lunes, 27 de mayo de 2013

207. Basta ya


En el día de hoy aterrizo, después de los tiempos, con aires rebosantes de pesimismo, asunto que aviso con antelación para que los menos estables emocionalmente hablando dejen desde ya mismo de leer estas líneas. Advertido lo cual les diré que la entrada de hoy es resultado de estar literalmente hasta los santos cojones de escuchar mensajes del tipo "impossible is nothing", divinos de la muerte para campañas publicitarias de Adidas o para tirarse el pisto de filósofo utópico en las redes sociales (he de reconocer que como tweet es ciertamente efectista). Pero basta ya, por Dios, sobre todo en un momento como el que estamos viviendo. Basta de llenarle fundamentalmente a nuestros jóvenes el depósito de los sueños con supuestos en gran parte inalcanzables para la mayoría. Basta de venderles humo, de decirles que podrán ser biólogos marinos o músicos que se inflarán a vender discos, porque muchos, por no decir la mayoría, tendrán que conformarse con limpiar las peceras del acuario o animar con la guitarra desde la hoguera del campamento hasta el cumpleaños de la tía Herminia (harto legítimo todo ello, por otra parte, pero a buen seguro a un buen trecho de lo que sería su objetivo final). Y líbrenme los ángeles y los demonios de querer cercenar los sueños de nadie, pero sí de poner un pellizco del principio de realidad en todo este asunto del futuro a fin de que el hostiazo de algunos no sea de proporciones mastodónticas, de significar no solo el envés de las cosas, sino también del revés, la cara B, el lado oscuro, que diría Dark Vader. Y es que al fin y al cabo y por mucho que nos joda, parafraseando al maestro Calderón, no se puede ignorar eso de que "los sueños, sueños son". 

Conozco a tanta gente tan buena que se ha quedado por el camino, que miedo me da alimentar gratuitamente el ego de cuantos me rodean. Y eso no quita para que los anime, para que los aliente, para que crea en ellos con fruición, para que los estime profundamente y hasta quiera con toda el alma; pero al mismo tiempo para poner delante de sus ojos el hecho de que la cruda realidad tiene un altísimo número de participaciones en esta tómbola de la vida. Y mira que me esfuerzo por morderme la boca, por repetirme: "¿quién eres tú (por mí) para dudar de los sueños de nadie, para ensuciar sus esperanzas, para teñir de pesimismo sus anhelos?"; pero reconozco que me acaba pudiendo mi lado protector, mi vertiente más paternal, para defender eso de que hay que esperar que ocurra lo mejor preparados para lo peor. Así de sencillo y a la vez así de complicado. 

Tal vez sea un síntoma de envejecimiento prematuro por mi parte o un mero reflejo del contexto de crisis en que nos encontramos, pero observo que me estoy volviendo peligrosamente cada vez más sincero, oscuro y directo. Cada vez me cuesta más recomendarle a nadie sobre su futuro, sobre sus perspectivas a corto, medio y hasta largo plazo. Sin ir más lejos, me estremezco cada vez que un alumno me pregunta eso de: "¿profe, qué tiene salida?". "¿Nada?" "¿Todo?" "¡Qué se yo!" Y ya cuando le muestro el catálogo de títulos que está a sus disposición se me revuelven hasta las tripas. Muchos de ellos con nombres imposibles altamente sofisticados que parecen ignorar la pregunta que debería seguirles: "¿habrá trabajo de lo mío?" Fíjense que hasta me ha sobrevenido la idea de que ahora en las universidades, a la vista del panorama, solo deberían ofertarse tres carreras (grados se llaman ahora, que otra cosa no, pero el plan Bolonia repulido en materia de vocablos lo es un rato): "Ciencias", "Letras" y "Mixtas". Punto pelota.

No sé, tal vez sea así como ha de discurrir la cosa. Soñar para, en las mayoría de las ocasiones, pegarse la hostia. A lo mejor resulta irremediable y hasta necesario. A buen seguro que no pueda ni deba ser de otra forma para que cada uno recorra su camino y tropiece con sus obstáculos (Galeano lo diría mucho mejor: "la utopía sirve para caminar, pelotudo"). Tal vez nunca debería haber escrito estas líneas, tal vez lleve una temporada con sobredosis de Arturo Pérez-Reverte, tal vez deba seguir creyendo, con 36 años a mis espaldas, que algún día pisaré el Santiago Bernabéu para marcar el gol decisivo en la final de la Copa de Europa (me niego a decir eso de Champions League). Tal vez...

Almasy©


El Kisky: "Soñar es gratis"