viernes, 30 de octubre de 2009

88. Educación para la ciudadanía


Mucho se discutió, ahora afortunadamente no tanto, sobre la idoneidad de implantar en el sistema educativo una materia como “Educación para la Ciudadanía”. Los más contumaces apuntaban que no era misión del Estado educar a sus hijos en valores. A estos no puedo sino responderles que si el Estado tiene alguna obligación en materia formativa esta debería ser casi exclusivamente la de aleccionar ciudadanos de bien. Y el resto como que sobra. Además, otro de los argumentos que imperaba era que los docentes encargados de su impartición podían incurrir en subjetividades contrarias a las creencias cívico-religioso-morales de los progenitores. A este respecto me pregunto qué profesor logra enseñar su materia con absoluta objetividad y asepsia. Yo personalmente no conozco a ninguno, pues el docente antes que maestro es un ser humano con sus filias y sus fobias. Como todo hijo de vecino. Así, podemos toparnos con profesionales de la biología creacionistas, amantes de la historia que abrazan el fascismo y filósofos afines a Rousseau que se empeñan en ignorar las tesis de Hobbes. Y lo que te rondaré morena.

El problema de fondo es que la asignatura de marras era una propuesta socialista que los opositores utilizaron para poner el grito en el cielo. Nada extraño por otra parte, pues la educación en este país, espero y deseo que en otros también, se ve salpicada a diario por el lodazal que prepara nuestra insigne clase política. Empero, dejando a un lado cortes y despachos, entiendo que no existe materia más idónea para nuestros jóvenes que el conocer algunos principios básicos que puedan contribuir a que en el futuro no se conviertan en unos auténticos e indeseables hijos de la gran puta. La pena es que los padres no podamos cursarla también a fin de reforzar algunos valores universales incuestionables que o no aprendimos nunca u olvidamos hace lustros. Y no me refiero a principios tan generales como la libertad, la igualdad y la fraternidad de los hombres. Esos los doy por hecho; sino a asuntos más mundanos pero a la postre vitales para un feliz entendimiento con la mayor parte de nuestros conciudadanos. Así, el currículo de esa “Educación para la Ciudadanía” debería explicitar que no se baja fumando en el ascensor; que si tienes perro almacenes sus mierdas en la bolsita para tal efecto; que si te da por embriagarte en una verde pradera a base de botellón recojas convenientemente todos los residuos y que si tras la ingesta de alcoholes varios te calientas no te dediques a romper papeleras para liberar adrenalina, sino que optes por otras alternativas harto saludables como pueda ser pegarte cabezazos contra el adoquín del suelo; que si tienes pretensiones artísticas decores con el pertinente spray indeleble la mesa de caoba maciza del despacho de tu padre; que si te apetece correr con el coche alquiles el Jarama o te desfogues con la WII y que si te gusta ir en el metro o por la calle escuchando música en el móvil sin cascos entiendas que el resto no solo no lo percibimos como un guiño de generosidad por tu parte sino que además nos ralla las tripas e incluso nos suele provocar el pronunciamiento de exabruptos tipo: “me cago en todos tus muertos y en todos tus vivos”. Por ejemplo.


Almasy©



EXTREMODURO: "Jesucristo García"


viernes, 23 de octubre de 2009

87. El Paraíso


Me gustaría creer en Dios. Pero no sé. Les juro que lo he intentado con todas mis fuerzas, pero soy incapaz. Por proximidad e historia igual me daría el de los cristianos, el de los judíos o el de los moros, si bien siempre que me he impuesto volverme un acólito religioso he fracasado estrepitosamente, lo cual me produce una sensación de frustración al tiempo que de malsana envidia para con los que sí son capaces de abrazar una fe.

Estos credos mencionados, como la mayoría, venden una bicoca que es más que digna de tener en cuenta: EL PARAÍSO, cuyo acceso está reservado únicamente a los socios del club de Estira la Pata. Unos lo venden con nubes blancas, angelitos y un tal San Pedro enredando con unas llaves, mientras que otros nos hablan de huríes macanudas pululando en cueros por doquier. Con esto último, la verdad, es que el Islam me tendría ganado para la causa. Sin embargo, yo el Paraíso lo encontré antes de criar malvas. El mío se llama Santorini.

Sita en las Cicladas más meridionales bañadas por el Egeo, también se la conoce como Thera y no es sino el resultado de una enorme explosión volcánica que destruiría los asentamientos iniciales para dejarnos actualmente una isla cuya vida gira en torno a una impresionante caldera geológica.

Yo la conocí una cálida noche cerrada de julio. Arribé exhausto con mi compañera de viajes a su puerto de mar en un gigantesco ferry que despedía olor a gasoil. Inicialmente estaba previsto que llegásemos en un coqueto, raudo y moderno catamarán, pero Eolo quiso ponernos las cosas difíciles agitando la mar lo suficiente como para que fuese conveniente alcanzar la isla en una embarcación más grande y consiguientemente más lenta. Tremendamente más lenta. Cuando atracamos no se veía ni a jurar. Apostado tras una sencilla cinta delimitadora de plástico barato nos recibió un guía mexicano que nos acompañó hasta un arcaico autobús cuya misión era conducirnos a nuestras dependencias. Costó casi una hora alcanzar el destino hotelero contratado. Fuimos los últimos en abandonar aquel trasto, ligeramente mareados tras las numerosas curvas y pendientes que habíamos sorteado. Un tipo de apariencia eslava nos esperaba sonriente. No hablaba ni papa de inglés, así que mis intentos por parecer amable no fructificaron. El sujeto se limitaba a lucir dientes y asentir torpemente. Otra bajada monumental con las maletas a cuestas nos esperaba antes de la habitación. El desasosiego ante tanta incomodidad seguida empezaba a invadirnos, pero el cansancio pudo más aquella noche y simplemente nos abandonamos a los brazos de Morfeo con la esperanza de que el nuevo día aplacara aquel desencanto inicial.

No acierto a recordar la hora a la que amanecimos, pero sí mantengo vivito y coleando el momento en el que abrí la puerta de la habitación para ser invadido por las vistas más sobrecogedoras de cuantas haya contemplado jamás. Azul y blanco aderezados con unos toques de caldera de volcán, podría resumir el cuadro. El Paraíso antes mis ojos sin necesidad de palmarla.

Almasy©

José Feliciano: "Zorba el griego"


viernes, 16 de octubre de 2009

86. FFAA

La cruda realidad es lo que tiene. Que es cruda. Y no entiendo por qué algunos se empeñan en disfrazarla de hermanita pobre de la caridad. A este respecto quería referirme a los últimos anuncios televisivos con los que nos ha deleitado el Ministerio de Defensa a fin de anticiparnos la Festividad del 12 de Octubre. Estos siguen en la línea de otros que de un lustro a esta parte insisten en presentarnos a las Fuerzas Armadas como una suerte de ONG sin fronteras que va repartiendo botes de leche condensada y besitos en la oreja allá por donde van. Y es que hasta donde mi recortada sesera alcanza, los soldados portan armas que suelen emplearse con saña en guerras para matar y evitar ser abatido. De eso creo que tratan las contiendas bélicas. Sin embargo, los citados spots abogan por vendernos una imagen edulcorada en la que pareciera que los reclutas están haciendo en los cuarteles una especie de FP en la que son formados en el arte de la papiroflexia, el macramé y las cocinitas humanitarias.

Conste en acta que estas denuncias no encierran un absurdo antimilitarismo de los que pregonan eso de “¿Qué pasa si hay una guerra y no vamos nadie?” Supongo que tal y como está montado el tinglado es necesario que alguien esté dispuesto a defender o atacar haciendo uso de la violencia. Así ha sido siempre, así es y no soy pájaro de mal agüero si sentencio que así será, teniendo a este respecto más razón que un santo el oscuro Thomas Hobbes cuando enunciara aquello de “Bellum omnium contra omnes”; o sea, “todos a hostias contra todos” como triste condición innata y permanente del ser humano.

No obstante, los máximos responsables de la autoridades castrenses insisten contumaces en encargar a los publicistas campañas con las que nos recalcan que los soldaditos de a pie son uno más. Y no es cierto. Yo no llevo un fusil de asalto y ellos sí. Punto. No hay más. Bueno, miento, sí hay algo más. Para portar dicho fusil nuestro ejército, desconozco lo que hacen otros, solo exige un 80 de coeficiente intelectual y el graduado escolar. No hace mucho eran 70 de CI, umbral de la deficiencia mental, y ¡sin graduado escolar! ¡Toma Geroma pastillas de goma!

Por todo lo apuntado, y lo que me guardo por respeto a la mucha gente de bien que debe encuadrarse en las Fuerzas Armadas, ruego a los marciales mandamases cesen de gastarse el dinero de todos con estas propuestas publicitarias o acabaré echando la real pota y suscribiendo las palabras que uno de mis viejos profesores de historia antigua pronunciara para referirse al siete veces cónsul y militar romano Cayo Mario: “Mario, como buen militar, tenía poca cabeza”.

Almasy©

LOS SUAVES: “Ourense-Bosnia”

jueves, 8 de octubre de 2009

85. ¡Qué coraje!


Entiendo que las recientes cifras de desempleo no son sino el fatal resultado de una crisis global que, como toda recesión que se precie, pasará. Lo que no parece tan temporal son las actuales exigencias del mercado laboral, ajenas, sin embargo, a la mayor parte de nuestra clase política.

Resulta que tenemos a licenciados haciendo fotocopias, a ingenieros con sueldos de titulados en FP y a doctores honoris causa cuidando exámenes en las universidades. Todos ellos con su pertinente manejo de un par de lenguas amén de la materna, pilotando sobremanera de informática, 4.000 horas de cursos a las espaldas con los que se suponía iban a acceder a una bolsa de trabajo de no te menees y una decena de masters por la universidad de Harvard.

Y para su desesperación, a escasos metros, conviven con una clase política poco o nada preparada en líneas generales pegándose la vida padre. Si mis escuetos conocimientos de culturilla general no me fallan, creo que para el desempeño de un cargo político solo hacen faltan dos requisitos: tener 18 años cumplidos y no reventar algún medidor y/o test de esos que supuestamente detectan la deficiencia mental. Tan vasto currículo se me antoja ciertamente insignificante y sin lugar a dudas a años luz del presente panorama laboral. Me atrevería a decir incluso que desanima al tiempo que jode a aquellos que entendemos el esfuerzo y la preparación sin tregua como condiciones sine qua non para el feliz desempeño de la tarea con la que pretendes contribuir a tu mejora personal y, por extensión, del conjunto de la sociedad.

Otra incongruencia en esta línea es la ausencia total de especialización de nuestros políticos, lo cual nuevamente no es sino ir contracorriente con premeditación y alevosía. Así, encontramos médicos traumatólogos que solo se ocupan del tobillo, abogados que únicamente abordan casos de derecho mercantil y obreros de la construcción a los que exclusivamente se les encomienda ralentizar el tráfico con una banderola bermellona cuando la carretera se pone en obras. Por el contrario, el presidente del gobierno de turno decide un buen día que el ministro de educación bien vale para exteriores, que la de sanidad no puede hacerlo muy mal si pasa a ocupar la cartera de defensa o que su amigo medio analfabeto de la infancia es el candidato perfecto para encabezar la lista del partido a las europeas. Total, si pal´ caso to´ es la misma merienda de negros, ¿verdad?

Almasy©



QUEEN: "Under pressure"

viernes, 2 de octubre de 2009

84. El Gicho

Pokeros, chonis, canis, rapaos, bakalas, buitreros… Son muchos los términos utilizados para definir al ejemplar que hoy tenemos entre manos. Yo me decanto por GICHO, pues me parece un vocablo que reúne cuantos vicios y virtudes presenta esta criatura del Señor.

Físicamente los hay de toda clase y condición, si bien uno muy característico suele ser el tirillas. Este tiende a presentar un moreno camionero, unos andares como si le hubiesen introducido una pértiga por el recto y un corte de pelo con múltiples formas. Se hacen números, rayas paralelas, flequillos como colofón de una especie de tonsura satánica, el tradicional rapado al cero de toda la vida y también el siempre gitanil formato con frontal y laterales cortos con la parte trasera más larga y acaracolada.

El gicho es un amante de los complementos, especialmente de las viseritas medioladeras y de los abalorios de oro del que cagó el moro. Cristos, cruces de Caravaca, gruesos cordones repujados y la tradicional chapita con el rostro de sus abuelos suelen llevarse la palma. Tampoco pueden faltar las esclavas en la muñeca, un buen surtido de sellazos en los dedos y una manada de taladros a lo largo y ancho de su rostro. Las gichas, además, incluyen en sus lóbulos pendientes de aro con un tamaño apto para que reposen loros, cacatúas y cóndores. Ahora también se ha apuntado a la moda del tatuaje y presenta frecuentemente el nombre de su parienta en la cara anterior del antebrazo y/o algún escorpión y/o letra supuestamente china en el lateral del cuello. Los hay también que incluyen en su repertorio el careto de Camarón y hasta el de la Virgen del Carmen. Para gustos los colores.

En cuanto al atuendo se refiere, el gicho no suele complicarse demasiado la existencia. Su fondo de armario consta de camisetas de licra con algún motivo tribal, un pantalón del chándal con los colores de la bandera de España en los laterales y zapatillas de correr. Así, mientras que las pobrecitas gichas se acicalan todo lo acicalable a su manera, ellos pareciera que fuesen siempre dispuestos para la clase de gimnasia.

El gicho es consumidor habitual de sustancias estupefacientes que lo evadan del mundanal ruido. Buena muestra de ello es que entre semana su dieta es rica en canutos y los findes tira la casa por la ventana y se decanta por las drogas de diseño y la siempre socorrida farlopa pa´ la tropa.

Su ocio tiende a centrarse en el mundo del motor, constituyendo el tunning una suerte de religión que profesa incondicionalmente. Además, se ilustra conscientemente con todo tipo de revistas que profundizan en el apasionante universo de los pistones, los cilindros y las juntas de culata. Precisamente estas publicaciones constituyen junto con el AS y el MARCA –en este caso solo las fotos y los titulares con letra negrita mayúscula– las lecturas de cabecera de este insigne personaje. Cuenta la leyenda a este respecto que en cierta ocasión intentó leer un libro pero tuvo que dejarlo porque se mareaba contemplando tanta letra junta.

Musicalmente opta por el reggaetón, el techno pastillero y el ancestral bakalao chundachundero, pues el house se le queda grande y tiende a tacharlo de estilo excesivamente erudito más propio de los maricones. Y eso sí, otra cosa no, pero el gicho es de los de antes muerto que julandrón. También adora algunos de nuestros clásicos nacionales, entre los que no puede faltar Estopa, Melendi y la siempre omnipresente Camela, quien continúa resistiendo generación tras generación.

En materia ideológica el gicho abraza buena parte de los vocablos acabados en –ismo más reprobables de cuantos existen. Fascismo, machismo y racismo figuran entre sus preferidos, aunque no acabe de distinguirlos palmariamente.

En definitiva, se trata de un ser peculiar que justifica eso de que de todo tiene que haber en la viña del Señor. Vamos, que si no existiera, habría que inventarlo.

Almasy©



CAMELA: "Enamorado de ti"