Hace un par de semanas mi idolatrado Pérez-Reverte reflexionaba en su artículo del suplemento EL SEMANAL sobre el valor de la palabra y más concretamente la de honor. Casi nada. Se lamentaba el siempre malhumorado escritor de la devaluación de esta, viniendo a reivindicar, una vez más, eso de que cualquier tiempo pasado fue mejor. No coincido exactamente con esta última afirmación, pues sería ciertamente frustrante pensar que solo nos resta empeorar; pero sí admito que determinadas palabras y giros de nuestro idioma se han visto desposeídos de la importancia de la que gozaban. Y no es que hayan perecido, sino que las hemos dejado de usar en determinadas situaciones en las que siempre estaban presentes casi mecánicamente. Oigo, verbigracia, cada vez menos a los padres instar a sus criaturas a la utilización del tradicional “¿qué se dice?” para que ellos acaben la escena con un “gracias”. Tampoco frecuenta nuestro vocabulario últimamente eso de “¿cuál es la palabra mágica?” como invitación al “por favor”.
Pero sin duda alguna lo que más me acongoja es la repentina desaparición de los “juro” y “prometo” que tanto usábamos antaño. Recuerdo como estos servían para diferenciar certeramente la fiabilidad de tus palabras. Bastante seguro pero con ligeras dudas: “prometo”; absolutamente seguro y creíble: “juro”, salvo cuando querías colar la trola del siglo y abogabas por el juramento cruzando los dedos a escondidas a fin de no condenarte a morar en los Infiernos. El “te lo juro”, además, tenía diversas escalas que servían para recalcar la veracidad de tus sentencias, siendo el “te lo juro por mi madre” el que no dejaba lugar a ninguna sospecha. Los creyentes tenían también disponible el “te lo juro por Dios”, si bien este no convenía utilizarse salvo en situaciones de extrema gravedad, pues rezaba el correspondiente mandamiento que no podía emplearse el nombre del Creador en vano.
Tampoco se oyen demasiados “te quiero”, lo cual indica que cada vez nos queremos menos. Eso o que no nos lo decimos tanto como deberíamos. Con la cantidad de malestares que solucionaríamos de un plumazo y lo que nos cuesta articular estas tres prodigiosas sílabas.
Finalmente, dedicándome como me dedico a la Educación, me preocupa sobremanera que un importante número de nuestros jóvenes haya erradicado de su vocabulario el “de mayor me gustaría ser”. Muchos te contestan con un lacónico “no sé” cuando les cuestionas sobre sus perspectivas de futuro, dejándote claro que no son capaces ni de soñar. Deben considerarlo un lujo y prefieren aceptar la cruda realidad. Mal hecho, pues como sentenciaba mi venerado Galeano, la utopía sirve, como mínimo, para caminar. Lo cual no es poco.
Almasy©
ZEBDA: Tomber la chemise
4 comentarios:
Pero es que la sociedad misma tal y como es te quita las ganas de soñar con cómo serás... total, vas a ser una pieza más de un gran engranaje manejado por manos no fiables...
Me has hecho reir, recordar y añorar. Es verdad y como soy mayor que tu he usado mucho más el "te lo juro", "lo prometo" y siempre soñando con "me gustaría ser" (unas veces una cosa y quizá otras, otra). Siempre recordaré a mis padres con el "¿qué se dice?" y "la palabra mágica" y yo sí que lo he utilizado muchísimo con mi hijo que, como sabes, "ya es mayor" más de altura que de otra cosa y lo utiliza y sabe, perfectamente, cuándo y como, pero no tiene "sueños". Creo que todavía no sabe lo que quiere o todavía no lucha por ello. Es una pena que vayamos perdiendo tantas palabras, giros y frases hechas de un idioma tan rico y sonoro como el nuestro.
A mi no me preocupa tanto que ciertas palabras entren en desuso (siempre que se sustituyan por otras con la misma función), lo realmente preocupante son los silencios, y en la adoslecencia se acentúan.
Solo hay que ver como nos alegra la vida un " ba.. ba da tata pa ...pa " de los bebes, que ya veras como dicen más de lo que,de la pura semantica se deduce,(que es nada). El valor de la palabra esta sobrevalorado,(ni te cuento como la usan los politicos y los mentirosos) aún tiene mucho más peso una imagen, una sonrisa, y una mirada. Cuidate padrazo.
Por cierto, me ha gustado la entrada y Forges es inigualable.
Forges y Quino (autor de Mafalda) son mis dibujantes preferidos, Aunque para contar cosas de Mujeres, Maitena es única.
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