viernes, 25 de enero de 2008

16. Actividades extraescolares



     Actualmente los padres se desmarcan de sus hijos comprándoles un ordenador o una videoconsola, pero en mi más tierna infancia y en mi temprana adolescencia, el único recurso disponible lo constituían las actividades extraescolares. Por tanto, era común que, tras las clases, acudiéramos los niños a fútbol, defensa personal o guitarra y las niñas a ballet, sevillanas o piano, por poner simplemente algunos ejemplos palmarios al tiempo que sexistas. Pues bien, en mi caso la primera actividad fue el judo, elección que ciertamente me resultó sencilla, pues de pequeño me había atiborrado de películas de kung-fu alquiladas en el videoclub de mis colegas David y Sergio, en cuyo hogar nos flipábamos visionándolas hasta 3 veces en el mismo día. Así, era frecuente que, fruto de la emoción, nos diésemos patadas voladoras entre nosotros que no solían llegar a buen término: o patada sin querer en los huevos del otro o rotura de muebles eran los destinos más corrientes de estos golpes provocados por nuestro anhelo de emular al samurai de turno que siempre se vengaba de un malo malísimo que había matado a su hermano. A mí me gustaba sobre todo la postura de la cobra, que consistía básicamente en colocar la mano a la altura de la cara, en orientación convexa, simulando la cabeza zigzagueante de la supuesta cobra, animal letal; pero obviamente mis movimientos distaban mucho del de la peli, y más que una cobra a punto de aniquilar al enemigo parecía una lagartija borracha. Por este motivo me decidí a emprender mi peregrinaje por las artes marciales, deseoso de mejorar mi estilo y repartir tortas a dolor cual Bruce Lee. El kung-fu apenas había llegado a España y lo que más a mano me quedaba entonces era el judo en el colegio que habían introducido los de la Asociación de Padres y Alumnos, la APA, como se la conocía popularmente. Pues bien, la APA en cuestión contrató para impartir las clases a un profesor entradito en años, más bien cincuentón si no sesentón, donante de pelo, prominente monoabdominal a la altura de la barriga, narigudo, con cejas Citroën a lo ZP y… vamos feo, muy feo, más que de belleza escondida, jeroglífica. Yo creo que era el hermano bastardo del señor Miyagui de Karate Kid en versión hispana. Si aquello era una “máquina de matar”, como todos esperábamos, entonces yo era la fallera mayor del año.
     Solo un aspecto de su físico daba auténtico pavor, sus manos, auténticas salchichas alemanas en lugar de dedos, poderosas como ningunas, tal y como pudimos comprobar en la clase de presentación cuando nos saludó uno por uno estrechándonos la mano y devolviéndonoslas con olor a jabón lagarto y prácticamente lisas. ¡Joder cómo apretaba el tío!
     No obstante, su carácter violento y sanguinario se quedó ahí, ya que, como pudimos apreciar, de hostias como panes poco, la verdad. Todos esperábamos ansiosos que nos enseñara cómo patearle el culo al primer payaso vacilón de turno, vengarnos del listillo que nos había bajado los pantalones en clase dejándonos en ridículo, acabar de una vez con los repetidores que nos robaban los bollos en los recreos y/o romperle las manos al gafotas que siempre nos ganaba a las chapas (y eso que yo también era un gafotas). Aprender una llave mágica, una patada mortal o un puño definitivo era nuestro deseo más ferviente. Queríamos acción, adrenalina al 100 %; pero el Sensei Ramón, nombre ridículo donde los haya para un profesor de artes marciales, únicamente nos decía que lo importante era estar en forma, alcanzar el equilibrio, estar saludable, empaparse de un karma positivo... ¡Bobadas, para eso ya estaban los crispis, los yogures y el calcio 20 (¿saben ya lo que es el calcio 20?)! Yo iba a cada clase con el objetivo de convertirme en el primer Rambo made in Móstoles y solo salía de allí haciendo el pino, el puente y la voltereta para atrás sobre colchoneta de goma-espuma verde, mucho más en la línea de Joaquín Blume, famoso gimnasta español de los ´50 según el Trivial, que en la de un superviviente nato combatiente del mal y hacedor del bien.
     ¡Qué decepción! Al menos, si no nos enseñaba llaves, todos queríamos que nos mandase pintar una valla, o encerar un coche, o lijar un porche de madera, como el mencionado Señor Miyagui a Daniel Sanz en la citada Karate Kid, artimañas a través de las cuales el sabio profesor se ahorraba una pasta en reformas del hogar y su disciplinado alumno aprendía sin darse cuenta los movimientos básicos del arte marcial en cuestión. A mí el Sensei Ramón solo me mandó secar el sudor del suelo en un par de ocasiones y no prestó atención a si yo pasaba la bayeta en círculos concéntricos o a la que te jodió, con lo que concluí que su orden no llevaba implícita ninguna técnica judoca imprescindible para la adquisición de mi ansiada postura de la cobra. Por este motivo, después de un par de meses, acabé resignándome a ser, por los siglos de los siglos amén Jesús, una simple lagartija borracha.

Almasy©



LA QUINTA ESTACIÓN: "Me muero"


viernes, 18 de enero de 2008

15. MIS AMIGOS BONI Y TATE




DE BONI

Boni sabe de todas esas cosas importantes y necesarias: de motores, de cocina, del tiempo, de reformas, de puntos cardinales… Nada que ver con todas esas aficiones inútiles que nos gustan a los demás. Es un tipo sincero, sin dobleces. Si tiene que besarte te come, si tiene que mandarte a tomar por culo lo hará sin rubor alguno. En definitiva, distingue perfectamente cuando amar y cuando odiar, lo que no es poco en los tiempos que corren. Habla bajito, pausado, tanto que a veces soy incapaz de escuchar lo que me dice. No importa, me quedo embobado mirándolo y asiento complaciente, conformándome con empaparme del eco de sus palabras. Si lo dice Boni será así. Seguramente sea el único fumador al que soporto e incluso no percibo su vicio como una debilidad. Si él fuma es porque lo necesita. Es tanto el amor que le profeso que entre el núcleo de amigos que compartimos han decidido calificarlo como la “Razón de mi existencia”, la “Razón” en modo abreviado. No les falta ídem (razón, me refiero).

DE TATE

Tate es único, al menos tanto como Boni. Es un tipo servicial en el mejor sentido del término, fiel, con principios férreos y siempre ajenos a los que se refería socarronamente Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros”. Tate, cuando es de algo, es de toda la vida y para toda la vida. Me encanta verlo comer y beber. Yo engullo y abrevo en el mejor de los casos. Tate lo hace despacito, desgranando cada pedazo de comida, masticándolo cuantas veces sea necesario, sintiendo cada sorbo como si fuese el último. Es de esos tipos que te arranca la carcajada sin querer, de refilón, diciéndolo todo serio y convencido, sentando cátedra sin pretensiones.

DE AMBOS

Dicen de ambos que son pequeños. Nada más lejos de la realidad, simplemente son menudos, curiosos, apañados; pero ¡no osen a pronunciar que son pequeños! Tal es así que en incontables ocasiones les he ofrecido posar ataviados con una túnica a modo de mueble recibidor en la entrada de mi casa. No rumien maldad alguna en este anhelo. Es tanto el aprecio que les tengo que no podría pensar en nada mejor con lo que pudiera encontrarse a bote pronto todo el que ingresara en mi hogar. Sería ver a Boni y a Tate e inmediatamente se apoderaría del visitante una inefable hemorragia de felicidad.

Nota aclaratoria: cualquier parecido de este relato con la realidad probablemente no sea pura coincidencia.

Almasy©




ROBERTO CARLOS: "Un millón de amigos"


viernes, 11 de enero de 2008

14. II Decálogo de desmentidos razonables




1. Merece la pena…; pues yo mientras no merezca la alegría, paso.

2. ¿Y tú de quién eres? (Aclaración: frase de saludo típica de los paisanos de pueblo cuando se encuentran por la calle a cualquier menor de 50 años); de mi banco (Aclaración: situación típica de cualquier menor de 50 años).

3. ¿Estudias o trabajas?; estudio la manera de conseguir un trabajo digno.

4. El Médico: “¿Ingiere grasas? ¿Trasnocha? ¿Fuma? ¿Bebe? ¿Folla?”; El paciente: “Disculpe, ¿nos conocemos de algo?”

5. ¿Qué es anterior: el huevo o la gallina?; ¿Qué es anterior: la educación de los hijos o la de los padres?

6. Corregir a un menor a través de un cachete puede provocarle serios traumas; o eso, o el rapaz en cuestión sale traumatólogo.

7. Respeto tu opinión, aunque no la comparto; de hecho si te la hubieras callado, me caerías mucho mejor.

8. El político de turno: “España atraviesa una situación económica inmejorable”; El ciudadano de a pie: “Joder qué suerte tiene esa España, con lo que me cuesta a mí llegar a fin de mes”.

9. Un voto más o menos no cambia nada (raciocinio aparentemente lógico del cada vez más resignado elector); un votante más o menos no cambia nada (¿a qué eso suena ya como que lo está matando a uno?).

10. Siempre nos quedará París (versión “Casablanca”); siempre nos quedará ETA (versión El Mundo) y/o la Guerra de Irak (versión El País).

Almasy©



ISMAEL SERRANO: "Papá cuéntame otra vez"


martes, 8 de enero de 2008

13. ALMA ESGUINZADA




Te creíste un héroe,
te pensaste imprescindible.
¡Pobre idiota!
¡Iluso aprendiz de Maradona!
Apretabas los dientes,
ignorabas mis agudas torturas
cual espurio Hércules
mientras me apoderaba de ti.
¡Qué pequeño eras!
¡Qué ínfimo te sentí!
¡Cuán sencillo fue derribarte!
Un postizo giro,
una seca punzada
y un certero crujir que inflamó hasta tus entrañas.
¿Pensaste huir?
¿Desconocías que no podías burlarme?

Ahora púdrete,
razona tus límites,
acepta que fuiste vencido y
teme que volverás a serlo.
¿Aprendiste algo, desdichado infeliz?
¿Entendiste que eras menos que nada?
¿Asumiste ya tu debilidad de pelele?
¿O acaso persistes en ignorar que castigué tu atrevimiento?
Ahora cuídate muy mucho de mí,
pues solo dije hasta luego.
Me mantengo acechante,
frío y calculador,
riéndome a carcajadas de tus artificiosos pasos,
a sabiendas que puedo volver a golpearte.
Si otras veces regresé,
¿qué te hace pensar que dejaré de hacerlo?


Almasy©



UNKLE: "Rabbit in your headligths"