viernes, 26 de noviembre de 2010

140. Carta a un joven que quiere ser diferente


Estimado joven:

Bien es cierto que no has demandado mis servicios y que en ningún momento has solicitado consejo alguno; mas viéndote desorientado y falto de rumbo me atrevo a regalarte un asesoramiento gratuito que pueda guiar tus pasos por la senda de tu afirmación personal.

Tengo entendido que anhelas ser diferente, aunque no acabas de tener totalmente claro lo que esto significa e implica. Te advierto de antemano que el propósito no es baladí y que el peaje que tendrás que abonar será alto, incluso excesivo. En este sentido te tocará remar contracorriente durante un cerro de tramos. Sin duda, has de saber, que desmarcarte de la manada te acarreará renuncias, ataques, vituperios y marginaciones varias. Pero no desesperes, pues ese halo de romántico atormentado del que hace gala el diferente también conlleva no pocos beneficios. Entre ellos me atrevería a significar que tu sex appeal se elevará al cubo y consiguientemente tus conquistas amorosas fluirán a raudales. Sin embargo, no adelantemos acontecimientos y vayamos por partes, que diría un descuartizador, pues previamente a embarcarte en esta cruzada tenemos que esclarecer si tienes visos de ser diferente. Algunos indicios que puedas presentar nos facilitarán la empresa. A saber: si abominas la música chunda chundera, incluido el reggaetón y la rumba comercialota, si te planteaste en alguna ocasión de tu corta existencia renegar del alcohol y las drogas como piezas únicas y/o fundamentales de tu ocio, si sientes curiosidad por las películas cuyos guiones incluyen frases con sujeto y predicado, si cuando te juntas con los amigos aspiras a pasar el rato charlando de algo más que de lo inmenso que es vuestro miembro viril, si tiendes a desmarcarte de la bazofia televisiva que nos inunda y a no afiliarte a las modas que desde Yankilandia nos invaden y si tus aspiraciones viajeras van allende Benidorm, entonces, solo entonces, tal vez verdaderamente estés en condiciones de ser diferente.

Insisto, y el que avisa no es traidor, que el impuesto revolucionario que tendrás que pagar será harto severo y que en no pocas ocasiones el proceso de afirmación de los diversos rasgos que componen tu personalidad encontrará pocas alternativas. Ideológicamente, verbigracia, es preciso que asumas que tu posicionamiento se me antoja cuando menos complicado. No hace más de un par de décadas, cuando yo comenzaba a saborear las mieles de la adolescencia, la elección era sencilla: o eras nazi o eras anarca. Ahora la pepla política es mucho más difusa, en ocasiones hasta inexistente, y el ramillete de credos a los que afiliarse resulta poco o nada estimulante. De hecho, es tanta la homogeneidad reinante que uno hasta se pone nostálgico rememorando aquellos extremismos juveniles ataviados con uniformes paramilitares. ¡Qué le vamos a hacer, si con la postmodernidad quedaron sepultados los grandes paradigmas!

Tampoco en otros terrenos aparentemente más mundanos lo tendrás nada fácil para perder de vista al rebaño, pues este tira recio de uno y cuando le tienta emprender ruta alternativa, suele encontrarse con los perros del pastor prestos a reconducirlo; sin embargo, la hemorragia de felicidad que experimentarás con cada una de tus pequeñas conquistas no tendrá precio.

En resumidas cuentas, estimado joven, avisado quedas de que ardua es la empresa que te has propuesto; pero, ¿quién dijo miedo?

Almasy©

CELTAS CORTOS: "20 de abril del 90"


jueves, 18 de noviembre de 2010

139. El nazi II: Procuro

Supongo que el ser humano es lo mejor y lo peor del universo mundo. Sin embargo, en no pocas ocasiones tiendo a ver el vaso medio vacío en lugar de medio lleno y seguramente ya se habrán percatado que con cierta frecuencia me entra la vena misántropa y dedico esta página a verter sapos y culebras contra todo homo sapiens que se precie y meneé (véase El nazi). En este sentido, no es casual que una de mis citas literarias favoritas rece en los siguientes términos:

“Odio a los fatuos, y si las leyes no existieran, dedicaría las tardes de los domingos a asesinar a tiros de pistola a todos los fatuos que conozco. También asesinaría a los que ahuecan la voz al hablar. Y a los que hablan alto sin ahuecar la voz. Y a algunos que ni ahuecan la voz ni hablan alto. En resumen: asesinaría bastante gente”. (PONCELA, Jardiel: Amor se escribe sin hache).

Personal y afortunadamente, la aversión que siento hacia numerosos entes del globo no trasciende hasta límites asesinos, sino que acostumbro a conformarme con procurar apartarme de determinados especímenes.

Así, procuro huir, no siempre es posible y por ende no siempre lo consigo, de todos aquellos que entienden que arreglarse significa enfundarse la elástica del equipo de fútbol de sus amores. De los que consideran que el oro es un metal precioso y abogan por poblar su cuerpo con todo tipo de abalorios áureos. Procuro evitar también a los que alardean de disfrutar con los programas del corazón y encumbran a Belén Esteban a la categoría de princesa del pueblo. Aunque pensándolo bien, si el pueblo idolatra la chabacanería, el oportunismo, el aquí estoy porque he venido y las muecas reservadas a los mamarrachos zafios, entonces la Esteban sí puede que merezca tal honor. ¿Me entiendes?

Presto me aparto también de aquellos a los que les suena en el móvil la sintonía de algún himno deportivo o el último hit de los 40 principales. Asimismo, de los que entienden que pasar las vacaciones es irse a Levante para apostarse a las 7 de la mañana en una playa a la busca y captura de un rincón en el que ubicar su tenderete.

Tampoco quiero toparme con los que habitan en los bares con el carrito del bebé, ni con los que acostumbran a pitar por cualquier cosa cuando manejan su automóvil. Por el orto les metía yo la bocina.

Lejos también procuro ubicarme de los que comen y no engordan, pues algún virus fatal y extremadamente contagioso debe correrles por las venas a esos desgraciados.

De los que llevan visera cuando no hace sol y más aún si no se la calan, sino que la dejan reposando sobre su cabello, a veces este incluso engominado pese al complemento. Y en hablando de complementos, a toda prisa me alejo de los que abusan de los piercings. Jeta y cuerpo perforados por doquier como si de aspirantes a Mister/Miss Taladro/Taladra se tratasen. Y no ya por estética, sino por seguridad, pues me da la impresión que va a ser que ingieran un vaso de líquido y este se vierta por los boquetes que presenta el sujeto/la sujeta.

De los que fuman en el coche, en el ascensor, mientras comen. De los gordos que fuman, de los feos que fuman, de los gordos y feos que fuman. Ahora entenderán por qué yo, en calidad de gordo y feo, no fumo.

De los que no se quitan el chándal ni para plantar un pino y de los que se presentan en público sin camiseta, exhibiendo lorza o músculo, me es indiferente, así como también de los que se colocan una vulgar camiseta de tirantes o mangas de sisa de esas que facilitan la contemplación de la axila o sobaco. Si está depilada es más propio decir axila, pues suena más aseado, mientras que sobaco casa mayormente con pelambrera, sudor y efluvios.

Asimismo, huyo despavorido de los que consumen el envase de patatas fritas mientras hacen la compra y luego le muestran a la operaria de la caja registradora un ridículo plástico que en otra vida tal vez tuvo la condición de bolsa para que le pase el lector de código. De igual modo que de los que no se lavan las manos tras orinar. Recomendable también, por cierto, hacerlo antes, pues es tu miembro lo que está entre manos y conviene asirlo con la mayor higiene posible.

En resumidas cuentas, procuro escabullirme de mucha gente.

Almasy©

OBJETIVO BIRMANIA: "No te aguanto más"


jueves, 11 de noviembre de 2010

138. La senda

Siempre llega un momento en la vida de un hombre –o de una mujer, me hubiera instado a matizar el extinto Ministerio De Igual Da Que Da Lo Mismo– en que corresponde decantarse por la senda que se quiere seguir. Podemos recrearlo con una imagen muy cinematográfica, en plan caminito de Jerez interrumpido por dos puertas que abren distintas continuaciones para nuestro periplo: la difícil y la fácil. La difícil está hermética y no resulta nada atractiva, tiene el barniz ajado y el pomo en vías de oxidación. Además, se nos antoja que tiene que ser harto pesada y que nos llevará un buen rato encontrar la llave que posibilite su apertura. En cambio, la fácil se nos presenta lustrosa. Aparenta ser ligera y justo a la altura de nuestra mano brilla reluciente un tirador ergonómico que te llama a gritos para que lo agarres. Incluso cuando te aproximas descubres que se encuentra ligeramente entreabierta, permitiendo echar un vistazo al otro lado. Allí te espera una saca llena de pecunia por la que no tienes que dar cuentas y cuya apropiación solo depende de estirar el brazo, un examen cuyas preguntas conoces de antemano, un trabajo alcanzado sin preparación ni esfuerzo por tu parte y un reconocimiento vacuo de tu persona fundamentado en el miedo combinado con el asco de cuantos te rodean. Todo ello ahí, a tiro de piedra, simplemente anhelando que lo hagas tuyo. Además, apenas cruzas la puerta fácil se te extiende un aval notarial que acredita que no tenías otra opción, lo cual justifica sobremanera tu decisión. Que las cosas ocurrieron como ocurrieron y no podían haber ocurrido de otra manera. Que casi que te viste obligado por las circunstancias a que resolvieras no adentrarte por el camino difícil. La familia en la que te tocó vivir, la educación que se te propuso o simplemente las amistades de las que te rodeaste condicionaron tu devenir. En cambio en la difícil, un contundente letrero rezaba que tus circunstancias podrán explicar tus actos, pero no justificarlos. Que eres dueño de tu destino y que en tanto estás en posesión de un bien tan valioso como el libre albedrío, deberás responder de tus maniobras.

Son pocos los que cruzan la trabajosa puerta que da paso al camino difícil, temerosos de lo que les espera, titubeantes y escuchando allá a lo lejos las carcajadas de los que prosiguieron por la senda fácil. Los más aguerridos no desfallecen y aprietan puños y dientes al tiempo que se repiten: “A todo cerdo le llega su San Martín”, “Todos pasan tarde o temprano por delante de la escopeta”, “Ningún hijo de puta es eterno”. Estas máximas los consuelan y los alientan para proseguir en su empresa. Para no arrepentirse de la decisión que tomaron. Para vislumbrar la luz al final del túnel y no sentirse ministros de la estulticia. Para convencerse de que su objetivo es llegar lejos, no alto. ¡Ánimo pues viajeros!

Almasy©

GABINETE CALIGARI: "Camino Soria"


jueves, 4 de noviembre de 2010

137. Preliminares

Dicen de ellos que son los antecedentes a una empresa de mayor índole, pero en realidad frecuentemente superan con creces a lo que está por venir. Los encontramos por doquier, ejerciendo de preámbulos antepuestos a la acción en sí, y hoy aterrizan en esta bitácora para reivindicarse en sociedad.

Son famosos por excelencia los sexuales que preceden a un coito reincidentemente sobrevalorado, pues el buen amante deja su impronta en los juegos anteriores al clímax, ejerciendo como ingeniero del amor que acierta a pulsar los interruptores que corresponden, lejos del precipitado y torpe neófito al que solo le obsesiona ir al tema.

Me excitan también los que se nos brindan en los visionados de películas bajo la denominación anglosajona de “trailers”. Tanto es así que reiteradamente me han cautivado más que el film que les sucede y en no pocas ocasiones me ha tentado gritarle al proyector que sustituyese el rollo programado por el que contuviera alguna de las propuestas cinematográficas saboreadas en esos excitantes pedacitos previos.

Otros que me apasionan son los que acontecen con anterioridad a algún evento deportivo de magnitud. Verbigracia, en los mal llamados derbis futbolísticos del siglo –llevamos ya tantos que al siglo le van quedando pocos huecos–. Estos suelen iniciarse al menos una semana antes del encuentro en cuestión, que se calienta convenientemente con declaraciones altisonantes, resúmenes de partidos de años anteriores que acostumbran a remontarse al principio de los tiempos, estadísticas que llegan a medir hasta los nudos de lazada que los jugadores llevan en las botas y especiales televisivos varios jalonados a lo largo y ancho de la parrilla televisiva: conexión en directo con los equipos entrenando, conexión en directo con los equipos almorzando, conexión en directo con los equipos en el masajista, conexión en directo con los equipos en el autobús, conexión en directo con los equipos en su hotel de concentración, conexión en directo con los equipos cagando... No me negarán que son apasionantes, tanto que si el partido luego no está a la altura de las circunstancias, algo por otra parte bastante frecuente, serán lo único que permanezca en nuestra retina.

¡Y qué decir de los culinarios, y más específicamente los que se presentan antes del primer plato bajo la denominación de entremeses o entrantes! En algunos bodorrios, más suculentos incluso que el propio menú de la celebración. ¡Con el pastón que pagaron los novios y resulta que lo mejor del convite fueron las empanadillas y el pinchito de tortilla servidos nada más aterrizar en el restorán!

Como prólogos, prefacios y hasta proemios los he visto presentarse en libros. Los pobrecitos míos son los grandes olvidados de la Madre Literatura, pues con frecuencia los lectores solemos ignorarlos por mor de la avidez que nos empuja a ir al grano del primer capítulo. Craso error, pues en estos exordios se avanza o se desgrana en no pocas ocasiones la esencia misma de lo que está por venir. Dicho de otro modo, que a veces te libera incluso de leer la obra de marras, lo cual se agradece cuando intuyes que esta no va a ser de tu agrado. Aunque si les soy sincero, a este respecto sigo al pie de la letra las instrucciones que daba Ricardo Baroja, quien venía a decir que la ventaja que ofrecen los libros, a diferencia de las personas, es que no tienes por qué guardarles respeto alguno si consideras que no te satisfacen. No ha lugar a los modales ni al saber estar en estos casos. ¿Qué no te engancha?: carpetazo de turno y a otra cosa mariposa, que no está el asunto como para darle a un libro 100 páginas de oportunidad a fin de que se ponga interesante. De hecho, siendo franco, a buen seguro que más de la mitad de lecturas que he iniciado a lo largo de mi vida no he podido terminarlas porque no me llenaban.

Llamativos también son los que se desarrollan antes de unas elecciones. A la vista tenemos las municipales y autonómicas y ya me estoy retorciendo del gusto solo de pensar en la campaña previa al acontecimiento en cuestión. Y no me refiero a los debates televisivos y al fuego cruzado de declaraciones de unos y otros. Todo eso me la refanfinfla. A mí lo que me interesa es observar cómo en los meses anteriores al evento me arreglarán la acera en la que siempre se me atraviesa el carricoche de la zagala, vislumbrar cómo desaparecen los incómodos a la par que ramplones grafitis que gobiernan mi fachada, toparme con la autovía que frecuento definitivamente libre de obras y recibir misivas en mi buzón postal en las que me recuerdan lo importante que soy para el futuro de mi municipio.

Finalmente, no me resisto a rematar este asunto de los pres- con una chanza ad hoc: dicen que era un tipo con el pene tan descomunal que tenía prepucio, pucio y postpucio.

Almasy©

MOZART: "Obertura La Flauta Mágica"