jueves, 24 de marzo de 2011

153. La telemierda

Me seduce comenzar esta entrega preguntándome si vemos la televisión que demandamos o simplemente consumimos la que se nos oferta. La pregunta no es baladí y emparenta con clásicos universales como el de “¿qué es anterior, el huevo o la gallina?”. El caso es que la situación me preocupa especialmente ahora que mi hija comienza a fijar la atención en los mensajes audiovisuales y desde ya me considero en la obligación de filtrar convenientemente los contenidos televisivos a los que se acerca. Y quién dice filtrar, dice apagar directamente el aparatito de marras cual censor fascista sin que aflore el menor remordimiento de conciencia en mi cerebro, en mi cerebelo, en mi bulbo raquídeo o donde demonios se alojen los remordimientos de un paisano. Algunos pensarán que esto es remar contracorriente e incluso que hago mal en proteger a la criatura de la avalancha de estiércol que puebla la parrilla, pues tarde o temprano se va a empapar de él y pareciera mejor que lo fuera consumiendo en pequeñas dosis para que luego no le sobrevenga el aluvión. “No la puede usted meter en una burbuja, caballero”, me sugeriría el psicopedagogo fetén de turno; pero lo cierto es que sí, que me voy a empeñar con denuedo en apartarla de la telemierda reinante. ¿Acaso no es nuestro deber afectivo y legal que nuestros vástagos crezcan fuertes y sanos? Pues es la salud mental de mi princesa la que está en juego, así que no pienso cejar en el empeño de amparar su sesera.

Me empeñaré así un día sí y otro también para que no sucumba ante la tiranía, verbigracia, de “Telahinco”, ni tampoco ante la de “Antena Trío”, “Apexta”, “Cuatreros”, “Interdemoniaquía” o similares. Intentaré inculcarle, no necesariamente es seguro que lo consiga, que la mayor parte de las situaciones televisivas que padecemos no son normales, simplemente son habituales. Le rogaré encarecidamente que no se avergüence ni me avergüence acudiendo a un programa de televisión en el que dé rienda suelta a sus impulsos carnales y se magreé con algún pavo taladrado al que no se le conoce oficio ni beneficio para deleite de 45 millones de potenciales telespectadores acólitos de Onán. Por mucho que algunas iluminadas que se llaman periodistas califiquen a este formato de encerrar a veinte tarados poligoneros en una casa como un experimento sociológico de primer nivel. También me esforzaré para que cuando quiera iniciarse en las lides del cortejo, esto a poder ser muy muy muy tarde, se haga valer poniendo sobre la mesa su inteligencia, su saber estar, su sentido del humor y algunas otras cualidades universales que ya solo nos suenan cuando reponen de madrugada algún film en blanco y negro; y nunca blandiendo unas tetas de plástico que, créanme, su padre no le pagará. Le comentaré también que la justicia es algo serio, honorable, una dama virtuosa a la que se debe respetar y contemplar hasta temeroso preferiblemente desde la distancia, intentando así disuadirla de cualquier tendencia a interponer demandas absurdas que no hacen sino saturar el aparato y necesariamente demorar las cuestiones de mayor calado. Echaré el bofe para que sepa distinguir la espontaneidad y la naturalidad de la chabacanería y del analfabetismo consentido y hasta aplaudido por otros más analfabetos si cabe y le explicaré cuál es el verdadero significado de las palabras “contertulio” y/o “colaborador” que hacen acto de presencia en la telemierda para designar a los ministros del atentado audiovisual con la firme intención de dulcificar su labor y lavar su imagen. En ambos casos a los sustantivos que me refiero les falta el apellido: “Contertulio de la Telemierda”, “Colaborador de la Telemierda”. Ven como ahora queda más claro. Entre estos, acaso más decepcionantes los que esgrimen estar en posesión de alguna titulación universitaria, pues no hacen sino confirmar que actualmente en la universidad entra cualquiera y que hace tiempo que esta institución perdió la condición de ofertar estudios superiores.

Pido finalmente al Cielo y al Infierno que no se confirme la hipótesis que manejo de un tiempo a esta parte: un país es la televisión que consume, porque apañados estamos, e invito a que todos cuantos nos iniciemos en la noble tarea de educar retoños echemos el resto para protegerlos de la inmundicia que nos ofrecen o reclamamos, sigo teniendo mis dudas en torno al orden de los factores, que en este caso algo sí alteraría el producto. Paradójicamente, a veces la solución no está demasiado lejos, pues poco me equivoco si afirmo que a escasos centímetros de casi todas las casas con caja tonta que conozco, incluida la del que suscribe, suelen ubicarse unas fabulosas estanterías en las que reposan libros, esos entes encuadernados con páginas y letras que, amén de decorar, calzar mesas e impedir que el polvo se haga fuerte, aguardan expectantes a que un lector les libere de la historia que esconden. Verdad verdadera.

Almasy©



Kaso Perdido: "Teleadictos"

5 comentarios:

guillermo dijo...

Estoy de acuerdo con todo lo que suscribes, yo solo me limito a ver la tele como antiguamente, es decir, la primera y la UHF...joder si es que estamos invadidos de programas basura, me pregunto algunas veces como vive tanta gente de este negocio.
Espero que mi novela que veo desde hace 6 años, por su puesto en la primera y con actores españoles y despues del parte del mediodia, me dure hasta que me jubile y luego me dedicare a ver las obras.

Jaime, de Oviedo dijo...

De acuerdo en lo que dices acerca de la telemierda, y cómo lo dices... incluso en lo de ir en contra de corriente...
Solo una discrepancia en lo de las "lides del cortejo" de una hija.
¿Qué es muy muy muy tarde?
La "edad" de iniciarse es algo tan personal, variable, influenciable (también por los padres...)
¿Cómo retrasar la fuerza natural de un amor platónico, otro de infancia, otro de adolescencia, el sensual...?
Todo es experiencia: Acierto/error.
Y suele ser útil: tortazo o compromiso.
No seré yo quíen elija "edad" o "novio/a" para ninguno de mis retoños. No son palabras sino hechos (ya tienen 22-26 años y nunca intervine).
Gracias por el Blog

Maribel dijo...

Estoy de acuerdo con Jaime de Oviedo en el tema de las relaciones. Creo que lo importante es no descuidar su educación, y luego rezar para que sepa utilizar todo lo que le has enseñado, y, por supuesto, estar siempre atento por si la ves que se está ahogando, echarle un salvavidas al que pueda agarrarse si ella quiere. Yo, al menos, he actuado así. Y se pasan muchos miedos y muchas noches sin dormir, pero aún así, creo que es el camino.
Respecto a la tele, completamente de acuerdo. Si por mí fuera, en mi casa no la habría, pues encontrar algo que merezca la pena ser visto, se convierte en una labor de detective de alta cualificación; y luego, si es que lo encuentras , te lo tienes que tragar adobado de infinitos spot publitarios. No merece la pena el esfuerzo.

QMPilar dijo...

Como te decía, mi mente a veces agotada de tanta actividad productiva y debates profesionales y personales, necesita el relax de alguna retrasmisión deportiva o algún “guapo policía que atrapa siempre al malo”, no mucho más puede ofrecerme hoy en día la tele.
Por otro lado, yo no me esforzaría demasiado en evitarle a tu reina lo que tú no deseas que vea, no fuese a ser esa la razón de su interés por verlo. Me enorgullece oir decir a mi hijo cuando nos cruzamos al zapear con “telebasura” : menuda pandilla de gilipollas, claro que para que él llegue a esa conclusión antes ha habido un gran esfuerzo educativo por parte de sus progenitores y educadores (a los que desde aquí estoy infinitamente agradecida).
Por supuesto, estoy totalmente de acuerdo con Jaime de Oviedo, como diría Pedro (antiguo orientador del rayuela, gran persona) la sexualidad también se aprende desde el nacimiento (incluso antes) por lo tanto también se educa, en ese tema yo no me he esforzado tanto, me he limitado a quererle y su inteligencia digo yo que habrá hecho el resto o al menos eso espero. Bsss.

Anónimo dijo...

Estoy casi al cien por cien de acuerdo con tu opinión sobre la telemierda y el artículo en general,pues a mis 64 años me ha tocado remar a cotra corriente en ese y en otros muchos aspectos, y a veces hasta me he dejado arrastrar. Lo que no estoy tan seguro, es sobre lo del "control" o como quieras denominar, de las relacciones afectivas o amorosas, porque en ese terreno juegan factores bastante irracionales. Pero cuando alguien se queja de la juventud, yo digo que son hijos nuestros. Porque son adultos los responsables de la "telemierda" y otras especies por el estilo. Un saludo animoso. Yno...

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