jueves, 29 de mayo de 2008

29. Todos somos de León... (A mis padres)


Dios libre al firmante del presente artículo de anhelar postularse como un chovinista al uso más. No obstante, inaugurada por aquí y por allá la carrera difusora de los localismos, no íbamos a ser los oriundos de León menos que nadie, pues es de todos bien conocido que es preferible que a uno lo tachen de sinvergüenza antes que de gilipollas. Matizado lo cual me arranco a continuación a reivindicar lo mucho y bueno que esta tierra aporta actualmente al mundo en lo que a material humano respecta, sumándome de este modo a la vigente tendencia de primar lo local sobre lo nacional. De hecho, no sé ustedes, pero yo casi ni me acuerdo de la existencia de un tal Río Duero, si bien los Águeda y Yeltes me los conozco al dedillo.

Ruego de antemano, eso sí, no se me enerven los no mentados, pues advierto que la escueta nómina confeccionada no es sino una relación absolutamente personal de los que considero actualmente como los personajes más granados de la tierra que antaño acogiera a la Legio VII.

Bien podría hablarles, verbigracia, de la fulgurante carrera política de ZP –pucelano de nacimiento y leonés de crianza–, de los éxitos de ventas de Café Quijano, de las tertulias radiofónicas de Luis del Olmo, de los lanzamientos de Manolo Martínez y de la delicias literarias de los Jesús Torbado o Antonio Gamoneda –ovetense este último de cuna aunque adoptado tempranamente por la ciudad de León–; si bien a muchos cazurros estos nombres ya les suenan sobremanera y no estoy por la labor de abundar en más de lo mismo.

Déjenme hoy que les hable de dos leoneses no tan célebres, que no menos importantes. ¿Sabían de la existencia de Marino Álvarez y de María Sánchez? Son mis padres, los personajes históricos más importantes que soy capaz de recordar.

El caballero natural de Quintanilla del Valle, plaza a un tiro de Astorga cruzando por el monte; la dama originaria de Santa Marina del Rey, tierra de truchas al abrigo del Órbigo. No obstante, ambos tempranamente avocados, como tantos otros paisanos, a abandonar la tierra que los vio nacer a fin de diseñarse un futuro mejor o simplemente un futuro. Porque no nos engañemos: una cosa es ser amante hasta la mismísima médula de tu patria chica y otra muy distinta empeñarse en permanecer en un lugar en el que el cocido diario no estaba asegurado. Y en la España de los ´50 y ´60, en la que sendos protagonistas empiezan a tomar las riendas de sus vidas, amén del milagro español del que nos hablan los historiadores, lo que también había todavía era tela de hambre y mucho trasiego migratorio nacional e internacional en pos de algunos duros con los que llenar los bolsos. Las cosas claras y el chocolate espeso.

Concretamente Marino abandona el pueblo con 11 años para marchar a los frailes en una época en la que enrolarse en el clero suponía la diferencia no solo entre alfabetismo y analfabetismo, sino también entre comer decentemente y malcomer. María aguantará algo más, aunque apenas con la mayoría de edad esta jabata sale también de su casa para demostrarle al mundo la tremenda fuerza que encierran las de su género: trabajadoras, madres, esposas, amas de casa y lo que les echen. ¿Sexo débil las mujeres? ¿Dónde?

Un encuentro en el coche de línea selló su unión y desde entonces se han limitado a crecer como pareja, a trabajar hasta la extenuación sin perder la sonrisa, a darles a sus hijos dos de cal y una de arena para que anduviesen por el mundo “listines como unos corcines”, a arroparse mutuamente con una mantita cuando el otro podía coger frío, a construir a diario un humilde imperio de pequeños bienes y grandes afectos del que sus dos vástagos presumimos allá donde vamos. ¡Sencillamente grandes, muy grandes son ustedes, queridos míos!

Almasy©



CAFÉ QUIJANO + JOAQUÍN SABINA: "No tienes corazón"

viernes, 23 de mayo de 2008

28. Faltas de Ortografía


Abordo la semana pasada la lectura de un artículo de prensa plagado de esas faltas de ortografía que a priori no lo parecen, tales como tildar los pronombres demostrativos (este, esta…) y/o el adverbio “solo” cuando no presenta ambigüedad alguna para confundirlo con el adjetivo (Ej: Mataría por un café solo). Para más inri el autor del artículo es un académico de la lengua de esos con sillón y me juego las ingles a que las faltas en cuestión son cosecha propia suya, puesto que la figura del corrector en prensa y editoriales está en peligro de extinción hace años. Me arranco consiguientemente a comunicárselo a doña RAE y esta (sin tilde), ni corta ni perezosa me contesta algo así como que resulta lógico que se siga procediendo de esta manera porque para muchos escribientes es una norma nueva que tarda en desplazar la regla anterior. Me lo compara incluso el solícito respondiente con las tildes de los monosílabos, que dice siguen haciendo acto de presencia en los mayores de 50 años porque durante su educación, estos (también sin tilde) iban coronados de la virgulilla de marras.

Siguiendo entonces las explicaciones aportadas por personal de doña RAE se me ocurre alguna situación similar en la que aducir análoga respuesta insatisfactoria:

-CONTEXTO: Ese guardia civil verde aceituna que te echa el alto allá por el kilómetro 150 de la carretera de la Coruña. Control rutinario.

*Buenas tardes.

*Buenas tardes
.

*Documentación por favor.

*Aquí tiene señor agente
.

*¿Sería tan amable de abrirme el maletero, por favor?

*¡Cómo no!

*¿Dónde tiene usted los triángulos de señalización en caso de accidente, caballero?

*Pues verá, es que no me ha dado tiempo aún a adquirirlos a pesar de que la normativa ya esté en vigor.

Explícale entonces al portador del tricornio lo que dice la RAE al respecto de pasar por alto reglas de reciente imposición. Ya verás cómo se corta a la hora de extenderte la receta correspondiente.

Y es que, me perdone usted doña RAE, ahora se lo tragan todo con pena y sin gloria. ¿Que me da por decir “cobete” en lugar de “cohete” a mí y a otros 20 cafres como yo durante un par de meses?; pues ustedes van y lo incluyen en su vigésima tercera edición del diccionario pertinente. ¿O acaso me niegan que admitir “almóndiga” prácticamente como sinónimo de “albóndiga” sin más y no como un vulgarismo a evitar, no es sino ceder ante el vocabulario gastronómico de una manada de gañanes? ¿Qué va a ser lo próximo, aceptar “cocreta”?

Y lo de periodistas y escritores, algunos de ellos académicos con sillón y letra, insisto, es ya de traca valenciana, puesto que muchos de ellos continúan haciendo uso de ortografías del Pleistoceno y ustedes lo justifican esgrimiendo que las querencias antiguas tardan en desaparecer y que todo necesita su tiempo para afincarse. Les recomiendo entonces que cejen de sacar norma nueva alguna, pues si van a amparar a aquellos que persisten en no asumirla, resulta tan inútil aprobarla como imponerle a un chiquillo un castigo a sabiendas de que no va a cumplirse de antemano. Y atención que el que suscribe a buen seguro sea el primer mascachapas ortográfico del planeta; pero de ahí a que me pasen paternalmente la mano por la joroba y me digan: “tranquilo bonito, tú sigue escribiendo como de salga de los huevos, que no pasa nada”, va un trecho. Cuando yerro, me gusta que me corrijan a fin de seguir progresando. Eso sí, lo que no tolero es que me reprendan cuando tengo razón y, justamente, con explicaciones como las que ustedes sugieren nos hacen quedar a los cuatro gatos que intentamos seguir acendradamente las nuevas tendencias ortográficas como los faltosos del corral.

¡Ánimo pues, señores de doña RAE, no es tarde aún, sino que están ustedes a tiempo de reconducir a los hablantes y escribientes de este país siempre y cuando no se olviden de que cuesta lo mismo hablar y/o escribir mal que bien, amén de tener siempre presente que no vale todo!

Almasy©




RODOLFO CHIKILICUATRE: "El Chiki-Chiki"


jueves, 15 de mayo de 2008

27. Perdón


Dicen que rectificar es de sabios y este menda otra cosa no, pero los asuntos que atañen a la sabiduría se los toma muy en serio.

Así que hoy corresponde pedir perdón a cuantos ofendí, tarea que además se rumorea es terapéutica, de tal manera que mato dos pájaros de un tiro: “ensabiondarme” (dícese del que se vuelve sabiondo) y ahorrarme un pastón en loquero.

Te pido perdón a ti, compañer@, por esas ocasiones en las que entraste a verme al despacho y no fui capaz de apartar por un momento la vista del malnacido ordenador para mirarte a los ojos, como si lo que tuviera entre manos fuese la anhelada sentencia del Juicio Final.

Te ruego también, dependiente de autoservicio, perdones mi impaciencia aquella tarde de sábado en que te demoraste al atenderme y no fui especialmente amable contigo, como si de un asunto de vida o muerte se tratara la localización de una talla más de pantalón. ¡Si la culpa es solo mía por “enfocarme” (dícese del que se torna foca) y alcanzar ese punto en el que te planteas o adelgazar o pasar de la “L” a la “XL”! ¿Quién me mandaría quedarme con la segunda opción?

No puedo dejar de disculparme tampoco ante ese camarero de mi barrio que regenta el bareto al que acudo con cierta frecuencia en pos de mi pitanza con algunos camaradas. Sobre todo, ruego nos absuelvas por esos momentos postre-café en el que cada uno, como buenos hijos de diferentes padres y madres, te atosigamos con impertinentes demandas: “Café solo con hielo en vaso de caña”, “Café con leche fría en taza”, “Cortado con hielo y sacarina”, “Descafeinado de máquina con leche templada y dos de azúcar”…

Os ruego a vosotros teleoperadores/as, perdonéis la forma en que me cisqué (y me seguiré ciscando) en vuestros muertos una y mil veces mientras esperaba al aparato una solución que no teníais. ¡Con lo amables que fuisteis, si encima me poníais música con la que animar mi pérdida de tiempo y de pecunia desatados por el 902 de mis cojones!

A ti, conductora, por abusar de mi odioso claxon innecesariamente en aquella avenida atestada de semáforos y por arrancarme incluso con un comentario ciertamente machista más propio de mi bisabuelo que de un personaje con apenas 31 inviernos en el zurrón, al que, si no lo pare una hembra, no lo pare nadie.

A vos, amigo del alma, por todas esas veces en que no estuve a tu vera para abastecerte de kleenex con los que secar tus lágrimas y tus mocos (todo sea dicho) en cada mazazo que la vida te propinó.

A ti, amor de juventud, por no llamarte, o por llamarte tarde, o por no pronunciar las palabras que me apetecía regalarte y que esperabas salieran de mi boca. Te juro que todo fue por presumir de duro Casanova barato con los amigotes, por inexperiencia, por hacerme de rogar, por… ¡gilipollas!

A vosotros, padres, por constituirme en una auténtica hipoteca viviente que costeabais generosamente a pesar de que dejara mi cama sin hacer un día sí y otro también y además lo justificara cuasi filosóficamente (Madre: “¡Niño, haz la cama!”; Hijo, o sea, yo: “Anda, házmela tú, que no me apetece!”; Madre: “¡Hay que ver lo machista que me ha salido el nene!”; Hijo, o sea, yo: “No mamá, machista no, si me da igual que me la haga papá o mi hermano”.) ¿Era o no era pa´ pegarme media docena de bofetones a mano abierta? Era.

Almasy©



MADONNA: "Sorry"


viernes, 9 de mayo de 2008

26. Maltrato


Un cobarde que se dice valiente,

una valiente que desconoce su bravura.

Heridas múltiples,

cardenales cosiendo su desnudo

y enteco cuerpo.

Cabello revuelto,

ojos desencajados,

mirada perdida,

boca maltrecha por mor

de los secos golpes propinados.

Orines asociados a pánico,

sentimientos de culpa y delación al unísono:

“¿Qué he hecho?”

“¡Algo habrá hecho!”


Miedo,

deshonra,

arrastrarse,

deambular,

presentarse aquí y allá aduciendo

comprensibles excusas al amparo del temor:

“¡Me he caído yo sola!”


Extrañas formas de amar,

insólitas maneras de perdonar.

Suicidios vacuos y a destiempo

de los cobardes,

salas de hospitales y de juzgados,

sentencias que llegan tarde o

que simplemente no llegan a tiempo

para evitar pésames y velatorios

que acompañen a la exangüe dama.


Prensa,

cifras frías,

otra más.

Números que atañen a existencias

mejores o peores;

¡pero existencias al fin y al cabo!


¡No más cobardes que se digan valientes, por favor!

¡No más valientes que desconozcan su bravura!

Almasy©





Bebe: "Malo"