(A mis alumnos)
No te quepa duda. Merece la pena. Levantarse cada mañana, despegar sábanas y legañas. Apurar un desayuno que a veces brilla por su ausencia. Algunos porque lo cambian por unos minutos más de cama, otros porque no aciertan a colocar el tupé o la raya del ojo como más les favorece. Ataviarse con chándal si toca gimnasia, amarrar mochila o carrito y salir quemando ruedas. “¡No puedo llegar tarde!”
No te quepa duda. Merece la pena. Soportar una hora detrás de otra, hasta seis, siete incluso en ocasiones. Ver pasar docentes de toda índole y condición. Rematar deberes de última hora, releer ese esquema tan útil con el que piensas aprobar el examen de tercera. Cambiar libros, cuadernos, levantarse y volver a sentarse. Escuchar, atender, despistarse, volver a atender, pedir que repitan, volver a despistarse y volver a atender, intervenir ese día que tienes los ejercicios niquelados, esquivar miradas cuando no los tienes.
No te quepa duda. Merece la pena. Recorrer pasillos, echar el bofe en ese partidillo en el que está en juego tu honor. Y encima sin desayunar te ha pillado hoy. Charlar aquí y allá, reír, llorar, enamorarse y enamorar. Relajarse en ese paréntesis que llaman recreo para volver a la rutina. “¡Qué rápido se pasó, si no me ha dado tiempo ni a comerme el bocata!” Ir al baño, “rápido que me ponen retraso”. “¿Qué no ha venido la de Lengua?” “¡Bien!”. “Está muy malita, cafre”, “Ya, bien porque no haya venido, no porque esté malita”.
No te quepa duda. Merece la pena. Devanarse los sesos con ese problema que estás convencido no tiene solución. Despejar la incógnita, acertar en el análisis de esa subordinada imposible, ubicar correctamente en el mapa ese golfo que dudas hasta que exista, diseccionar el mejillón que te compró la abuela para no volver a probarlos durante una buena temporada.
No te quepa duda. Merece la pena. Saber, conocer, empaparse de experiencias y conocimientos de unos y otros. Acercarse a lo que se hizo, a lo que se hace, profetizar sobre lo que probablemente se hará. Encontrar respuestas para seguidamente toparse con más dudas. Crecer física e intelectualmente, desmarcarse de la ignorancia para estar más pleno, más grande, más alto, más guapo, más todo.
No te quepa duda. Merece la pena. Soportar estoicamente broncas –muchas, a buen seguro, unas propias y otras ajenas– y recibir halagos –probablemente en menor medida que las broncas, aunque haberlos haylos–. Evocar los siempre recurrentes “profe yo no he sido”, “profe yo no estaba hablando”, cuando sabes que sí has sido y que sí estabas hablando.
No te quepa duda. Merece la pena. Sufrir con ese examen que se pone cuesta arriba. Para el que apenas resta tiempo. Mala organización seguro. Tocan cafés y ojeras a tutiplén. “Esto no me vuelve a pasar”. Mentira y lo sabes. Ponerse nervioso, tragar saliva, quedarse en blanco y hasta echar unas lágrimas que al menos demuestran que te importa lo que tienes entre manos.
No te quepa duda. Merece la pena. Pensar hoy en lo que vas a hacer a continuación y no lamentarse mañana de lo que dejaste por hacer. Errar, errar, errar y alguna vez acertar. Curtirse en mil batallas. Ir sumando, no importa si un año no salieron las cosas a pedir de boca y tocó repetir. Lo importante es llegar, antes o después, pero llegar. Repetir solo es inútil si sirve para volver a cometer los errores ya cometidos. Lo cual además de inútiles es de idiotas.
No te quepa duda. Merece la pena. Regocijarse con ese boletín de notas inmaculado. Afrontar con bravura cuando no lo es y rebelarse con la firme intención de mejorar. No acomodarse en el éxito. No acostumbrarse al fracaso. Caerse, levantarse, volver a caerse y volver a levantarse. Afianzar lo que está bien hecho y buscar la senda que conduzca a solventar lo que no lo está.
No te quepa duda. Merece la pena. Estudiar es sinónimo de ejercitar el entendimiento para alcanzar o comprender algo y eso es lo más parecido a ser poderoso. Formarse para aumentar las probabilidades de evitar usos y costumbres poco recomendables y de poder emplear el resto de tus días en una actividad con la que te sientas realizado, pleno, feliz. ¿Acaso no quieres ser feliz?
No te quepa duda. Merece la pena.
Almasy©
MARC ANTHONY: Valió la pena
3 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo en que merece la pena y siempre es posible y nunca tarde para poder aprender. Es muy importante hacerlo y saberlo, y sobre todo intentarlo. María
Merece la pena leer tu artículo, pero como lo lea el profesor de "gimnasia"...(ya sabes, les gusta más lo de Educación Física)
Y vale la pena estar ahí para verlo, aunque sea hasta los 67 años ¿no?
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