martes, 26 de febrero de 2008

19. La dura vida del turista tipo


Es frecuente que un buen amigo con el que suelo compartir vacaciones se pronuncie en algún momento de nuestras visitas en los siguientes términos: “¡Qué dura es la vida del turista!” Y no le falta razón. Verán por qué:

El turista tipo suele engañarse a sí mismo incluso antes de salir de viaje. Es así recurrente que indique a su círculo de amistades que va a realizar una escapadita para relajarse. Mentira, si algo no se hace cuando uno se va de viaje es precisamente descansar. En primer término es habitual madrugar por eso de aprovechar el día y evitar las copiosas colas que se encontrará en cuantos monumentos haya decidido visitar. Por lo tanto el día suele comenzar a eso de las 8, para lo cual ha tenido que echar mano del tradicional despertador de todos los días o en su defecto ha solicitado al recepcionista del hotel que le llame por teléfono antes de que cante el gallo a fin de iniciar la dura jornada que le espera. Baja entonces al salón-comedor a desayunar y se comporta como un desnutrido que llevara 15 días sin comer. Tal es así que el que habitualmente se conforma con un triste café recalentado, de vacaciones inaugura su actividad estomacal mañanera engullendo dos o tres croissants, tostadas, café, zumo, cereales, huevos revueltos, algo de fiambre y la pertinente fruta. Además, no es extraño que antes de abandonar el local pertreche su bolso de mano o riñonera con un par de frutas y dos o tres magdalenas con las que saciar el apetito de mediodía. “¡Es para amortizar lo caro que es el hotel!”, suele exclamar para justificar que acaba de zampar como si fuese la última vez. Tras el desayuno sube nuevamente a la habitación y prepara el material que va a precisar en su odisea: cámara, trípode, cartera, móvil, gorra por si azota Lorenzo, pañuelo protege collejas, crema protectora que evite el tradicional moreno cangrejo, gafas de sol, una botellita de agua que sacie la sed en las más que posibles esperas, tiritas y algún que otro complemento que sugieren que tal vez se trate de un soldado mercenario en lugar de un afable viajero.
Previa a la salida del hotel suele hacer una última visita al baño para descargar lastre. Normal, con el desayuno que se acaba de meter su cuerpo no puede sino solicitarle que libere equipaje. Finalmente aborda la calle y antes de llegar al primer monumento ya ha tirado 25 fotos digitales ridículas: a un semáforo, a una tienda, a una señal de tráfico y a un quiosco de prensa, entre otras. Esto con los tradicionales carretes de 12, 24 ó 36 no pasaba. Cada foto era una aventura que no se completaba hasta el regreso, cuando el revelado te confirmaba que no eras especialmente agraciado. Ahora sales un fin de semana y tiras 300 fotos para finalmente revelar las 3 en las que saliste decentemente y eso no tiene mérito. Además, estadísticamente resulta muy triste: significa que solo eres bien parecido un 9 % de tu tiempo.
Llegado a la primera de las paradas el turista tipo observa estupefacto que cientos de personas pueblan ya las colas de acceso a los monumentos. Entonces se lamenta por no haberse levantado a las 6 de la mañana. No obstante, no puede ni debe rendirse, pues la mejor foto es siempre la que se toma en todo lo alto del edificio. Además será la prueba inequívoca que exhiba en el trabajo para demostrar cuán viajero es junto con la retahíla de souvenirs inútiles que adquiera. Finalmente, tras dos horas de espera accede al monumento en cuestión. La normativa establece únicamente 15 minutos de estancia en el mismo, así que en lugar de admirarlo al natural, emplea el tiempo en fusilar de instantáneas la vista. Los más profesionales incluso graban un vídeo con el que luego torturan a las visitas que reciben en su casa. Los vídeos de vacaciones y los de las bodas deberían estar prohibidos, ¿no creen?
Se precipita la hora de la comida y empieza otro nuevo reto: elegir restaurante. En apenas un radio de 200 metros se suceden un sinfín de locales con menú del día que hacen ciertamente difícil la elección. El turista estudia minuciosamente las cartas y precios escritos sobre pizarras con frecuentes faltas de ortografía. Personalmente considero que lo mejor es siempre meterse en el primero que pilles, porque al final el rancho suele ser igual de infame en todos los sitios y al menos no perdiste tiempo. Si el turismo es en territorio nacional recomiendo además dejarse guiar por nombres sin ambages tales como Casa Petri, Taberna Juanito o Venta Carmen. Concluido el almuerzo se avecina la jornada vespertina, o lo que es lo mismo: la segunda etapa del día, en la que toca continuar el maratón de visitas iniciado al alba. Más colas y más fotos serán protagonistas indefectibles hasta que llegue la cena, que en no pocas ocasiones suele saldarse con el embutido y la barra de pan adquirida en el supermercado de turno. Esto último no suele contarse ni sale en las fotos. Finalmente, tras 16 horas de dura jornada, el turista se llega nuevamente al hotel totalmente aniquilado y confirmando la tesis de ese buen amigo que les mentaba el principio de este relato: “¡qué dura es la vida del turista!”


Almasy©



THE REFRESCOS: "Aquí no hay playa"

jueves, 14 de febrero de 2008

18. Votar o no votar, esa es la cuestión




     Apenas a un mes de que se celebren las próximas elecciones generales seguramente más de uno habrá echado de menos un ápice más de contenido político en esta mi bitácora. Créanme que no han sido pocas las tentativas que he realizado en esta línea, pero mi mayor problema reside en que me aburre soberanamente la clase política actual y este hecho necesariamente conlleva mi incapacidad para reflexionar sobre la misma. Líbreme Dios, meigas y meigos, de ser de esos que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero este que suscribe se ha acercado a otros momentos de nuestra historia y ha conocido la talla y el discurso de tantos eximios nombres que el panorama presente resulta desolador. Si me instan ustedes a precisar cronología me quedaría con el abanico de personalidades que poblaron el primer tercio del siglo XX: los Dato, Canalejas, Castelar, Azaña... No me llego a la Transición, pues han sido muchas las horas que he dedicado a su estudio y me sobrecoge la facilidad con la que hoy encumbramos a los Fraga, Carrillo, Suárez y González entre otros. Los dioses del Olimpo sabrán si tal Transición fue buena o simplemente salió bien, que también podría ser. ¡Cuánta hipocresía por ejemplo con la figura de Suárez! Elevado a los altares hoy, empujado a la dimisión anticipada en el 81. Se ha jugado tanto con su memoria que hoy el pobrecito mío, y de esto sí me compadezco, languidece aquejado por el Alzheimer, ¡qué triste paradoja! Me quedo pues con nuestra clase política desde principios del XX hasta la finalización de la Guerra Civil, matizando que de los miembros que la protagonizaron fundamentalmente me remito a su oratoria, su presencia escénica, su verbo. Déjenme que ignore en este escrito las implicaciones ideológicas que irían detrás de cada uno puesto que no es el objeto de esta reflexión.
     En cambio hoy me siento desairado con tanta pose y tanto mercadeo, hastiado del bipartidismo establecido y consentido, consternado con que el electorado español se haya habituado a castigar poco y mal. Siempre pongo a mis alumnos el mismo ejemplo: ¿sabían ustedes que el mismísimo Churchill, decisivo para la victoria británica en la IIGM, no fue reelegido en las primeras elecciones recién culminada la contienda? Eso sí que es saber decir: puede que seas un héroe nacional válido en tiempos de guerra, pero no te consideramos el más apto para tiempos de paz. Con dos cojones, que diría Reverte. Asimismo, me sobrecoge hasta la médula que dentro de esta sociedad harto competitiva en la que estamos sumidos, en la que te piden el graduado hasta para tirarte un cuesco, nuestros políticos adolezcan de una falta de preparación insultante. Me quedo por ejemplo con resaltar el magnífico dominio de los idiomas con el que nos han deleitado todos los presidentes de la Democracia.
     Y como no se trata de herir solo una sensibilidad me van a dejar ustedes que las hiera todas. Eso sí, aclaro por anticipado que no me mueve el simple anhelo de comportarme como un ciudadano tibio que no se alinea con nadie y prefiere criticarlo todo gratuitamente. Es más bien, ¿cómo les diría yo? Intentaré explicarlo con un ejemplo palmario: supongo que todos habéis pasado por la adolescencia, ¿verdad? (algunos ya hace más tiempo que otros, todo sea dicho). Pues bien, la clase política actual podría compararse a cuando tienes 15 años y tu madre te oferta para cenar entre pescado, fruta o verdura. “¡Joder mamá, que a mi edad se comen filetes con patatas fritas! ¡Menuda oferta culinaria me gastas, progenitora de mis entretelas!”
     Parece, en definitiva, que lo obligan a uno a no ser de nadie, situación que me enoja sobremanera, y si ustedes me dejan haré un sucinto repaso del panorama actual a fin de iluminar mi tesis:

-José Luis: actual presidente, cejas Citroën, talante sin talento, aburrido cual película francesa… ¡qué les voy a decir!, si cuando aludo a mis orígenes leoneses y me indican que los comparto con el actual presidente me cuido muy mucho de precisar que él donde nació realmente fue en Valladolid y no en León, cosa que por otro lado es verdad. Tan correcto, tan peripuesto, tan siglo XXI. ¡Qué añoranza sentimos los más cañeros de los momentazos Alfonso Guerra!

-Mariano: el gallego, que no es que te responda con una pregunta cuando se le cuestiona, ¡¿si solo fuera una?! Todavía me pregunto si le aqueja una verdadera dislalia o es realmente el bigote de Aznar el que se le atragantó ha mucho tiempo. Además, ahora Don Carnal y Doña Cuaresma le han dado un Carnaval que puede desembocar en gris ceniza y en entierro, a poder ser con sardina por eso de la conveniencia de ingerir pescado azul.

-Gaspar: no tiene ni a Melchor ni a Baltasar pero tiene a Rosa Aguilar, que no es poco, lo que pasa es que en cuanto sale de Córdoba deben darle cachetazos para que regrese a su Mezquita y no se meta en ríos que no sean el Guadalquivir. A todos los que nos va la marcha añoramos sobremanera a Anguita, que cuando no golpeaba con hoz lo hacía con martillo. ¡Qué tiempos aquellos! De Gaspar me pasma especialmente su verbo fácil y desabrido, muy en la línea de jugar en la elaboración de sus discursos a un recorta y pega con frases extraídas del Manifiesto Comunista, Alicia en el País de las Maravillas y/o Fray Perico y su Borrico.

-Los Nacionalismos: mira que no me gusta ser anti-nada, pero si me obligaran a elegir me inclinaría seguramente por ser anti-nacionalista. Sea del tipo que fuere: español, vasco, catalán, gallego o conquense si lo hubiera o hubiese. Bien nos lo pinten de verde o de amarillo, con bacalao al pil pil, pan tumaca o vieiras de Santiago (yo me quedo con estas últimas gastronómicamente hablando si me lo permiten), el nacionalismo se resume así: ¡yo soy yo porque soy distinto a ti, y ojo con arrimarte que te meto!

     Visto el panorama estoy desanimado, medio “atorrijao”, con la papeleta desdibujada y las hormonas reivindicativas adormiladas y he decidido que no puedo permitirme ni por un momento más seguir sumiéndome en la desesperación militante que me aqueja; por lo tanto, ¿qué les parece entonces si les insto a que me ayuden a dirimir si finalmente acudo a las urnas el citado 9 de marzo para que pueda elegir entre lo malo y lo peor? ¡Ya está el referéndum armado! Les propongo elaborar una entrega blog interactiva y dinámica en esta línea:

De aquí al 7 de marzo ruego me hagan llegar vía email (insisto, vía email y no comentario) argumentos que respondan a la siguiente estructura: DAME UNA BUENA RAZÓN PARA QUE VOTE Y OTRA PARA QUE NO LO HAGA EN LAS PRÓXIMAS ELECCIONES GENERALES. El citado 7 de marzo, tal vez el 8 por eso de respetar la jornada de reflexión, sopesaré los argumentos aportados (insisto mucho en que quiero una razón para el sí y otra para el no, aunque a priori solo se tengan argumentos a favor de una de las dos opciones). Os ruego originalidad por favor, no me jodáis con el manido: “si no votas no puedes quejarte”. Finalmente el día 9 publicaré mi decisión final amén de un recopilatorio de vuestros argumentos, lo que viene siendo un greatest hits, siempre respetando el anonimato de todos cuantos se animen a participar (os lo juro por los plásticos más duros).

Almasy©



GEORGES BRASSENS: "La mauvaise réputation"

viernes, 8 de febrero de 2008

17. El síndrome de Ulises



(Estrés crónico que viene asociado a la problemática de los emigrantes al afincarse en una nueva residencia. El término surge de la Odisea de Homero para referirse a la añoranza sentida por Ulises durante el periplo que le apartó una década de su amada tierra de Ítaca).


Karim era incapaz de conciliar el sueño esa noche. No podía dejar de pensar en el momento de la partida. Le habían dicho que tuviera paciencia, pues había que esperar a que la mar estuviera revuelta. De este modo la patera sería más difícilmente localizable por los radares.
Había tomado la decisión hace algunas semanas, a pesar de los innumerables intentos de su esposa por disuadirle. No obstante, todos sabían que las cosas no marchaban bien. Cada vez le salían menos trabajos y Karim deseaba lo mejor para los suyos. “Será solo temporal”, pensó para sí. “Luego me traeré a la familia y cuando consigamos ahorrar lo suficiente volveremos para montar nuestro pequeño negocio”. “No te engañes”, le iluminaba su mujer. “¿A cuántos conoces que volvieran? ¿Sabes de alguna familia que no se rompiera definitivamente? ¿Qué piensas que encontrarás allí, el paraíso?”. Sin embargo, Karim pensaba que era la mejor decisión, tal vez la única.
Le habían dicho que no podía portar en la travesía más que un pequeño hatillo con sus enseres más personales. Karim solo tenía dos cosas de valor: la foto familiar que le había regalado aquel bizarro fotógrafo errante que un buen día apareció en la aldea y la camiseta de Ronaldinho que su prima Sula le había hecho llegar dos primaveras atrás.
De repente sonaron unos golpes secos en su maltrecha puerta. “Es la hora”, anunció una voz que Karim fue incapaz de reconocer fruto de la excitación que le invadía. Se levantó sigilosamente y amarró sus pertenencias. Intentó en vano no despertar a su mujer, pues ella tenía el sueño ligero. Se miraron un instante. Ella lo acarició al tiempo que se secaba torpemente la ingente cantidad de lágrimas que anegaban su rostro. Karim fue incapaz de devolverle la mirada, simplemente susurró un sincero “juro que volveré”.
Los viajeros fueron conducidos con los ojos vendados hasta un recóndito puerto donde los esperaba una ridícula embarcación. Karim había sido pescador y rápidamente entendió la locura que suponía tripular aquella nave. Cerró los ojos unos instantes, apretó los puños e intentó bloquear su mente. El resto de los nómadas no mutaba palabra alguna. Se limitaron a mirarse fugazmente. La travesía comenzó violentamente. Un golpe de mar a punto estuvo de mandar al traste la aventura apenas habían zarpado. El deseo de abandonar su hogar los mantuvo a flote. No obstante, el temporal empezó a arreciar con fuerza y el miedo se apoderó de los tripulantes. Un par de fuertes olas seguidas sacó a tres mujeres de la patera. Nadie hizo amago alguno por socorrerlas y en unos pocos segundos se perdieron en las agitadas aguas. Karim se aferró a su grueso clavo que sobresalía peligrosamente de estribor. En condiciones normales solo hubiera servido para reventar la mano de algún marinero despistado. Para Karim significó un bastión al que aferrar sus esperanzas. Súbitamente el temporal comenzó a amainar y entre los aventureros se escapó alguna tímida sonrisa de alivio. El viento se suavizó y la temperatura se tornó más cálida. Incluso la embarcación parecía un firme velero a punto de resultar vencedor en una regata. Se oyeron entonces las primeras palabras desde que salieron: “lo peor ya pasó”, alcanzó a escuchar Karim.
Repentinamente un fogonazo de luz los deslumbró acompañado de una punzante sirena. El viaje había terminado.
Al cabo de dos semanas Karim fue repatriado. Su esposa lo recibió con un tierno beso a caballo entre la desolación por la fallida empresa y la alegría por tenerlo de nuevo entre sus brazos. Después de todo Karim cumplió su promesa: había vuelto a casa.

Almasy©



AMISTADES PELIGROSAS: "Africanos en Madrid"