viernes, 13 de mayo de 2011

157. Pasen y voten

No sé si se habrán dado cuenta, pero el próximo 22 de mayo se celebrarán elecciones autonómicas y municipales en la mayor parte de la geografía española, no en toda, porque ni para eso nos ponemos de acuerdo los aborígenes de esta Piel de Toro mal llamada España, pues parece mucho más ajustado renombrarla como Monarquía Hispánica de Reinos.

Supongo que sí, que se habrán percatado, aunque solo sea porque en las últimas semanas ese tramo de carretera bacheado que sufrían todas las mañanas de camino al puesto de trabajo habrá amanecido de repente con una estupenda capa de brea reluciente que usted llevaba pidiendo a gritos y a cartas a su ayuntamiento, que las mediocres pintadas en los muros de su urbanización habrán desaparecido como por arte de birlibirloque, que ese eternamente solicitado carril bici para ejercer de atleta dominguero se habrá definitivamente construido, que en esos lugares faltos de iluminación en los que se refugiaban furtivamente las parejas para magrearse habrán florecido novísimas farolas con sugerentes diseños y que a buen seguro se estarán ultimando los detalles de al menos una docena de rotondas que lucirán cubiertas de nacarada pedrería por todos los accesos de su localidad. No, si va a tener razón un buen amigo que afirma que los GPS solo es necesario actualizarlos cada cuatro años.

A buen seguro habrán también comprobado cómo por las concurridas avenidas de su municipio ondean carteles que anuncian candidaturas y candidatos. Y ahí están ellos y ellas, generalmente peripuestos y artificiales, unos de traje y corbata y otros con chaqueta de pana. Hieráticos, con la mirada perdida y la sonrisa forzada, en algunos casos más parecida esta última a la cuchillada que podamos propinarle a una careta de cartón. Maquillados y maquilladas, con cabello de peluquería, en todos los casos con cuarto y mitad de Photoshop. Esperanzados y esperanzadas, presentándose en sociedad con eslóganes que rezuman aires de centro, que es lo que se lleva ahora, o apelando a su sintonía con la gente corriente, con el barrio, pese a que no compren en nuestras panaderías, ni lleven a sus hijos a los mismos colegios que nosotros, ni les atiendan los mismos médicos que velan por nuestra salud. “Sobran los motivos”, dicen otros. ¿Para qué? ¿Para votaros o para no votaros? ¡A mí cómo no me lo dejen claro!

Habrán visto cómo empieza a poblarse la parrilla televisiva con anuncios y noticias propios de la campaña, destacando esos multitudinarios mítines en los que el personal acude libre y desinteresadamente a escuchar la puesta en escena del candidato de turno, y nunca atraídos por la oferta de echar la tarde con un paseo en autobús y bocadillo gratis. Nadie cae tan bajo. Nadie se traga voluntariamente una película que bien podría llevar por título “Visto uno, vistos todos, oigan”. El candidato exaltado y haciendo gestos que denoten una seguridad casi atrabiliaria aplaudida por una masa que agita entregada banderitas de colores. Los que ocupan la poltrona, proclamando a los cuatro vientos lo bien que lo están haciendo y lo estupendamente que seguirá todo si la ciudadanía vuelve a confiar en su proyecto. Los que optan a la misma, echando pestes sobre la gestión de los que están y proponiéndose como una alternativa fiable que abrirá una nueva era. En definitiva, todo un duelo ente el pistolero que rige la cantina y el que se postula para regirla. Y es que durante un par de semanas vuelve el salvaje Oeste a Occidente con todos sus ingredientes: buenos, feos, malos, fuego cruzado cargado por el Diablo y demasiada gente haciendo el indio. Tan matemático como las matemáticas.

Incluso los más afortunados habrán recibido o recibirán en los próximos días una misiva firmada del puño y letra de los candidatos invitándole a que deposite su confianza en ellos. Con todos los detalles bien cuidados: sobre divino de la muerte, papel del caro carísimo –para estas peplas no hay crisis que valga–, agradable al tacto, letra caligráfica cuidadosamente dispuesta y esa rúbrica que guardarás apasionadamente por los siglos de los siglos. “Se ha acordado de mí”, te repetirás encandilado. “Con todo lo que tendrá que hacer, se ha acordado de mí”.

Y nos dirán “Digo”, donde dijeron “Diego” sin que les tiemble el pulso un ápice. A prueba del tan temido como televisivo polígrafo de la verdad. Sin despeinarse el cabello de peluquería lo más mínimo. Como se lo cuento. Los mismos que les juran y perjuran su compromiso de apostar por lo público, son los que en realidad proceden a privatizar a discreción, así como los que presumen de abanderar políticas sociales, les bajan el sueldo a los funcionarios y retrasan la jubilación hasta una edad en la que un servidor solo se ve medio desnudo y con pañal balanceándose en una mecedora mientras fuma en pipa la mayor parte del día y le toca el culo a la asistenta.

En una de mis últimas clases un alumno me preguntó que a quién iba a votar. Le contesté que había empezado por la segunda pregunta, pues lo más correcto hubiese sido cuestionarme si iba a votar. Seguramente, y casi por deformación profesional, acudiré a las urnas. Es más, creo que lo seguiré haciendo una y otra vez hasta que la abstención tenga representación parlamentaria dejando escaños vacíos en el Congreso que simbolicen nuestro descontento y nos ahorren el salario de más de un calientaestrados. O hasta que se recupere aquel idílico espíritu de la antigüedad clásica en el que servir a Roma era un honor por el que se pagaba y no un chollo por el que se cobraba.

Algunos dirán que es fácil atizarle a cuanto se menea. Que este desencantado relativismo en el que habito es propio de los tipos descafeinados que desconocen qué rumbo ha de tomar su ideario. Se equivocan, pues la política va mucho más allá del posicionamiento ideológico. De hecho, es casi como el apetito sexual. Se tiene o no se tiene. Te suscitan o no te suscitan. Te conmueven o no. Te atrapan hipnóticamente o te dejan indiferente. Y a mí me dejan indiferente. No me ponen. En resumidas cuentas: un mal polvo.

Almasy©

ANTÒNIA FONT: "Clint Eastwood"


2 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí ha pasado en dos o tres de las últimas: cada vez que llega el sobrecito, sea el que sea, lo rajo y lo envío a reciclaje. El día de las elecciones intento distraerme (limpio, plancho..) para mantenerme firme en mi decisión de abstenerme para que se den por aludidos... hasta las 19:55, cuando me acuerdo de las personas que lucharon por esto y me voy corriendo a votar... Pero este año no lo voy a hacer. Me voy a mantener firme en la abstención...

Clara dijo...

Como casi siempre: una forma de verlo.
Que disgustará a un@s.
Y encantará a otr@s.

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