jueves, 21 de enero de 2010

100. Dar más que recibir

Ya estará algún mal pensado sacándole puntita sexual al título. Pues craso error calentorros, ya que hoy la cosa es mucho más profunda, inmaculada, mística y trascendental que todo eso. Y es que el encabezado de marras no pretende sino plantear una serie de dilemas existenciales de calado todos en la misma línea: ¿Tu ser y estar en el mundo tiende a mostrarse mayormente generoso y entregado para con el resto o eres más de los de toparse siempre con el plato de los afectos puesto y te limitas a ingerirlo sin devolver lo percibido? ¿Escribes cartas o simplemente las recibes? ¿Tiras del carro o te dejas llevar? ¿Regalas un beso al que no te lo pidió o te conformas con recibir los que desinteresadamente te entregan? ¿Eres consciente de que el que fundamentalmente destaca por dar siente también hemorragias de felicidad cuando recibe? ¡Qué no, pesados, que la cosa no versa sobre actividad y pasividad sexual, insisto!

¿A qué grupo pertenecen ustedes? Aunque está mal que yo me atribuya méritos o defectos, personalmente me incluiría entre los que dan más que reciben. El caso es que a veces me pregunto si lo hago sin esperar nada a cambio o subcutáneamente lo que anhelo es que me muestren un constante y eterno agradecimiento. El asunto no es baladí, pues de su resolución cabría deducir qué tipo de calaña soy. ¿Desprendido incondicional o Narcisista regresado a los 4 años sin remedio? He aquí la cuestión. Nuevamente está ciertamente mal que yo me arranque en resolver el enigma, pues soy parte interesada; pero para eso hago pública y me enfrento semanalmente a esta bitácora. Para purgar pecados y hacer saber mis entresijos, miserias y debilidades al mundo. De lo contrario me habría limitado a redactar un triste, íntimo y personal diario de esos que se guardan bajo siete llaves con sus correspondientes siete candados. También quedaría muy políticamente correcto decir eso de: “algunas veces Desprendido y otras Narcisista, según la situación”; pero en este caso me cago en el aristotélico término medio y me atrevo con una única, contundente y decisiva respuesta: Desprendido incondicional. Me gusta dar, regalar, hacer feliz a los demás, besar más que ser besado, abrazar más que ser abrazado, acariciar más que ser acariciado, guiar más que ser guiado, dirigir más que ser dirigido. No siempre lo hago con acierto, a veces peco de excesos y otras de defectos, faltaría plus. Reconozco, asimismo, que en no pocas ocasiones soy ciertamente injusto para con los más allegados y no les regalo tanto como se merecen y quiero, mientras que al de la calle o simplemente al que pasaba por allí casualmente, con preocupante frecuencia casi le ofrezco hasta el alma. La confianza da asco, es cierto.

Mas este decidido e incorregible rasgo de mi personalidad no ignora ni repele que cuando los ánimos flojean y la seguridad en mí mismo se tambalea, también me encanta que me regalen el oído, que me abracen sin más, que me respondan con un telegrama las cien cartas que escribí previamente. No anhelo tanto eso de que me den las gracias por los servicios prestados, lo cual no deja de ser una muestra de pura y llana educación que nunca sobra. Tampoco ando por el mundo con la calculadora de favores hechos y recibidos para pedirle cuentas a nadie de todo lo que me adeuda. Simplemente alguna vez, aunque solo sea durante unos instantes, deseo que me lleven y no llevar, que me gobiernen y no gobernar, que me sostengan y no sostener. Eso sí, solo alguna vez y unos breves instantes, tampoco hay que pasarse.

Almasy©



U2: "With or without you"

2 comentarios:

Kloud dijo...

Muy buena la entrada, yo siempre me he comido el coco con este asunto jajaja. El nuevo diseño está coj***udo Jaime

QMPilar dijo...

Dar más que recibir esta muy bien, pero algo hay que recibir de vez en cuando, en caso contrario uno se sentiría muy solo.

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