto que algunos docentes no nacieron para desempeñar esta profesión e incluso la emponzoñan, que los genes a veces influyen decisivamente para que el zagal se tuerza pese a nuestros esfuerzos por reconducirlo, que los medios de comunicación en realidad deberían llamarse medios de contaminación, que el presidente del gobierno no toma tantas decisiones como debería y que la sociedad en general tiene lo suyo. Sin embargo, no preciso haber cursado Psicopedagogía para sentenciar que son los padres los auténticos responsables del asunto. Se me ocurren muchas razones para justificar esta afirmación: porque así lo establece la ley, porque la educación tiene que venir dada de casa, porque el entorno familiar es el que determina la forma de relacionarse en sociedad del sujeto, por cuestiones puramente de afecto y de pretender que tu retoño no se convierta en un malnacido enemigo público, porque… porque son sus padres, ¡coño! Fíjense si serán determinantes que en las innumerables entrevistas que mantengo con progenitores alcanzo a entender perfectamente el ser y estar de sus vástagos, pues la versión adulta supera la infantil y la adolescente con creces. Y lo peor de todo es que en no pocas ocasiones, cuando cierro la puerta tras el encuentro y disecciono el contenido de la charla, me retuerzo pensativo en mi butaca repitiéndome con aires hasta compasivos: “No hay nada que hacer, pobre chaval”.

Almasy©

EXTREMODURO: "So payaso"


viernes, 26 de noviembre de 2010

140. Carta a un joven que quiere ser diferente


Estimado joven:

Bien es cierto que no has demandado mis servicios y que en ningún momento has solicitado consejo alguno; mas viéndote desorientado y falto de rumbo me atrevo a regalarte un asesoramiento gratuito que pueda guiar tus pasos por la senda de tu afirmación personal.

Tengo entendido que anhelas ser diferente, aunque no acabas de tener totalmente claro lo que esto significa e implica. Te advierto de antemano que el propósito no es baladí y que el peaje que tendrás que abonar será alto, incluso excesivo. En este sentido te tocará remar contracorriente durante un cerro de tramos. Sin duda, has de saber, que desmarcarte de la manada te acarreará renuncias, ataques, vituperios y marginaciones varias. Pero no desesperes, pues ese halo de romántico atormentado del que hace gala el diferente también conlleva no pocos beneficios. Entre ellos me atrevería a significar que tu sex appeal se elevará al cubo y consiguientemente tus conquistas amorosas fluirán a raudales. Sin embargo, no adelantemos acontecimientos y vayamos por partes, que diría un descuartizador, pues previamente a embarcarte en esta cruzada tenemos que esclarecer si tienes visos de ser diferente. Algunos indicios que puedas presentar nos facilitarán la empresa. A saber: si abominas la música chunda chundera, incluido el reggaetón y la rumba comercialota, si te planteaste en alguna ocasión de tu corta existencia renegar del alcohol y las drogas como piezas únicas y/o fundamentales de tu ocio, si sientes curiosidad por las películas cuyos guiones incluyen frases con sujeto y predicado, si cuando te juntas con los amigos aspiras a pasar el rato charlando de algo más que de lo inmenso que es vuestro miembro viril, si tiendes a desmarcarte de la bazofia televisiva que nos inunda y a no afiliarte a las modas que desde Yankilandia nos invaden y si tus aspiraciones viajeras van allende Benidorm, entonces, solo entonces, tal vez verdaderamente estés en condiciones de ser diferente.

Insisto, y el que avisa no es traidor, que el impuesto revolucionario que tendrás que pagar será harto severo y que en no pocas ocasiones el proceso de afirmación de los diversos rasgos que componen tu personalidad encontrará pocas alternativas. Ideológicamente, verbigracia, es preciso que asumas que tu posicionamiento se me antoja cuando menos complicado. No hace más de un par de décadas, cuando yo comenzaba a saborear las mieles de la adolescencia, la elección era sencilla: o eras nazi o eras anarca. Ahora la pepla política es mucho más difusa, en ocasiones hasta inexistente, y el ramillete de credos a los que afiliarse resulta poco o nada estimulante. De hecho, es tanta la homogeneidad reinante que uno hasta se pone nostálgico rememorando aquellos extremismos juveniles ataviados con uniformes paramilitares. ¡Qué le vamos a hacer, si con la postmodernidad quedaron sepultados los grandes paradigmas!

Tampoco en otros terrenos aparentemente más mundanos lo tendrás nada fácil para perder de vista al rebaño, pues este tira recio de uno y cuando le tienta emprender ruta alternativa, suele encontrarse con los perros del pastor prestos a reconducirlo; sin embargo, la hemorragia de felicidad que experimentarás con cada una de tus pequeñas conquistas no tendrá precio.

En resumidas cuentas, estimado joven, avisado quedas de que ardua es la empresa que te has propuesto; pero, ¿quién dijo miedo?

Almasy©

CELTAS CORTOS: "20 de abril del 90"


jueves, 18 de noviembre de 2010

139. El nazi II: Procuro

Supongo que el ser humano es lo mejor y lo peor del universo mundo. Sin embargo, en no pocas ocasiones tiendo a ver el vaso medio vacío en lugar de medio lleno y seguramente ya se habrán percatado que con cierta frecuencia me entra la vena misántropa y dedico esta página a verter sapos y culebras contra todo homo sapiens que se precie y meneé (véase El nazi). En este sentido, no es casual que una de mis citas literarias favoritas rece en los siguientes términos:

“Odio a los fatuos, y si las leyes no existieran, dedicaría las tardes de los domingos a asesinar a tiros de pistola a todos los fatuos que conozco. También asesinaría a los que ahuecan la voz al hablar. Y a los que hablan alto sin ahuecar la voz. Y a algunos que ni ahuecan la voz ni hablan alto. En resumen: asesinaría bastante gente”. (PONCELA, Jardiel: Amor se escribe sin hache).

Personal y afortunadamente, la aversión que siento hacia numerosos entes del globo no trasciende hasta límites asesinos, sino que acostumbro a conformarme con procurar apartarme de determinados especímenes.

Así, procuro huir, no siempre es posible y por ende no siempre lo consigo, de todos aquellos que entienden que arreglarse significa enfundarse la elástica del equipo de fútbol de sus amores. De los que consideran que el oro es un metal precioso y abogan por poblar su cuerpo con todo tipo de abalorios áureos. Procuro evitar también a los que alardean de disfrutar con los programas del corazón y encumbran a Belén Esteban a la categoría de princesa del pueblo. Aunque pensándolo bien, si el pueblo idolatra la chabacanería, el oportunismo, el aquí estoy porque he venido y las muecas reservadas a los mamarrachos zafios, entonces la Esteban sí puede que merezca tal honor. ¿Me entiendes?

Presto me aparto también de aquellos a los que les suena en el móvil la sintonía de algún himno deportivo o el último hit de los 40 principales. Asimismo, de los que entienden que pasar las vacaciones es irse a Levante para apostarse a las 7 de la mañana en una playa a la busca y captura de un rincón en el que ubicar su tenderete.

Tampoco quiero toparme con los que habitan en los bares con el carrito del bebé, ni con los que acostumbran a pitar por cualquier cosa cuando manejan su automóvil. Por el orto les metía yo la bocina.

Lejos también procuro ubicarme de los que comen y no engordan, pues algún virus fatal y extremadamente contagioso debe correrles por las venas a esos desgraciados.

De los que llevan visera cuando no hace sol y más aún si no se la calan, sino que la dejan reposando sobre su cabello, a veces este incluso engominado pese al complemento. Y en hablando de complementos, a toda prisa me alejo de los que abusan de los piercings. Jeta y cuerpo perforados por doquier como si de aspirantes a Mister/Miss Taladro/Taladra se tratasen. Y no ya por estética, sino por seguridad, pues me da la impresión que va a ser que ingieran un vaso de líquido y este se vierta por los boquetes que presenta el sujeto/la sujeta.

De los que fuman en el coche, en el ascensor, mientras comen. De los gordos que fuman, de los feos que fuman, de los gordos y feos que fuman. Ahora entenderán por qué yo, en calidad de gordo y feo, no fumo.

De los que no se quitan el chándal ni para plantar un pino y de los que se presentan en público sin camiseta, exhibiendo lorza o músculo, me es indiferente, así como también de los que se colocan una vulgar camiseta de tirantes o mangas de sisa de esas que facilitan la contemplación de la axila o sobaco. Si está depilada es más propio decir axila, pues suena más aseado, mientras que sobaco casa mayormente con pelambrera, sudor y efluvios.

Asimismo, huyo despavorido de los que consumen el envase de patatas fritas mientras hacen la compra y luego le muestran a la operaria de la caja registradora un ridículo plástico que en otra vida tal vez tuvo la condición de bolsa para que le pase el lector de código. De igual modo que de los que no se lavan las manos tras orinar. Recomendable también, por cierto, hacerlo antes, pues es tu miembro lo que está entre manos y conviene asirlo con la mayor higiene posible.

En resumidas cuentas, procuro escabullirme de mucha gente.

Almasy©

OBJETIVO BIRMANIA: "No te aguanto más"


jueves, 11 de noviembre de 2010

138. La senda

Siempre llega un momento en la vida de un hombre –o de una mujer, me hubiera instado a matizar el extinto Ministerio De Igual Da Que Da Lo Mismo– en que corresponde decantarse por la senda que se quiere seguir. Podemos recrearlo con una imagen muy cinematográfica, en plan caminito de Jerez interrumpido por dos puertas que abren distintas continuaciones para nuestro periplo: la difícil y la fácil. La difícil está hermética y no resulta nada atractiva, tiene el barniz ajado y el pomo en vías de oxidación. Además, se nos antoja que tiene que ser harto pesada y que nos llevará un buen rato encontrar la llave que posibilite su apertura. En cambio, la fácil se nos presenta lustrosa. Aparenta ser ligera y justo a la altura de nuestra mano brilla reluciente un tirador ergonómico que te llama a gritos para que lo agarres. Incluso cuando te aproximas descubres que se encuentra ligeramente entreabierta, permitiendo echar un vistazo al otro lado. Allí te espera una saca llena de pecunia por la que no tienes que dar cuentas y cuya apropiación solo depende de estirar el brazo, un examen cuyas preguntas conoces de antemano, un trabajo alcanzado sin preparación ni esfuerzo por tu parte y un reconocimiento vacuo de tu persona fundamentado en el miedo combinado con el asco de cuantos te rodean. Todo ello ahí, a tiro de piedra, simplemente anhelando que lo hagas tuyo. Además, apenas cruzas la puerta fácil se te extiende un aval notarial que acredita que no tenías otra opción, lo cual justifica sobremanera tu decisión. Que las cosas ocurrieron como ocurrieron y no podían haber ocurrido de otra manera. Que casi que te viste obligado por las circunstancias a que resolvieras no adentrarte por el camino difícil. La familia en la que te tocó vivir, la educación que se te propuso o simplemente las amistades de las que te rodeaste condicionaron tu devenir. En cambio en la difícil, un contundente letrero rezaba que tus circunstancias podrán explicar tus actos, pero no justificarlos. Que eres dueño de tu destino y que en tanto estás en posesión de un bien tan valioso como el libre albedrío, deberás responder de tus maniobras.

Son pocos los que cruzan la trabajosa puerta que da paso al camino difícil, temerosos de lo que les espera, titubeantes y escuchando allá a lo lejos las carcajadas de los que prosiguieron por la senda fácil. Los más aguerridos no desfallecen y aprietan puños y dientes al tiempo que se repiten: “A todo cerdo le llega su San Martín”, “Todos pasan tarde o temprano por delante de la escopeta”, “Ningún hijo de puta es eterno”. Estas máximas los consuelan y los alientan para proseguir en su empresa. Para no arrepentirse de la decisión que tomaron. Para vislumbrar la luz al final del túnel y no sentirse ministros de la estulticia. Para convencerse de que su objetivo es llegar lejos, no alto. ¡Ánimo pues viajeros!

Almasy©

GABINETE CALIGARI: "Camino Soria"