jueves, 6 de mayo de 2010

115. A tontas y a locas


Siempre que tenemos la mala fortuna de toparnos con alguien que desvaría y nos incomoda sobremanera lo justificamos tachándolo de “tonto” y/o “loco” con ciertos aires eufemístico-compasivos, pues en realidad se nos sale tanto de quicio la actuación del sujeto/a –la estulticia no conoce género– que lo que nos apetecería realmente sería abrasarlo/a a exabruptos. De hecho, el uso de “tonto” y/o “loco” para referirnos al individuo/a en cuestión suele quedarse bien corto, al tiempo que enmascara la verdadera esencia de la criatura de marras. Desafortunadamente habitamos un mundo que no permite decir lo que uno piensa y casi a diario hemos de tragarnos los impulsos que nos sobrevuelan y ulceran. Así, “tonto” y/o “loco”, términos moderadamente peyorativos, lo que en realidad esconden es el/la “imbécil/a”, el/la “anormal/a”, el/la “tarado/a” y si me apuran y me lo permiten hasta el/la “grandísimo/a hijo/a de la gran puta” –omito aquí el masculino “gran puto” en la medida que este todavía es incapaz de parir, aunque todo se andará–.

Precisamente este último calificativo con el que tanto se llena la boca me sobreviene tras analizar cuantitativa y cualitativamente los usos y costumbres de estos especímenes que no suelen perjudicarse a sí mismos con sus reprobables conductas. Jamás de los jamases, sino que prefieren tocarle la moral al prójimo. De hecho, la mayoría, por no decir todos, se mueven como pez en el agua en la confrontación permanente, en el atrabiliario insulto y en la crítica facilona. Constructiva lo llaman ellos, pero coincidirán conmigo en que eso de la “crítica constructiva” y lo de la “envidia sana” suenan a burda milonga.

Los únicos “tontos” y/o “locos” de pura cepa que ha conocido la historia fueron los cavernícolas, a los que se les atribuye la masoquista práctica de autolesionarse el dedo gordo del pie a pedrada tendida. Y para de contar. Fue abandonar el rol de cazador-recolector y tornarnos agricultores-ganaderos e involucionar en este terreno. Buena prueba de ello es que cada vez utilizo más sendos términos, casi a diario. Intento evitar a sus portadores habituales, no entrar al trapo, aferrarme al siempre socorrido “no ofende quien quiere sino quien puede” y contar hasta 10 cuando me los cruzo en el camino; pero entenderán que no siempre está uno en posesión de la paciencia, el temple y la contención necesarios para no soltarles alguna fresca o congelada. Ganas me quedan, pero suelo acabar refrenándome porque la tensión, el odio y el rencor de los que los “tontos” y/o “locos” hacen gala, no están en mi bolsa de la compra, ergo no alimentan mi día a día. Es más, cuando alguna vez concurren en mis tripas, simplemente me incomodan, me agotan, me tuercen el gesto y me ajan la sonrisa. Vade retro pues.

Almasy©

AEROSMITH: "Crazy"


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