viernes, 23 de julio de 2010

126. El nazi

Hoy me he levantado con el pie cambiado, cuasi de nazi, que también tengo derecho. ¿O acaso el autoritarismo de nuestros días es una prebenda exclusiva de nacionalismos y colectivos feministas? ¡Hasta ahí podríamos llegar! Déjenme pues que en la presente entrega me desahogue planteando unos cuantos “prohibidos” y “obligatorios” con los que aliviar salud mental y úlcera gástrica a un tiempo.

En primer término invito a que se prohíba la utilización del vocablo “mazo” como adverbio sinónimo de “muy”. “Esto me mola mazo”, “aquello es mazo grande”, bla, bla, bla… De hecho, si me apuran, propongo que dicho término pueda únicamente emplearse cuando se miente el refranero y más específicamente el siempre socorrido “a Dios rogando y con el mazo dando”.

En entregas pasadas creo recordar también haber sugerido en algún momento que se exigiera la tenencia del título de graduado en educación secundaria obligatoria tanto para poder ejercer el derecho al voto como para pretender la obtención del carnet de conducir. Hoy me pillan más blandito y condescendiente, a pesar de lo de nazi con lo que arrancaba, e insinúo simplemente que para el derecho al sufragio se requiera únicamente la capacidad para construir frases con sujeto y predicado. Es más, a aquellos que sepan colocar dentro de la misma un complemente directo, uno indirecto y uno circunstancial seguiditos, debería hasta permitírseles introducir dos papeletas en la urna. Por sabiondos.

Abundando en esto del voto ruego se medite también la prohibición de votar de por vida a la misma formación política. He manifestado en repetidas ocasiones que somos mayormente una nación de filias y fobias que no sabe premiar a los que son distintos a nosotros, a pesar de que internamente podamos reconocer su buen hacer, ni castigar a los que supuestamente coinciden con nuestro ideario, aun cuando percibamos que no están haciendo bien las cosas.

Obligaría, asimismo, a leer cada día un periódico diferente, a sintonizar una emisora de radio distinta y a visionar en la caja tonta un canal que nada tenga que ver con el del día anterior, pues si solo leemos lo que nos agrada, escuchamos lo que queremos oír y vemos lo que nos estimula, corremos el riesgo de estar permanente y temerariamente dándonos la razón. “Si es lo que digo yo”. Eso sí, matizo que aunque consentiría el visionado de Telahinco, obligaría a que el televisor se autodestruyera en caso de sintonizar este canal más allá de 5 minutos.

Incluiría también en el catálogo de obligaciones que cualquiera que aspirase al ejercicio de un cargo público, y más concretamente en el terreno político, se someta públicamente a un test de medición de su CI en el que deba alcanzar al menos un 70. Tampoco vamos a ponernos demasiado exigentes ahora pidiendo el príncipe-filósofo del que hablara Platón. Y como en esta jodienda de la política se ha comprobado que la cosa no es solo cuestión de inteligencia sino de bondad, obligaría a la comunidad científica a que se dejara de investigar “gilipolleces” tales como la vacuna contra el SIDA o la sanación del cáncer y se empleara en la invención de un achiperre capaz de medir la buena fe de los gobernantes. Bondad, se encendería un angelito. Maldad, se iluminaría un diablillo. Porque no sé ustedes, pero yo al menos, de concejal para arriba, necesito sentir que el que me gobierna es mucho más listo y mucho mejor persona que yo. De lo contrario se me tuerce el semblante y se me agria el gesto.

Invito también desde este foro a la clausura de todos aquellos locales en los que se formen colas en las cajas, pues no existe nada más miserable y triste que esperar pacientemente como chinches ¡para pagar!, ¡para ver reducido tu poder adquisitivo!, ¡para asistir a la disminución de tus emolumentos!

Propondría también medidas drásticas y contundentes para con los que hablan a voces por el móvil, los fumadores irrespetuosos y esos adictos a los foros sociales en internet que se olvidaron del valor del cara a cara, del piel a piel; pero en tanto en cuanto tengo amigos y familiares que quiero conservar en alguno o varios de estos colectivos hoy me las callo. Mañana ya veremos.

Y finalmente no puedo concluir la entrada de hoy sin la pertinente medida para la conservación del planeta, requisito imprescindible en cualquier declaración, manifiesto y/o protocolo actuales con los que las multinacionales se limpian el ojete. Concretamente abogo por secundar la propuesta de ese estrambótico partido británico que en las recientemente elecciones celebradas en la Pérfida Albión conminaba a la instalación en las calles de aparatos de aire acondicionado a fin de paliar el calentamiento global del planeta.

Almasy©




RODRIGO & GABRIELA: "Foc"

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