viernes, 25 de noviembre de 2011

178. Reducción al absurdo

El pasado 14 de noviembre, mientras practicaba un deporte nacional que al español nos viene impuesto de serie: cambiar compulsivamente de canal –básicamente porque el grueso de la parrilla televisiva es malo o peor­– recalo en la parte final del noticiario de la noche en Antena 3 y me doy de bruces con un Matías Prats resolviendo semejante encuesta: “¿Es justo multar a los jubilados por jugar sus partidas de cartas con dinero?”. Inicialmente pensé que era una broma, tal vez el día de los inocentes televisivos, o que al amigo Matías se le había ido la pelota por el simple hecho de haber retrasmitido tanta Copa Davis en el pasado; pero rápidamente eché mano de Google y comprobé que era cierto. Concretamente en Sagunto, provincia de Valencia. Seguí tirando del hilo y comprobé que efectivamente la Consejería de Bienestar Social de la Comunidad Valenciana, prohíbe esta fatal práctica. Evidentemente tal nivel de subnormalidad solo es propio de una clase, la política. Y si además de la que estamos hablando viene aderezada con las correspondientes dosis de regionalismo provinciano, a más de uno confundirá tanto como a Dinio la noche.

Me permitirán pues que en habiendo subnormalidades de por medio, califique a los que aprueban y/o mantienen este tipo de leyes en vigor como auténticos subnormales cuyo principal peligro reside en que coincide que son nuestros gestores. Parece que la cosa se sustenta desde las altas esferas de la citada Consejería de Bienestar Social –denominación que no me negarán suena a pasarse el día fumando puros en un diván– alegando que esta práctica no es sino una actividad lucrativa que practican nuestros mayores. Sí señor, con dos cojones. Ya lo estoy viendo, a los jubiletas abriéndose con el dinero que amasan en las timbas de los centros de día una cuenta en islas Caimán, Mónaco o en algún otro paraíso fiscal de esos que salen en las películas, comprando acciones de alguna de la empresas que componen el Ibex 35 o quién sabe si procediendo a la apertura de un jugoso plan de pensiones que compense la mierda de remuneración que les ha quedado después de partirse el lomo trabajando toda la puta vida. Pero la cosa, créanme no se quedará en dichos centros. Se fastidiaron también las antológicas partidas familiares de estas navidades y de las que se avecinan, no sea que entre los nuestros se encuentre un topo congraciado con la administración que nos delate y en medio de la partida de cinquillo de fin de año, cuando la abuela se vea en la obligación de pasar porque la cabrona de su nuera no acaba de ponerle la sota que dé salida a su caballo y deposite los 5 céntimos de rigor en el centro de la mesa, irrumpa la brigada antifraude y nos lleve a todos para el talego dejando la partida inconclusa y el polvorón que nos estábamos apretando a medio tragar.

Además, puestos ya a sumar absurdos me sobrevinieron a la cabeza otra serie de posibles medidas que deberían contemplar nuestros insignes representantes en todo el cerro de reglamentos que aprueban y desaprueban según interese, todas ellas convenientemente ideadas para engrosar las arcas del erario público. Entre ellas rescato, verbigracia, que cuando uno/a se vaya de putas/os, la señorita o el señorito de compañía –cada cual que se alivie con lo que entienda oportuno– le extienda factura con IVA a fin de que el sujeto pueda declarar el servicio prestado a hacienda dentro del apartado de “desahogos varios”. Eso sí, en caso de que el cliente aporte preservativo y lubricante propios podría desgravarse.

Almasy©

Nonsense Song (Canción sin Sentido BSO "Tiempos Modernos")


jueves, 17 de noviembre de 2011

177. José Luis ante el espejo

Te vas José Luis. O te echan. Según se mire. De hecho, bien pareciera que hace siglos que te hubieses ido, pese a que mientras no se demuestre lo contrario sigues figurando todavía legítimamente a la cabeza de este ente que nos atrevimos a llamar España.

Fíjate que te miro a los ojos y veo cansancio y hasta bondad. Percibo a un tipo que habrá podido hacer las cosas mal, incluso muy mal, pero que nunca ha encerrado maldad. Tal vez un pellizco de contumacia, un tantito de ineptitud y quién sabe si hasta un puntito de utopía mal encaminada; sin embargo, vive Dios que te escruto una y otra vez y no acierto a contemplar en tu mirada a ese Maligno del que hablan algunos. Tanto es así que me atrevo aventurar que la historia, que para bien o para mal siempre pone a cada cual en su sitio, te recordará por haber tenido el infortunio de tocarte bailar con la más fea.

Créeme que me pongo en tu lugar y te compadezco, incluso lamento que atravieses este trance, aunque entiendo perfectamente que compasión y lástima no sean precisamente sentimientos que a uno lo puedan reconfortar.

Supongo que ya cuentas los días, las horas, los minutos que restan para dejar tu cargo, para distinguir a los amigos de la corte de aduladores que acostumbra ubicarse al rebufo del que manda, para dejar el ruedo y situarte cómodamente en la barrera. Esa desde la que se ven los toros pero no se siente su aliento, su peligro, donde no salpica la sangre del astado recién picado ni se atenazan las tripas por el miedo, donde siempre pareciera que sabe hacerse lo que corresponde. Esa misma barrera que, no lo olvidemos, otrora te aclamaba, ruge ahora enfervorecida reclamando tu muerte pública.

Y es que para el próximo 20-N, fecha en la que para superar la trasnochada Dictadura llama a las urnas una descafeinada Democracia, te vas con la música a otra parte y no puede sino invadirme un ápice de nostalgia pensando en perder de vista tus vivarachas cejas, tu talante, tu manojo de brotes verdes que nunca acabaron de florecer. Sin embargo, no te apures, pues no haces sino caminar hacia otra vida. Tal vez mejor. De hecho, te pronostico que conocerás entonces el buen sabor de boca que deja el pronunciarse como te venga en gana. Tocarán a su fin pues, si lo estimas oportuno, el saber estar a como dé lugar, la corrección política, el no poder devolver a tu enfurecido interlocutor lo que se te pasa por la cabeza. “¡Váyase usted a la mierda!”, podrás espetar entonces a quien corresponda. Te aseguro que te admiro por su paciencia y contención, pues un servidor en tu lugar no conseguiría acabar un mandato como el tuyo sin perder los papeles y recurrir a cuarto y mitad de garra y colmillo.

Se acabó para ti pensar en empresas tan complejas como el Estado del Bienestar y la Integración Europea, que solo de pronunciarlas da pereza. Concluyó también eso de soportar a los más de cuarenta millones de presidentes del gobierno que saben cómo tienen que hacerse las cosas (“Eso lo arreglaba yo fácilmente y rapidito”), de escuchar paternalismos baratos (“A mí, ¿qué me va a contar usted que yo no sepa?”), acusaciones gratuitas (“Eso lo hace usted así porque no le afecta”), presunciones de culpabilidad varias salpicadas de premeditación y alevosía (“Lo hace usted mal aposta”), aviesas sentencias (“El poder le ha hecho perder el norte”) y hasta torticeros análisis de la realidad que nos ha tocado vivir (“Todo lo malo que ha ocurrido es culpa de usted y todo lo bueno obra y gracia de Dios”).

Mas, respira tranquilo amigo y regocíjate junto a este que te habla, tu reflejo en el espejo, pues si todo finalmente acontece como parece que va a acontecer, el próximo 21 de noviembre soplarán aires renovados con soluciones definitivas que nos liberen de esta ciénaga en la que estamos atrapados, se tomarán las medidas necesarias para reconducir todas y cada una de las situaciones descarriadas en las que nos hayamos inmersos y frente al hastío vital, la incertidumbre y la desazón que padecemos en este instante, se harán fuertes el optimismo, la fe y la esperanza. Sobre todo mucha esperanza.

Almasy©

Bye Bye Ríos (VVAA)


viernes, 11 de noviembre de 2011

176. Princesa


No conozco

más revolución

que la de tus ojos

cuando me miran tiernos.


No abrazo

más credo

que el de tu boca

cuando me come a besos.


No enarbolo

más bandera

que la de tu cabello

cuando se entrecruza con mis dedos.


No entono

más himno

que el de tu voz

cuando articula un “te quiero papá”.


No soporto

más carga

que la de toda tú

cuando reposa sobre mis brazos.


No conozco

más patria

que aquella en la que se encuentren

tus ojos, tu boca, tu cabello, tu voz, toda tú.


Almasy©


BSO AMELIE


viernes, 4 de noviembre de 2011

175. Breve historia de la humanidad

Empezamos nuestro peregrinaje en este mundo sin complicarnos demasiado la vida. Cazábamos, recolectábamos y cuando se acababa la materia prima nos íbamos con la música a otra parte. El resto del tiempo tampoco habría mucho más que hacer. Supongo que velar por tu integridad y la de tu prole –lo cual no es moco de pavo– y, en ausencia de televisión, copular como primates y resolver los litigios a garrotazos limpios o sucios.

Un día nos pusimos a pensar, craso error, y se nos ocurrió hacernos agricultores y ganaderos. Nos dio entonces por sentar la cabeza y el culo y aparcar la mochila. Pasamos así de currar apenas unas horas, las que nos llevaba abatir la presa, despellejarla y metérnosla entre pecho y espalda, a estar todo el santo día pendientes de si la plantita germinaba y la vaca paría. Calidad de vida a tomar por culo. Eso sí, los más avispados se percataron que podían escaquearse de la jodienda de la labor haciendo creer al resto de los mortales que eran entes superiores. Era determinante para este fin acojonar al personal presentándose en sociedad con sobrenombres que llenasen la boca al pronunciarlos, entre los cuales se llevará la palma el de “Rey”. Si es que es mentar el vocablo en cuestión y entrarle a uno ganas de sentarse en un trono y ponerse a dar órdenes, ¿verdad? Comenzamos también a aglutinarnos, a poner la casa mona y a complicarnos la vida pensando en el más allá. Como si con el más acá no tuviésemos bastante. Hasta nos atrevimos a llamarnos civilizados, pese a que nunca dejábamos de guerrear salvajemente, e incluso los más presuntuosos osaron a denominarse imperios, que viene a ser como un reino pero a lo bruto. Algunos quisieron abarcar tanto que apretaron poco y terminaron por derrumbarse. Ley de vida, por otra parte, o más bien de gravedad: todo lo que sube, se acaba ahostiando.

Llegaron entonces los años bárbaros, que desconozco si fueron estupendos o no. Posteriormente algunos dijeron que fueron tiempos ni grandes ni chiquitos, sino medianos, y sobre todo oscuros, aunque seguramente no sería tan fiero el león como lo pintan. Vamos que digo yo que habría de todo, como en botica.

A continuación a no pocos nos entró la vena curiosa y procedimos a meter las narices donde no nos correspondía. Lo llamamos Descubrimiento con mayúscula, que sonaba más molón y hasta necesario, y para curarnos en salud dijimos que eran tiempos modernos. Con dos cojones. Empezamos eso sí a dejar a Dios un poco más quieto y a no mencionarlo hasta para explicar el porqué de la defecación. Vamos que se nos subió el ego tras descubrir que el pedazo de carne que somos también iba acompañado de una sesera curiosa que nos permitía explicar asuntos varios sin tirar de Creador indiscriminadamente. Además, comenzaron a ganar protagonismo unos señores muy finos que se llamaban burgueses, independientemente de si eran nacidos en Burgos o en Palencia. Decían que se oponían a los nobles y vendieron la moto de que cuando ellos ocupasen la cúspide de la pirámide las cosas irían mejor para todos. Incluso tildaron a sus revoluciones de “liberales”, lo cual, no me negarán, vendía mucho. De hecho, es hoy el día en que uno proclama que es “liberal” y mayoría absoluta al canto sin despeinarse el tupé. Luego resultó que eran los mismos perros con distintos collares. Con ellos llegaron los tiempos contemporáneos, que son los de ahora. Ya habíamos visto errores y aciertos del pasado; pero curiosamente seguimos errando. Y mira que Doña Ilustración aportó lo suyo para arreglar las tanganas razonando; pero nada, que resultó que habíamos aprendido poco o nada. ¿Se acuerdan de los garrotazos del principio? Pues vuelta la burra al trigo pero a lo grande, a lo mundial, con armas de destrucción masiva y el copón bendito. Era de las telecomunicaciones lo llamamos también. El problema es que nos lo hemos tomado tan a pecho que estamos tan pendientes de hablar con los que están lejos que no nos acordamos de hacerlo con los que están cerca.

Y en esas estamos, debatiéndonos entre si nos acabamos de desnucar entre nosotros de una vez por todas o la Madre Tierra, ahíta de soportarnos, nos liquida mandándonos media docena de tsunamis reventones que no dejen títere con cabeza. Ya veremos.

Almasy©

BSO La Historia Interminable