viernes, 2 de diciembre de 2011

179. Decálogo de desconfianzas

Supuestamente es función legal y moral que un progenitor cuide de su prole. Concibo pues como evidente que entre su protección debo incluir toda una serie de advertencias a tener en cuenta a fin de evitar males mayores. Así pues, cuando la criatura tenga uso de razón espero sentarla sobre mi regazo para notificarle todos aquellos peligros sobre los que debe estar alertada. Soy consciente de ir contracorriente, pues ahora se estila más lo de dejarles hacer, por eso de que hagan un uso consciente de su libertad, no se frustren y otras patochadas variadas que esgrimen los adalides de las psicopedagogía. Los dioses me libren de querer esclerotizar a mi princesa, pero no me perdonaría no haberle advertido de todo aquello que su padre desearía ver a leguas de su cuerpo y de su alma. Luego ella hará lo que se le antoje, faltaría más, y aprenderá por las buenas, por las malas o por las regulares (incluso a base de hostias). Hasta entonces, hete aquí mi nómina de vades retros particulares:

1) Desconfía de todos aquellos que presumen ir de cara, pues poco distan en tal caso de ser jodidos kamikazes.

2) Desconfía de los endocrinos, dietistas y demás chusma, pues cada vez estoy más convencido de que te prohíben la ingesta de manjares varios en aras de quedárselos para ellos solos.

3) Desconfía de aquellos que dicen que no beben alcohol, no fuman, no follan. ¿Por qué? ¿Qué ocultan? ¿Qué fin ilícito persiguen con esta conducta?

4) Desconfía de los que te digan que ya están de vuelta de todo, pues no son sino muertos que hablan.

5) Desconfía de las leyes, pues si algo demostraron los tiempos es que la mayoría responden al capricho y los intereses de los que las promueven.

6) Desconfía de los vigilantes, pues rara vez son vigilados.

7) Desconfía de los que se llamen tus amigos, pues aquellos que lo son –si es que la amistad existe, cosa que dudo– no precisan verbalizarlo. De hecho, recuerda siempre que un amigo es aquel que permanece a tu lado cuando en realidad le gustaría estar en otro sitio.

8) Desconfía de los que piensan que para que algo exista debe ser publicado en feisbuk (“¡Estoy en El Escorial comiéndome una ración de rabas!”, “¡Es viernes!”, “¡Es sábado!”, “¡Es domingo!”, “¡Llegaron las vacaciones!”, “¡Estoy de fiesta!” (subo una foto vía dispositivos móviles apretándome un mojito al tiempo que por detrás se ve a un espontáneo echando la papa), “¡Estoy defecando!”, “¡La mierda se me antoja pastelosa y con tintes ocres!”). Manada de gilipolleces surtidas llegamos a poner, oigan.

9) Desconfía de los babosos machistas cambiacapas hijos de mil zorras que venderían a su madre a cambio de una arroba de vino peleón.

10) Desconfía de todos aquellos alimentos relacionados con palabras como precocinado, industrial o transgénico. Por el contrario, fíate de todo lo casero: del arroz con leche casero, de la tarta de queso casera, de las natillas caseras, del flan casero, de la leche frita casera, de la tarta de la abuela casera, de la cuajada casera, de la delicia de nata casera, de la delicia de café casera, de la delicia de queso casera, de las torrijas caseras, de la crema catalana casera… ¡Sí hija, sí, también de la catalana!

Almasy©

LOS AMAYA: "Vete"


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