jueves, 11 de noviembre de 2010

138. La senda

Siempre llega un momento en la vida de un hombre –o de una mujer, me hubiera instado a matizar el extinto Ministerio De Igual Da Que Da Lo Mismo– en que corresponde decantarse por la senda que se quiere seguir. Podemos recrearlo con una imagen muy cinematográfica, en plan caminito de Jerez interrumpido por dos puertas que abren distintas continuaciones para nuestro periplo: la difícil y la fácil. La difícil está hermética y no resulta nada atractiva, tiene el barniz ajado y el pomo en vías de oxidación. Además, se nos antoja que tiene que ser harto pesada y que nos llevará un buen rato encontrar la llave que posibilite su apertura. En cambio, la fácil se nos presenta lustrosa. Aparenta ser ligera y justo a la altura de nuestra mano brilla reluciente un tirador ergonómico que te llama a gritos para que lo agarres. Incluso cuando te aproximas descubres que se encuentra ligeramente entreabierta, permitiendo echar un vistazo al otro lado. Allí te espera una saca llena de pecunia por la que no tienes que dar cuentas y cuya apropiación solo depende de estirar el brazo, un examen cuyas preguntas conoces de antemano, un trabajo alcanzado sin preparación ni esfuerzo por tu parte y un reconocimiento vacuo de tu persona fundamentado en el miedo combinado con el asco de cuantos te rodean. Todo ello ahí, a tiro de piedra, simplemente anhelando que lo hagas tuyo. Además, apenas cruzas la puerta fácil se te extiende un aval notarial que acredita que no tenías otra opción, lo cual justifica sobremanera tu decisión. Que las cosas ocurrieron como ocurrieron y no podían haber ocurrido de otra manera. Que casi que te viste obligado por las circunstancias a que resolvieras no adentrarte por el camino difícil. La familia en la que te tocó vivir, la educación que se te propuso o simplemente las amistades de las que te rodeaste condicionaron tu devenir. En cambio en la difícil, un contundente letrero rezaba que tus circunstancias podrán explicar tus actos, pero no justificarlos. Que eres dueño de tu destino y que en tanto estás en posesión de un bien tan valioso como el libre albedrío, deberás responder de tus maniobras.

Son pocos los que cruzan la trabajosa puerta que da paso al camino difícil, temerosos de lo que les espera, titubeantes y escuchando allá a lo lejos las carcajadas de los que prosiguieron por la senda fácil. Los más aguerridos no desfallecen y aprietan puños y dientes al tiempo que se repiten: “A todo cerdo le llega su San Martín”, “Todos pasan tarde o temprano por delante de la escopeta”, “Ningún hijo de puta es eterno”. Estas máximas los consuelan y los alientan para proseguir en su empresa. Para no arrepentirse de la decisión que tomaron. Para vislumbrar la luz al final del túnel y no sentirse ministros de la estulticia. Para convencerse de que su objetivo es llegar lejos, no alto. ¡Ánimo pues viajeros!

Almasy©

GABINETE CALIGARI: "Camino Soria"


2 comentarios:

Luis Fermín Gutierrez dijo...

exelente, te felicito!!!!

Almasy dijo...

Gracias...

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