lunes, 30 de diciembre de 2013

211. Redes antisociales


Llevo tiempo barruntando esta entrada y casi a diario algún acontecimiento me recuerda que estaba pendiente ponerla en pie. Sin ir más lejos, cada vez que retiramos el dispositivo móvil a algún alumno en el centro. A modo de terapia de desintoxicación solemos proponerle al sujeto que lo deje en nuestras dependencias una noche, no llega a 24 horas, para evitar imponerles otro castigo. Pero no hay forma. "Castígame a lo que quieras, profe, pero devuélveme el móvil que no puedo vivir sin él". Y los adultos tampoco tenemos mucha mejor pinta. No les digo más que la semana pasada me llamó al teléfono fijo -creo que no lo hacía desde hace una década- un amigo desesperado: "¡Jaime, se me ha muerto el móvil y tardan un par de días en arreglármelo! ¡Estoy sin WhatsApp! ¿Cómo hacemos para quedar para comer?". "No sé, estamos hablando ahora y nos vemos casi todos los días, ¿en cualquier momento?".
Y es que desde que la telefonía móvil y las diferentes plataformas de comunicación hicieron acto de aparición y se asentaron en nuestras vidas para quedarse ya nada ha sido igual. Bien es cierto que han contribuido positivamente en diferentes áreas -no tantas como creemos-, pero cada vez me reafirmo más en que aquello de lo que presumen -su carácter social- es precisamente de lo que adolecen.
El primer pecado que cometemos los consumidores, entre los que me incluyo, es que no reconocemos nuestra dependencia. Así, cual incipientes fumadores, nos repetimos convencidos: "Yo lo dejo cuando quiera", "Yo puedo pasar bien sin ello". Mentira. Incluso tú, que estás sonriendo ahora mismo mientras lees estas líneas al tiempo que piensas: "No lo dice por mí". Pues sí, también lo digo por ti. 
No sé si serán conscientes, pero hemos cambiado hasta nuestra forma de caminar. Frecuentemente nos desplazamos cabizbajos, móvil en ristre, concentrados en todo menos en la barandilla con la que nos vamos a pegar la hostia como no levantemos la vista. Tampoco es extraño ver a los conductores consultando sus dispositivos en los semáforos, y en lo que no son semáforos también, o hablando solos con ese instrumento del demonio que si bien bautizaron como manos libres, convierte a nuestra atención en esclava.
Jóvenes y adultos apenas hablan con los que tienen cerca pese a que hayan quedado para reunirse. Uno puede pasarse por cualquier parque de ocio o zona de restauración y ver grupos enteros de personas que con sonrisas estúpidas hablan con cualquiera menos con el que tienen a su vera. De hecho, en mi última quedada con amigos acabé dudando si nos habíamos reunido para cenar juntos o para chatear en compañía de otros.
Ya apenas disfrutamos del momento, pues es mucho más urgente subir la foto o el comentario alusivo al mismo. No se concibe que hayamos viajado a ningún sitio si no colgamos alguna instantánea, aunque hayamos viajado. Sencillamente si no hay foto, no ha ocurrido. Radiamos minuto y resultado de cada una de nuestras operaciones. Tanto que -y no es por dar ideas- si yo me dedicase al arte del desvalije de hogares, lo primero que haría sería echar un ojo a las redes sociales para ver si tengo vía libre. Fundamentalmente a Twitter, que ha desatado una tormenta de exhibicionistas que ponen, que ponemos, al alcance de cualquiera, los entresijos de nuestro devenir. Algunos, por cierto, mucho más interesantes vía red que en carne y hueso. 
Hace unos días leí a alguien algo parecido a: "si nos ofrecieran diez minutos más de batería para nuestro móvil a cambio de diez minutos de nuestra vida, aceptaríamos". Y lo peor de todo es que es cierto. Que nos hemos subido a un carro del que ya va a ser difícil bajarse, pues nos ha generado una manifiesta relación de dependencia. Incluso a los que dicen, a los que decimos, eso de "tranquilos que yo controlo".
Seguramente hay un buen puñado de teorías que expliquen el fenómeno. Yo simple y llanamente pienso que nos sentimos tan jodidamente solos y faltos de cariño que buscamos que se nos tenga en cuenta, aunque sea a costa de desnudar nuestras intimidades. Anhelamos supuestos "amigos", aparentes "seguidores", ante los que reivindicar lo ocurrentes que somos, lo divertida que es nuestra existencia, lo mucho que se nos quiere o en su defecto lo hartos que estamos de lo mal que nos trata la vida y lo que vamos a hacer para remediarlo -propósitos que suelen quedarse en la red porque generalmente no tenemos el valor de ponerlos en marcha-, y todo ello aderezado con el correspondiente  puñado de material multimedia que dé buena prueba de ello.
Eso sí, al menos debe consolarnos que esta vorágine ha desatado una generosa relación de puestos de trabajo. Y no me estoy refiriendo únicamente a los informáticos y empresarios que estarán llenando sus bolsillos, sino también a profesiones desconocidas hasta la fecha. Verbigracia, la de "diseñador de paridas varias" para que circulen por las diversas plataformas. Yo al menos me resisto a creer que alguien tenga el tiempo y las ganas de idear tal cantidad de moñadas si no es a cambio de un salario. Aunque a todos ellos les recomendaría un buen curso intensivo de ortografía, pues cada vez me resisto más a reenviar/retuitear gran parte de lo que me llega fundamentalmente por la enorme suma de patadas que le pega al diccionario.
Les dejo, que llevó un buen rato escribiendo y el ardiente buzón de mi móvil ya reclama que me disponga a responder mensajes.

Almasy©



ROBBIE WILLIAMS: "Losers"

jueves, 5 de diciembre de 2013

210. Medidas de racionalización irracionales


Soy un fan de los comentarios de texto. Yo lo sé y mis alumnos lo saben. Cada uno disfruta con lo que puede, qué le vamos a hacer, y he decir que a mí los comentarios de texto me ponen. Me seduce tremendamente analizar lo que se dice, y también lo que no se dice. Lo que se insinúa, lo que se advierte, lo que se oculta. Las verdades y sobre todo las mentiras que encierran. De hecho, mi historiador fetiche, Marc Bloch, venía a decir precisamente que la mentira informa de muchos más asuntos que la verdad. Y razón no le faltaba. El abordar un comentario de texto es lo más parecido a meterse en la piel de un investigador privado que desgrana un hecho de principio a fin. Desde el autor que lo protagoniza, pasando por el contexto en que se sitúa hasta desenmascarar la finalidad que persigue. El abordar un comentario de texto es lo más parecido a tener una opinión propia de lo que se tiene entre manos. A no decir amén por sistema.
En el día de hoy, a caballo entre la técnica de comentario de texto y la literatura que suele hacer acto de presencia en mis escritos –poca y mala, dirán algunos, pero haberla hayla– me acerco a un texto jurídico de esos que a uno lo dejan frío y más específicamente al Real Decreto-ley 14/2012, de 20 de abril, de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo, o lo que viene a ser lo mismo y mucho más comprensible para los terrícolas: lo que yo he resuelto llamar “las medidas de racionalización irracionales”.
Tal vez algunos piensen que este decreto no es de su interés. Que no le afecta en la medida en que ni es profesor ni padre de colegiales. Se equivoca. Tarde o temprano le va a afectar. Ese joven colegial al que ahora le están recortando puede acabar siendo su cliente –difícilmente su jefe a este paso, no nos vamos a engañar, pero también pudiera ser– y deseará que le pague religiosamente en lugar de salir por patas con la mercancía o de que le aborde enfundado con una media en la cabeza y una recortada en las manos; o tal vez el chico que le acerque la pizza un día a casa montado en su ciclomotor, ese mismo del que espera que no la traiga fría, le dé las buenas tardes y le devuelva correctamente el cambio. Puede ser, vaya usted a saber, la joven que un buen día le ceda el asiento en el autobús –circunstancia mucho más probable si ha recibido una educación en valores, la cual, créanme, no depende exclusivamente de lo que venga de sus progenitores, por mucho que algunos se empeñen en afirmar que los profesores enseñamos materias pero no educamos–.
Pues bien, nuestros mandatarios, esos mismos a los que otorgamos el poder a través de las elecciones, han decidido que esto de la educación no es tan importante como parece. O como mínimo que se puede recortar indiscriminadamente sin que la “eficiencia y la calidad” se vean alterados un ápice. Y para muestra unos botones que, si me lo permiten –y si no me lo permiten les va a dar igual porque esta es mi bitácora y aquí mando yo– procedo a comentarles. Dicen así estos ingenieros educativos:

En la actual coyuntura económica se hace necesario mejorar la eficiencia de las Administraciones Públicas en el uso de los recursos públicos, con objeto de contribuir a la consecución del inexcusable objetivo de estabilidad presupuestaria derivado del marco constitucional y de la Unión Europea.

A esto en mi pueblo se le llama echar balones fuera. Es una especie de “si no es culpa nuestra, que es la Constitución y la Unión Europea las que lo dicen”. ¿Y quiénes somos nosotros para decirles que no a estas dos señoras, verdad? Total, únicamente somos un presunto pueblo soberano que debería tener la capacidad de escribir su historia inmerso en una gran mentira llamada Europa –no es vano Europa jamás estuvo ni quiso estar unida– en la que el ciudadano de a pie –pongamos un camionero– la única medida práctica que ha experimentado desde la llegada de la UE ha sido la de constatar que en los puticlubs de Francia se paga con la misma moneda que en los de España.

En materia de educación, el objetivo común perseguido es proporcionar a las Administraciones educativas un conjunto de instrumentos que permitan conjugar los irrenunciables objetivos de calidad y eficiencia del sistema educativo con el cumplimiento de los objetivos de estabilidad presupuestaria y su ineludible reflejo en la contención del gasto público y en la oferta de empleo público.

Sinceramente les diré que cada día que oigo el vocablo “calidad” siento como si mis gónadas hubieran sido atravesadas por el aguijón de una avispa y comenzaran raudas a inflamarse. Bueno y ya lo de “eficiencia” tiene tela, pues plantear que un sector como el educativo debe perseguir la eficiencia como meta me produce sarpullido –también en las gónadas, si me apuran–. Yo quiero que mis alumnos aprendan cosas –la mayor parte del tiempo simple y llanamente por el mero placer de aprender, sin perseguir mayores objetivos– y a poder ser que no se conviertan en unos auténticos hijos de puta el día de mañana. De hecho, si tuviese que elegir entre que aprendan cosas y que no se conviertan en unos auténticos hijos de puta me decantaría por lo segundo.

Cuando, por razones de limitación del gasto público, la Ley de Presupuestos Generales del Estado no autorice la incorporación de personal de nuevo ingreso mediante Oferta de Empleo Público o establezca, con carácter básico, una tasa de reposición de efectivos inferior al 50 por 100, las Administraciones educativas podrán ampliar hasta un 20 por 100 el número máximo de alumnos establecido en el artículo 157.1.a) de la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, para la educación primaria y secundaria obligatoria.

Esto me recuerda a mi madre y su famoso “donde comen 4 comen 5”. El problema es que mi madre no se conformaba con partir las mismas raciones si se personaba un comensal más, sino que tiraba de congelador y sacaba otro chuletón para el nuevo invitado. Estos hacedores de leyes, en cambio, expertos en convertir lo ilegal de ayer en lo legal de hoy y viceversa como por arte de birlibirloque –de hecho, la fina barrera que supera legalidad de ilegalidad se resume en un Real Decreto– quieren que comamos más gente las mismas tajadas.

La parte lectiva de la jornada semanal del personal docente que imparte las enseñanzas reguladas en la Ley Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación, en centros públicos y privados sostenidos con fondos públicos será, como mínimo, de 25 horas en educación infantil y primaria y de 20 horas en las restantes enseñanzas, sin perjuicio de las situaciones de reducción de jornada contempladas en la normativa vigente.

Coño, pero si además de comer más gente recortamos camareros. Así, con los que ya estaban nos apañamos para sacar adelante el convite –los aspirantes a mamarla–, solo que en vez de una jornada que hagan dos por el mismo sueldo, si total ahora con esto de la crisis siempre nos quedará el “y no te quejes que tienes trabajo y has de dar gracias a Dios”. Ni a las horas de estudio, ni a las noches en vela, ni a las renuncias que hiciste, ni al trago de la oposición que pasaste. Ni más ni menos que al mismísimo Dios. O en su defecto a Nuestro Señor Jesucristo o al Espíritu Santo, que para el caso vienen a ser lo mismo.

En los centros docentes públicos, el nombramiento de funcionarios interinos por sustitución transitoria de los profesores titulares se producirá únicamente cuando hayan transcurrido diez días lectivos desde la situación que da origen a dicho nombramiento. El período de diez días lectivos previo al nombramiento del funcionario interino deberá ser atendido con los recursos del propio centro docente.

En cristiano viejo que pase lo que pase no se sustituye un profesor hasta pasados diez días lectivos, que así dicho queda medio mal, pero que con sus fines de semana de por medio vienen a ser quince, lo cual queda atroz. Eso sí, que nadie se ponga nervioso, toda vez que un profesor se cubre con los recursos del propio centro docente. ¿Qué recursos?, me pregunto yo. Me da en la nariz que llaman recurso a un profesor de guardia que se limita a llevar una hojita con ejercicios para cubrir el expediente –en el mejor de los casos– a fin de que los alumnos pasen el rato, o mejor dicho, los ratos que les esperan por delante en esos quince días. Dos semanas en las que, pongamos, el ausente puede ser el profesor de inglés. Ese que enseña esa lengua tan fundamental. Más incluso que la propia de esta nación –total, si apenas cuenta la pobrecita mía con 500.000.000 de hablantes–. La del bilingüismo, ¿les suena? Sí hombre y mujer, esa que nos duele la boca de decir que es de vital importancia, aunque parece que no lo suficiente como para que se considere oportuno cubrir cual centella la ausencia de un profesor con otro. Claro que con esto de la fe todo se arregla, porque a buen seguro que nuestras autoridades deben confiar en que la inspiración divina aterrice sobre los discentes para grabarles a fuego la lengua de Shakespeare. De hecho, bien pareciera a tenor de la medida que se defendiera la tesis de que los alumnos aprenden incluso a pesar de los profesores. Y por extensión, no nos engañemos, de echarnos a los pies de los caballos. Tanto como que los usuarios comienzan peligrosamente a malpensar que la culpa y responsabilidad final de la gaita en cuestión es de todos aquellos profesores débiles y quebradizos que se ponen enfermos, ingresan en quirófanos y/o les da por preñarse, casarse, parir, asistir a entierros de familiares o cualquier barbaridad similar. ¡Si fueran hombres y mujeres hechos y derechos verdaderos amantes de su profesión y su alumnado jamás faltarían a su puesto de trabajo! Ahora bien, ironías a la cuneta, se lo puedo decir más alto pero no más claro: dejar quince días a un cerro de alumnos sin profesor tal vez contribuya a racionalizar el gasto, pero sin lugar a dudas es antipedagógico, involutivo, inmoral, inhumano y atenta contra la seguridad del alumnado. Lo dicho, irracional. Más claro el agua.

Almasy©


DEPECHE MODE: "Wrong"

viernes, 15 de noviembre de 2013

209. Cocineando


Hoy me llego hasta esta bitácora para hablarles de alimentación, gastronomía y cocina, asuntos íntimamente relacionados en los que he evolucionado sobresalientemente en los últimos años. De hecho, me atrevería a decir que hasta no hace más de 365 días yo era un ser absolutamente carnívoro que en la actualidad ha sido inclinándose hacia el omnivorismo. Más vale tarde que nunca, ¿verdad? Pero créanme que la falta de voluntad y la carga cultural del paisano en cuestión son poderosas y en mi caso el hecho de haberme criado rodeado de primos que antes de acostarse se metían para el cuerpo media tripa de chorizo con la correspondiente media hogaza de pan en detrimento del vaso de leche con galletas han hecho mella en mí. Y no, no soy argentino -por lo de la carne-, soy de León. Palabras mayores, háganme caso. 
Precisamente en busca y captura de ese omnivorismo me he ido cultivando en materia gastronómica y culinaria, descubriendo así parajes hasta entonces desconocidos. Fíjense que hasta hace bien poco la única maquinaria de cocina de cuya existencia era consciente era del microondas -a lo sumo el horno para meter la correspondiente pizza y la freidora ochentera de la mía mamma para las patatitas crujientitas de rigor-. Pero hete aquí que en este peregrinar se me han ido apareciendo sartenes, cazuelas, perolas, tarteras, planchas y hasta la maravillosa, excepcional, poderosa e inigualable... (redoble de tambor y arpegio de guitarra)... ¡Olla! De igual manera que en los supermercados he descubierto secciones más allá de la de los congelados, tales como la de ¡productos frescos!, que hasta la fecha para mí habían pintado menos que el pasillo de la comida para mascotas.
Pero la cosa no se ha quedado ahí, pues otra cosa no, pero ávido de conocimiento e inquieto por naturaleza lo soy un rato -bueno, tengo hasta una amiga que opina que soy superdotado, pero yo creo que es la manera cariñosa de llamarme TDH-. He ido más allá, hasta el punto de comprarme algún libro de cocina, trastear en alguna web y de acercarme incluso hasta algún programa de televisión sobre la materia en cuestión. He escuchado a los grandes, algunos de los cuales, admitiendo que puedan ser unos fieras en lo suyo, no me negarán que dejan bastante que desear en otros terrenos. Sin ir más lejos, ¿han oído hablar a Ferrán Adriá? ¡Un genio de la cocina, un revolucionario, no me cabe duda; pero cuando se trata de hablar en público eso de las frases con sujeto y predicado se le complican un rato! ¿Y Arguiñano? Un tío listo sin discusión, pues no en vano creo que haya pasado por el primetime de todas las cadenas pese a que unos días sí y otros también lo mínimo que parece que haya consumido antes del programa sea media arroba de setas alucinógenas, cuarto y mitad de peyote mexicano y siete pintas de caldo riojano. Pasando por Arzak -que me recuerda a los abuelitos entrañables que se atiborraban a orujo y se les ponían los ojillos tiernos- y llegando hasta el mismísimo Chicote, de rabiosa actualidad por programas en los que con delantales de Ágata Ruiz de la Prada que hacen bueno el refrán -aunque la mona se vista de seda mona se queda- se planta en cocinas varias para regalar sabias y medidas observaciones: "esto está más duro que el martillo de Thor", "mantenerlo caliente debajo del culo de una gallina" o "eres más guarro que la Potitos".
Precisamente de los top chef me sorprenden algunas técnicas y vocablos que, cuando menos, son carne para chiste fácil. Por ejemplo lo de "reducción", que viene a ser el proceso de concentración o espesamiento de una sustancia líquida mediante evaporación o ebullición. ¡Coño, como que se queda en nada, cómo no se va a llamar reducción! Aunque si les soy sincero el que me chifla con locura es el de "deconstrucción", que viene a ser simple y llanamente cambiarle la textura a un alimento conservando su sabor: "mira, ¿ves este helado de cucurucho?, ¿lo ves? Pruébalo, ¿a que te sabe a lubina con guarnición de pimientos del piquillo?". Fabuloso esto de "deconstruir" y un rato sofisticado, no me negarán. Tanto como si a "cagar" lo llamamos "descomer", ¿no les parece? Bueno y ya cuando te mientan que han utilizado el "nitrógeno líquido" para la elaboración de un plato se te queda el body para mear y no echar gota. ¿Cómo que nitrógeno líquido? ¿Eso no es con lo que la podóloga me quemaba el papiloma? ¿O lo de las pelis de "A todo gas"? ¿Lo que permite que el coche lo pete y salga despedido cual cohete?
Eso sí, a mí no me engañan estos cabrones con mandil vendedores del humo de la degustación que, por otra parte, de comer ensaladas no se les ve, pues cuando algún entrevistador les pregunta por su plato favorito no se la juegan y van a lo seguro: "huevos fritos con chorizo", "tortilla de patatas", "bocadillo de sardinas con cebolla". ¡Acabáramos! ¡Haber empezado por ahí!

Almasy©


CHISPITA Y SUS GORILAS: "Comer comer"

viernes, 18 de octubre de 2013

208. Los padres somos unos moñas y nos deberían dar un carnet acreditándolo


Hace unos meses que prometí volver al ruedo bitacorero con una entrega sobre padres, y más específicamente centrada en la "moñez" -permítaseme el neologismo- que nos caracteriza y para la que me temo que no tenemos remedio alguno. No he cumplido con los plazos, motivo por el cual me disculpo ante los que habitualmente aterrizan por estos lares, pero como bien dice el refrán, "más vale tarde que nunca".
Aclarado lo cual me adentro en procelosas aguas. Ni más ni menos que en las de denunciar la manifiesta idiocia con la que habitualmente procedemos los progenitores. Algunos más que otros, evidentemente, e incluso puede que alguno se escape de la quema, pues siempre hubo justos en Sodoma -y en Gomorra también-; pero créanme que mayoritariamente aquí no se salva ni el Tato.
Bien podríamos arrancar mentando la "moñez" que destilan los sobrenombres con los que familiarmente nos referimos a nuestros vástagos. Desde "mi bebe" (aunque el chaval ya tire de cuchilla de afeitar y se encierre sospechosamente en el baño a dios sabe qué), pasando por "mi princesa" (incluso los que nos declaramos abiertamente republicanos tiramos de monarquía para estos menesteres), hasta llegar a toda una retahíla de medionombres y/o diminutivos que si bien para nuestras mascotas serían perfectamente apropiados, para la carne de nuestra carne, para la sangre de nuestra sangre, se me antojan hasta ridículos.
Como ridículas son también determinadas atribuciones tempranas que les asignamos a nuestras criaturas desde la más tierna infancia, tales como: "Mi Jessi compone desde los cuatro años y toca varios instrumentos desde los 6" o "¿Lo has oído? ¿Has oído a mi Pedrito? ¿Has oído lo que ha dicho? Ha dicho circunstancia"; cuando la cruda realidad, como mínimo, introduciría notables matices que nos conducirían por sendas bien diferentes, más en la línea de: "Mujer, si consideras los cojones como un instrumento de percusión, entonces sí, entonces tu Jessi los toca como los ángeles" y "Hombre son formas de verlo, a mí me parece que ha dicho un gugutata como la copa de un pino".
Además, para más inri, lo peor de todo, es que no nos conformamos con circunscribir nuestra "moñez" al ámbito privado, sino que nos empeñamos en hacer ostentación pública y notoria de la misma. Y para muestra un botón: ¿Han participado o sido testigos de alguna reunión de padres en la escuela infantil? Pues de película de Berlanga, se lo juro. La esforzada profesora por un lado intentando trasladar la información propiamente dicha del devenir del curso y mientras los papás y las mamás interrumpiendo una vez sí y otra también con gilipolleces varias: "¡A mi Raúl la manzana le sienta mal!", "¡Mi Kevin como no se eche siesta no es persona!", "¡Pues mi Jennifer como la profesora le levante la voz se hace popó encima!". Ante lo que la profesora calla pero no otorga, pues ganas no le faltan de contraatacar con: "¡Pues si le sienta mal la manzana a tu Raúl le mandas pera, zorra!", "A tu Kevin lo que le pasa es que la noche lo confunde y como no lo acostáis hasta las 23:30 -que me lo cuenta él, no te vayas a creer- en cuanto puede se abona al planchado de oreja", "No te equivoques, bonita, tu Jennifer no se hace popó, tu Jennifer lo que hace es cagarse en mayúsculas, que la jodía tendrá cuatro años pero pone unos mojones como el sombrero de un picador".
Les aseguro que la cosa no mejora mucho con los años. Al revés. Ya en el colegio a mi niño no se le pueden mandar deberes porque se satura y puede llegar a frustrarse. Eso sí, el judo, la natación, el inglés, las sevillanas y el fútbol al que yo le he apuntado por las tardes, lejos de saturarle, complementan y enriquecen su educación y su existencia.
Uno podría pensar que en el instituto y con la llegada de la adolescencia a puerto, la "moñez" se disipa, si bien en algunos casos, cabría apuntar que se enturbia y se acrecienta sobremanera. Así, están los padres a los que les da por hacerse "amigos" de sus hijos, asunto que jamás alcanzaré a comprender. Con lo complicado que es aproximarse a la condición de buen padre/madre, como para complicarse la existencia pretendiendo convertirte en colega de tu rapaz/rapaza. "Cariño, tú cuéntamelo todo que sabes que soy tu mejor amiga y no tiene que haber secretos entre nosotras". "Pues mira mamá, hoy el Richar me ha tocado un pecho, pero poco y por encima de la camiseta e inmediatamente a continuación yo me he puesto a comerle la boca, que así entre nosotras y en confianza te diré que le sabe a puerro".
Y así hasta llegar a la mismísima edad adulta. Créanme, como lo oyen. Que como docente todavía he tenido que escucharle a mamás y a papás con criaturas bien entradas en la veintena perlas del tipo: "¿Le importaría apuntarle los deberes en la agenda al muchacho? Es que es tan despistado". A lo que, mordiéndote la lengua, sueles responder con un escueto: "Lo siento, señora, pero su hijo ya es mayorcito para esos menesteres", aunque lo que verdaderamente subyace, lo que verdaderamente te provoque la petición sea espetarle: "¿Y las tostadas? ¿No quiere que vaya por las mañanas a su casa a untarle las tostadas con mantequilla y mermelada? ¿Y el ojete? ¿No quiere que le rasque el ojete al muchacho siempre que le asalte algún tipo de prurito provocado, verbigracia, por el siempre revoltoso calzoncillo, que gusta meterse allá donde no le llaman".
Lo dicho, que no tenemos remedio.

Almasy©



LOS RONALDOS: "Adiós papá"


lunes, 27 de mayo de 2013

207. Basta ya


En el día de hoy aterrizo, después de los tiempos, con aires rebosantes de pesimismo, asunto que aviso con antelación para que los menos estables emocionalmente hablando dejen desde ya mismo de leer estas líneas. Advertido lo cual les diré que la entrada de hoy es resultado de estar literalmente hasta los santos cojones de escuchar mensajes del tipo "impossible is nothing", divinos de la muerte para campañas publicitarias de Adidas o para tirarse el pisto de filósofo utópico en las redes sociales (he de reconocer que como tweet es ciertamente efectista). Pero basta ya, por Dios, sobre todo en un momento como el que estamos viviendo. Basta de llenarle fundamentalmente a nuestros jóvenes el depósito de los sueños con supuestos en gran parte inalcanzables para la mayoría. Basta de venderles humo, de decirles que podrán ser biólogos marinos o músicos que se inflarán a vender discos, porque muchos, por no decir la mayoría, tendrán que conformarse con limpiar las peceras del acuario o animar con la guitarra desde la hoguera del campamento hasta el cumpleaños de la tía Herminia (harto legítimo todo ello, por otra parte, pero a buen seguro a un buen trecho de lo que sería su objetivo final). Y líbrenme los ángeles y los demonios de querer cercenar los sueños de nadie, pero sí de poner un pellizco del principio de realidad en todo este asunto del futuro a fin de que el hostiazo de algunos no sea de proporciones mastodónticas, de significar no solo el envés de las cosas, sino también del revés, la cara B, el lado oscuro, que diría Dark Vader. Y es que al fin y al cabo y por mucho que nos joda, parafraseando al maestro Calderón, no se puede ignorar eso de que "los sueños, sueños son". 

Conozco a tanta gente tan buena que se ha quedado por el camino, que miedo me da alimentar gratuitamente el ego de cuantos me rodean. Y eso no quita para que los anime, para que los aliente, para que crea en ellos con fruición, para que los estime profundamente y hasta quiera con toda el alma; pero al mismo tiempo para poner delante de sus ojos el hecho de que la cruda realidad tiene un altísimo número de participaciones en esta tómbola de la vida. Y mira que me esfuerzo por morderme la boca, por repetirme: "¿quién eres tú (por mí) para dudar de los sueños de nadie, para ensuciar sus esperanzas, para teñir de pesimismo sus anhelos?"; pero reconozco que me acaba pudiendo mi lado protector, mi vertiente más paternal, para defender eso de que hay que esperar que ocurra lo mejor preparados para lo peor. Así de sencillo y a la vez así de complicado. 

Tal vez sea un síntoma de envejecimiento prematuro por mi parte o un mero reflejo del contexto de crisis en que nos encontramos, pero observo que me estoy volviendo peligrosamente cada vez más sincero, oscuro y directo. Cada vez me cuesta más recomendarle a nadie sobre su futuro, sobre sus perspectivas a corto, medio y hasta largo plazo. Sin ir más lejos, me estremezco cada vez que un alumno me pregunta eso de: "¿profe, qué tiene salida?". "¿Nada?" "¿Todo?" "¡Qué se yo!" Y ya cuando le muestro el catálogo de títulos que está a sus disposición se me revuelven hasta las tripas. Muchos de ellos con nombres imposibles altamente sofisticados que parecen ignorar la pregunta que debería seguirles: "¿habrá trabajo de lo mío?" Fíjense que hasta me ha sobrevenido la idea de que ahora en las universidades, a la vista del panorama, solo deberían ofertarse tres carreras (grados se llaman ahora, que otra cosa no, pero el plan Bolonia repulido en materia de vocablos lo es un rato): "Ciencias", "Letras" y "Mixtas". Punto pelota.

No sé, tal vez sea así como ha de discurrir la cosa. Soñar para, en las mayoría de las ocasiones, pegarse la hostia. A lo mejor resulta irremediable y hasta necesario. A buen seguro que no pueda ni deba ser de otra forma para que cada uno recorra su camino y tropiece con sus obstáculos (Galeano lo diría mucho mejor: "la utopía sirve para caminar, pelotudo"). Tal vez nunca debería haber escrito estas líneas, tal vez lleve una temporada con sobredosis de Arturo Pérez-Reverte, tal vez deba seguir creyendo, con 36 años a mis espaldas, que algún día pisaré el Santiago Bernabéu para marcar el gol decisivo en la final de la Copa de Europa (me niego a decir eso de Champions League). Tal vez...

Almasy©


El Kisky: "Soñar es gratis"

sábado, 13 de abril de 2013

206. El último aliento


"Camino de Santiago dando un rodeo del carallo" se estrenará el próximo 25 de abril en doble función en el teatro Villa de Móstoles. La sesión de las 12 h está completa por alumnos de otros institutos de Móstoles. La sesión de las 18 h está abierta a cualquiera que desee pasar un buen rato viendo cómo nuestros jóvenes tienen un potencial que se caga la perra.

Son las 0:23 de la madrugada cuando me dispongo con estas líneas. Mis retoñas duermen y se respira calma chicha en el hogar. Con la noche bien cerrada, una ligera duermevela invadiéndome y el olor a primavera asomando por mi ventana no puedo quitarme de la cabeza que el próximo 25 de abril verá la luz mi 6º musical desde que aterricé en el Rayuela, uno por año, ¡madre del amor hermoso! Ya tengo callo y bien pareciera que los nervios y la ansiedad no tuviesen permiso para asomar, y sin embargo lo hacen. Menos mal, porque creo que eso significa que sigo respetando lo que hago. Y otro año más diciendo lo mismo a estas alturas de la película: “este año es el último”. Pues eso, para no perder la costumbre: “este año es el último”. Eso sí, por primera vez en todo este tiempo me dispongo a reflexionar por escrito sobre la experiencia que supone antes de que vea la luz. Creo que resulta harto consecuente con el mensaje que intento darle a mis chicos: no importa tanto el producto final como el proceso que conduce a él. Dicho de otro modo, quiero ganar, no cabe duda, pero no de cualquier manera. Quiero hacerlo jugando bien. Me sobrevienen a la cabeza precipitadamente las primeras reuniones, las primeras expectativas, los cientos de emails cruzados por el camino, los cuadrantes de ensayos imposibles, los rostros frente al espejo buscando que no se pierda el paso, el palpitar de las músicas y de los corazones, el bocadillo a medio comer porque me toca bailar, las prisas, el que no llego, el que me regañan como falte, el temido ultimátum de Jaime, las sonrisas al final del día haciendo lo que más me gusta, lo que me saca de la rutina, de los problemas vividos y por vivir, lo que me insufla ese aire que necesito para seguir adelante...

Quiero que salga bien, ¡cómo no iba a quererlo!, incluso mejor que bien si es posible porque considero que se ha trabajado para que así sea, pero ante todo y sobre todo, independientemente del resultado, me quedo con la ilusión del camino, con el esfuerzo depositado tanto por los que han dirigido como los que han sabido dejarse dirigir, con el espíritu de equipo que ha reinado, con la convivencia de chicos y chicas desde 12 a más de 20 años durante unas sesiones de ensayos en las que como por arte de birlibirloque se borraba la fecha de nacimiento en el carnet de identidad para comportarse como un solo ente. El de Fuenlabrada con la de Móstoles. La de Getafe con el de Alcorcón. El de Leganés con la de Parla…

No me puedo olvidar tampoco de las dudas, de los llantos, de las lesiones, de los desalientos, de los nervios a flor de piel en algunas ocasiones, de más de un enfado y de más de una bronca, de los que no han llegado hasta el final por abandono voluntario o involuntario... Y no me puedo olvidar porque también forman parte del negocio que supone caminar. ¡No todo iba a ser de color de rosa!

Y soy incapaz de rescatar un solo nombre concreto, pues hace un rato, preparando el listado de los que estáis inmersos en este tinglado, me salen 102 almas sin contar la mía. ¡Cristo del Gran Poder, lo mío son las marabuntas al cubo y lo demás son tonterías! ¿Cómo entonces significar a uno solo pudiendo quedarme con agradecer a los 102 integrantes que me hayáis dejado conduciros hasta aquí? Pues eso, pase lo que pase: ¡GRACIAS A TODOS DE CORAZÓN!

Almasy©


LUAR NA LUBRE & ISMAEL SERRANO: "Chove en Santiago"

domingo, 17 de marzo de 2013

205. No me doy por aludido



Dice uno de mis referentes personales en la actualidad que una de las claves para reaccionar cuando te hallas taciturno y cabizbajo es cabrearse, buscar la ira que reside escondida en tu interior y sacarla fuera en lo que vendría a ser un cagarse en todo lo que se menea. A diario hay cientos de motivos para ello, pero no siempre uno percibe las señales necesarias para desatar el cabreo de marras. La semana pasada al menos un asunto fue lo suficientemente poderoso como para tambalearme y provocar hoy estas líneas: la publicación de unos supuestos resultados sobre el pasado proceso de oposición al cuerpo de maestros en los que se denunciaba que numerosos aspirantes no habían sido capaces de superar una prueba con contenidos al alcance de rapaces de 12 primaveras.

Como ando algo desentrenado en esto de la escritura, no acierto a buscarle un hilo conductor medianamente ordenado a todas las reflexiones que me sobrevinieron tras leer la noticia, es más, considero que como parte de un cabreo no procede dicho ordenamiento, pues a nadie en su sano juicio se le ocurriría reflexionar friamente si cuando se cisca en los muertos de alguien primero procede llamarle "bobo" para luego ir in crescendo hasta rematar con un "eres un anormal de libro, fijo que tus padres eran hermanos". Simplemente estoy en condiciones de largar cual diarrea el conjunto de pensamientos, muchos de ellos aderezados con exabruptos, que rondan no ya mi cerebro sino mis intestinos, con la única intención de que abandonen definitivamente el cuerpo en el que habito a diario:

1. En la medida en que los opositores que cometieron semejantes errores no consiguieron la pertinente plaza de maestro, no se puede decir que estos estén mal formados -los maestros, aclaro-. En todo caso los aspirantes titulados en magisterio que suspendieron la prueba. 

2. Ya  me gustaría ver a mí los exámenes que superan los miembros de la consejería de educación que rigen los destinos de la formación de la comunidad en la que resido y por extensión los del ministerio de educación. ¡Ah, si no superan ninguno, coño! Si para ser político lo único que se precisa es no tener alguna deficiencia mental acreditada, o sea con papeles, por lo demás, que pase el siguiente que hay sitio, cargo y sobre. Sin ir más lejos nuestra insigne consejera Lucifi, ha firmado alguna de las paridas más espectaculares que se hayan podido pronunciar en materia educativa en los últimos años. De esas que le dejan a uno frío y hasta le provocarían la risa salvo por el pequeño matiz de que esta señora es mi jefa y no soporto que alguien que está por encima de mí y gana mucho más dinero que yo sea infinitamente más subnormal que un servidor.

3. En el análisis de estos resultados bien podríamos remontarnos mucho más allá y tal vez preguntarnos cómo esos opositores obtuvieron la titulación de magisterio, y la de bachillerato, y la de la ESO, y la de primaria, y la de infantil... y en definitiva cuestionarnos si el sistema educativo en su totalidad ha sido convenientemente gestionado por el bipartidismo imperante en esta casa de putas llamada España.

4. Dicen que el informe lo eleva la inspección educativa, curiosamente la misma en la que muchos de los cargos provienen de la dedocracia imperante y en la que, como en todas las casas, nos encontramos gente capaz -que sabe, resuelve, se ocupa y se preocupa- y otra no tanto -inútiles que no saben a tocino ni aunque los unten y que cuando los requieres para solucionarte alguna pepla del día a día practican un palmario Poncio Pilatos, vamos que se lavan las manos-. De hecho, no se si sabrá el común de los mortales que también en este organismo existen los interinos, en este caso denominados "inspectores accidentales", que a ellos les sonará bien sofisticado pero a mí me evoca más algún título cinematográfico americano de serie B rollo "Inspector por accidente", con pechos y risa floja por doquier.

5. Las cosas no son blancas ni negras muchas veces, sino grises con todos los tonos habidos y por haber. Así, he conocido docentes con experiencia pero sin oposición que han sido un referente para mí, otros con experiencia y con oposición sobre los que solo se me ha ocurrido pensar "llevas 30 años en la profesión y los 30 haciéndolo mal", a jóvenes sin experiencia y con oposición más verdes que una vara verde a los que la administración llama docentes pero que bien a gusto podrían haber sido mamporreros, a jóvenes sin oposición tan capaces y resolutivos como el que más, dispuestos a comerse el mundo si les dejamos, a profes de todas las edades que por sus circunstancias personales jamás se sacarán la plaza y sin embargo la categoría de Maestros se la han ganado a pulso con su ejemplo diario y no en virtud de un examen que es solo eso, un examen.

6. Y en hablando de exámenes, cabría preguntarse si uno de esas características puede considerarse como la condición sine qua non para convertirse en un docente de garantías. De hecho, salvo en lo que a cuestiones de ortografía y redacción se refiere, yo más que un examen me atrevería a decir que a lo que se han sometido estos opositores es a un concurso de trivial similar a los que yo practico en fin de año con mi familia. ¿Qué examinamos pues? ¿Son acertados los modelos y contenidos que proponemos? Pienso en mí, sin ir más lejos, un ser dotado de una memoria regular tirando a deficiente que no me ha impedido convertirme en licenciado en historia, historiador -he ejercido como tal y a mi manera sigo ejerciendo- y profesor de historia, geografía y arte. Y no me pregunten quién fue el rey de Dinamarca en el siglo XII ni que les cite tres escritos de Heródoto porque lo tendría que buscar; pero es que una cosa es tener buena memoria y otra bien distinta saber historia. Existen multitud de cosas que no sé, pero sí sé cómo saberlas, comprenderlas y cómo hacer que otros las sepan, las comprendan y hasta se apasionen si se descuidan. De igual modo que un buen médico bien puede ser obeso, un magnífico mecánico conducir una tartana renqueante de segunda mano con apuros para superar la ITV y un estupendo cantante de ópera fumar como un carretero antes de salir a escena para marcarse un aria de toma pan y moja.

7. Por último y dedicado al conjunto de medios de desinformación del país que se han hecho eco de la noticia bailándole el agua a la fuente desde la que se generó: me cago en la reputa madre que os parió.

Almasy©


HAMLET: "Irracional"

sábado, 9 de febrero de 2013

204. Pero lo cierto es que...


Dijisteis que estaríais siempre a mi lado;
pero lo cierto es que os faltó tiempo para perderme de vista
en la primera esquina.

Dijisteis que cuando fuese mayor lo entendería;
pero lo cierto es que crecí, fui mayor,
y seguí sin entenderlo.

Dijisteis que siempre pisaría firme, que no caería jamás;
pero lo cierto es que apenas me descuidé un instante,
solo vi pozo y abismo.

Dijisteis que saldría el sol, que siempre sale;
pero lo cierto es que no asomaron más que luna y sombras.
Ni rastro de sol.

Dijisteis que solo estaba yo,
omnipresente, único, especial, imprescindible;
pero lo cierto es que simplemente fui uno más.

Dijisteis que era grande, compacto, intenso, todopoderoso,
superhéroe entre superhéroes;
pero lo cierto es que fui tan "burdo jirón de mí" como el resto.

Dijisteis que me lloverían miles de besos,
que perdería la cuenta con los cientos de abrazos;
pero lo cierto es que ambos cesaron en las decenas.

Dijisteis tantas cosas, tantas,
y tantas mentira, tantas,
y tantas tan imposibles de cumplir, tantas.


Almasy©


MARÍA CALLAS: "La mamma morta"