jueves, 4 de febrero de 2010

102. Pongamos que hablo de...


El otro día me birlaron el bañador en el gimnasio. Como lo oyen. Salí de la piscina y lo dejé pendiente de un colgador mientras me duchaba y me lo levantaron sin titubeo alguno en un santiamén. Lo que tardé en enjabonarme los bajos. Dentro, para más inri, de un habitáculo en el que para acceder debes poner la mano sobre un lector de palma que detecta si has abonado la cuota mensual de 45 euros contantes y sonantes. No es coña. Así es Madrid y así se lo cuento. En León, dejé en cierta ocasión unas deportivas en los vestuarios y 15 días después, cuando me acordé de preguntar por ellas, allí estaban intactas esperándome acurrucaditas donde las dejé. Y es que los cazurros son afortunadamente ajenos todavía a ese puntito pillo y malandrín de la capital, donde si te descuidas, te limpian hasta el tampón usado por mucho hedor a almizcle ajeno que tenga.

La última vez que en Madrid acerqué a la niña a urgencias me comí un atasco de 3 horas con sus 180 minutos para llegar al hospital. Tiempo suficiente para que la otitis de la criatura hubiese mutado. En León recientemente precisé el mismo servicio. Llegamos en apenas 10 minutos, pero no había médico. Se lo juro. Estaba planchando la oreja y tuvieron que llamarlo a casa para que se acercara. Nada más ingresar en consulta se puso a auscultar a la niña. Tenía tal modorra que dudo mucho que distinguiera el pecho de un bebé del de un hurón. Cinco segundos de fonendoscopio y bostezos después concluyó: “Voy a mandarle un antibiótico de amplio espectro”. “¡Coño!”, pensé, “lo mismo que me habría recomendado la auxiliar de farmacia titulada por CCC”.

No hace demasiado tiempo quedamos para cenar en Madrid. Aparqué el coche a 5 kilómetros del restorán previo pago de la correspondiente tarifa de zona verde. Luego tomé el metro para alcanzar mi destino. A la vuelta cogí un taxi a fin de que me devolviera al auto. Total 80 euros la broma de noche. Para alcanzar el cenador de mi última salida nocturna en León precisé de 10 minutos a pie. Volví a casa también caminando, con un par de vinos de más, eso sí, para combatir el frío reinante. La ocasión me salió por 20 euros, a los que habría que sumarles los gastos en suelas de zapatos que no acierto a calcular.

Me presta la misma vida tomarme un vermut con su correspondiente tapita los domingos a la mañana. En Madrid he dejado de hacerlo porque lo segundo brilla por su ausencia. A lo sumo unas miserables olivas. “¿Verdes o negras?”, se atrevió a ofrecerme en cierta ocasión un camarero muy graciosillo él. “Tu puta madre, cachondo mental”, me dieron ganas de contestarle. En cambio en León la oferta es desmesurada. “Un corto (aproximadamente la mitad de un botellín) de cerveza, por favor”. “¿Qué le pongo de tapa?” “¿Qué tiene?” “Hoy poca cosa: morcilla, patatas con alioli, chorizo frito, alitas de pollo, garbanzos con arroz, sopas de ajo o morro de cerdo”. Casi na´ pal´ duro. Ríome yo del colesterol del Tajo para arriba.

¿Qué con cuál me quedo? Resulta inútil debatirme, pues estoy condenado a entenderme con las dos. ¡Qué le voy a hacer si soy un bígamo urbano!

Almasy©

Rosario Flores & Joaquín Sabina: "Pongamos que hablo de Madrid"


4 comentarios:

Ramiro dijo...

Ambas ciudades tienen su encanto,pero, que duda cabe me quedaría con Leon, con Huesca, con Ávila, pero si quiero disfrutar de grandes ventajas sociales, tiene que ser Madrid.
Todos sabemos, como das a entender en tu blog, que Madrid está
abonado al puro materialismo en un
estado muy preocupante. Ese concepto o valor mora, ético es una pura utopía en la gran urbe del Chotis

Ramiro

canton dijo...

En tu último blog plasmas las ventajas y desventajas de la gran ciudad y de la pequeña ciudad.
Podemos decir y afirmamos, sin duda alguna, que siguiendo día a día el curso de nuestro rumbo, vamos a plasmar de una manera visualizada las mismas.
En la pequeña ciudad podemos apreciar:
.- una menor concentración vehicular
.- menor consumo energético
.- se puede usar transporte no tan contaminante
.- menor emisión de gases.
A su vez estas pequeñas ciudades también tienen sus desventajas:
.- pocos lugares de ocio.
.- la gente se conoce más.
.- productos que no hay, tienes que desplazarte a la gran urbe.
.- falta de transporte público
Entre las ventajas de las grandes urbes podemos sintetizarlas en los siguientes puntos:
.- gama variada de ocio.
.- más posibilidades de empleo.
.- actualizacion y conocimiento inmediato de las nuevas tecnologías.
.- diversidad de ofertas.
.- diversidad de organismos.
Finalmente sobre las desventajas de éstas,las resumo en las siguientes, aunque no todas:
.- peligrosidad.
.- tráfico denso vehicular.
.- personas de características dispares.
.- caminar agobiante.
.- estrés.
.- mayor consumo de drogas.

Cantón

MARIBEL dijo...

Cada sitio tiene ventajas e inconvenientes, pero yo ya no sabría vivir en un pueblo pequeño, ni siquiera en una ciudad del tipo de Ávila (no conozco León más que en visita turística, por eso no opino sobre él). Me quedo con mi Móstoles-Madrid que además, es donde he pasasdo más años de mi vida.

Petra dijo...

Yo he añorado el pueblo tanto como la que más ,pero reconozco que cada vez soy más de asfalto,si bien es cierto que pasar los veranos en el pueblo ,tiene su encanto.

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