viernes, 20 de abril de 2012

192. Hasta la muerte

De niño, me gustaba ir a ver trabajar al zapatero de mi pueblo. Mientras remataba la faena –todavía eran tiempos en que si algo se estropeaba se arreglaba en lugar de tirarlo– Miguel me contaba historias que me dejaban boquiabierto. Recuerdo palmariamente una que hoy me sirve como brillante introducción a la entrega que nos ocupa. “Chico, en esta vida hay que tener humor hasta para morirse. Fíjate si no mi amigo Amancio, que era un cachondo mental. El muy cabrón se fue antes que yo, incluso tuve ocasión de visitarlo cuando languidecía en el lecho en el que se le avecinaba la muerte. Yo iba con la mentira por delante: «Tranquilo Amancio, que ya verás cómo sales de esta». Él sonrió y mirándome fijamente a los ojos apenas me susurró: «Miguel, se va el caimán». Y se murió”.

Pues bien, siguiendo las enseñanzas del sabio Miguel, popularmente conocido en el mundo entero como “Chelín”, me dispongo en el día de hoy a analizar las ocurrencias con las que nuestro insigne ministro de Educación señor Wert –que tiene apellido de carburante de coche como mínimo­– se habrá quedado calvo –en este caso tal vez habría que precisar “más calvo” por aquello de que ya hace tiempo que el sujeto en cuestión parece no saber muy bien dónde le termina la cara y le empieza la cabeza– a la hora de recortar gastos en la cartera que dirige. A saber:

-Aumentar un 20 % la ratio en las aulas, o sea 30 en primaria, 36 en secundaria y 42 en bachillerato.

Eso sí, en Comunidades como Madrid, todos ellos religiosamente bilingües. Aunque digo yo que con esas cifras habrá que dotar al profesorado de cronómetro –sin alardes, con uno de los chinos valdría, que hay crisis– a fin de distribuir convenientemente el tiempo del que un alumno dispone para expresarse en la lengua de Shakespeare. Así a bote pronto, en una clase de, pongamos un 1º de ESO, a razón de 36 individuos, en un período lectivo de 50 minutos, me sale a 1 minuto 23 segundos por barba. Ni uno más.

-No cubrir las bajas docentes inferiores a dos semanas de ausencia.

Poco exigente, se mire por donde se mire. Además, significaría dejar de prestar un servicio, así que por qué no dar un paso más. Total, si puesto el culo a los azotes. De hecho, prohibiendo que los profesores se pongan enfermos asunto arreglado. Desde luego, que no se les haya pasado esa medida por la cabeza. ¿O sí?

-Aumentar la jornada laboral de los profesores.

Pero sin cortarse un pelo. Es más, abogo en este terreno porque nos conviertan en profesionales 24 horas, como algunas farmacias y cerrajeros. Ya me veo instalándome en casa un aparatico para impartir docencia y resolver dudas por videoconferencia. “Martínez, quítese el pijama y vístase con decoro que le estoy viendo”. “Cifuentes, acabe ya la madalena y límpiese la comisura de los labios que empezamos con las derivadas”. “Hombre por Dios, Domínguez, cierre la puerta del baño cuando tire de la cadena, que se me acopla el micrófono”. “Susaeta, enfoque correctamente la webcam que nos conocemos”.

-Restringir los complementos salariales docentes, esto es: trienios y sexenios.

Mucho mejor y sin restringir, reconvertirlos en milenios.

Mas no se apuren, oigan, todo coyuntural y reversible, como las cazadoras o los chubasqueros.

Almasy©

Mozart: "Requiem"


1 comentarios:

Clara dijo...

Entiendo que no son ocurrencias de ministro.
Quieren algo, lo explican sólo a medias, consiguen votos a tutiplén y luego lo gestionan.
Llevándose por delante las oportunidades que ha costado conseguir (nadie las regaló y, como otros derechos, tuvieron que pelearse).
Así que habrá gente contenta, que ahora está bien calladita.
Otr@s andan en la "pelea".
Y much@s, paralizad@s. Por el miedo. Que también se ha organizado muy bien todo para despertarlo.

Publicar un comentario