jueves, 18 de marzo de 2010

108. Culpables...


… hasta que se demuestre lo contrario. Me cuenta un buen amigo que pule suelos en un importante edificio de oficinas que la semana pasada tuvo que doblar turno y quedarse hasta tarde. El caso es que estaba encerando una estancia aparentemente desierta cuando descubrió tras un biombo a una ejecutiva adherida a un ordenador. Esta levantó la vista y pegó un respingo. “¡Coño, qué no soy tan feo!”, pensó mi colega. Ella se acaloró y comenzó precipitadamente a recoger sus enseres para tomar las de Villadiego. Mi amigo se percató de que la pava tenía miedo, lo cual le incomodó sobremanera. Me atrevería a afirmar incluso, si bien él no me lo ha confesado, que se ofendió. Sin embargo, supo reaccionar a lo grande, muy toreramente, pues aunque se dedique a pulirle suelos a los pijos, porta sobre sus lomos más saber estar y educación que mucho licenciado de los que anda suelto por ahí engrosando las cifras de paro. “Señora, solo soy un hombre, no un monstruo”. Y es que hay determinadas parcelas de la vida cotidiana en las que los hombres ya venimos juzgados de serie, y no porque en otras pudiera beneficiarnos nuestro sexo, cabe omitir la denuncia de aquellas que nos zahieren gravemente. Eso sería tan injusto y ridículo como cuando disfrazamos algún mal hacer con frases del estilo “en otros sitios están peor”.

Y si encima te da por ser un tipo afectuoso, de los que abrazan, besan y regalan caricias a todo el que se te ponga por delante sin motivo aparente, entonces sí lo llevas crudo. Como la afortunada no sea tu abuela, tu madre o tu hija y además puedas demostrar tu consanguineidad científicamente ante el tribunal de la Haya, corres el riesgo de que te acusen, seguramente quedándome corto, de pulpo pervertido con las manos largas y la mirada sucia. Reflexiono a este respecto que nunca cobró tanto significado para mí el siempre recurrente y bíblico “pagan justos por pecadores”, pues flaco favor nos hacen a los justos esos que tienen el carné de maltratadores y se dan a conocer en los medios con sus atrocidades. Precisamente al hilo de los medios, habituales en condenar a las primeras de cambio sin contrastar la información, y de campañas publicitarias varias, me pregunto si no estarán consiguiendo exactamente el efecto contrario al que persiguen, pues pareciera que algunos violentos saltaran al ruedo con el ánimo de ocupar sus 15 minutos de fama a los que Warhol dijo todos teníamos derecho. Asimismo, me cuestiono si el 016 atendería también llamadas que denuncien situaciones como la vivida por mi amigo el pulidor de suelos, pues este precisa, como mínimo, apoyo psicológico para superar el trance.

Finalmente, me atrevo a rogar algo más de prudencia y algo menos de juicios paralelos en este peligroso terreno, así como a reclamar un trabajo más serio y equilibrado por parte de instituciones como el neófito Ministerio de Igual Da Que Da Lo Mismo, enfrascado a diario en cruzadas necias que seguramente lo apartan de otras de mayor calado. Y si no que se lo cuenten a ese empresario gallego que recientemente puso un anuncio en prensa ofreciendo trabajo: “Se necesita auditor para empresa solvente”. Con una inusitada rapidez que ya la quisiera yo para alejar maltratadores de maltratadas, se puso en contacto con él una sujeta inspectora del estado que le invitó amablemente a incluir en su oferta de empleo las palabras: “auditor o auditora”. Claro, este, más cabreado que un mono y con los testículos hinchados como si doscientas mil avispas se los hubieran aguijoneado, acabó tirando de ironía para que no le reventara un pleito en los morros: “Se necesita auditor, auditora o auditoro”. Vuelve a por otra Bibiana.

Almasy©



Chingón: "Malagueña salerosa" BSO Kill Bill

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