viernes, 18 de diciembre de 2009

95. La Casta

No me gusta especialmente escribir sobre política ni sobre políticos, que no es lo mismo; pero acabo de leer La Casta. El increíble chollo de ser político en España, de Daniel Montero, y considero oportuna una reflexión que apacigüe las ganas que me han entrado de potar. También entiendo que, me guste o no, la política forma parte intrínseca del negocio y que no por negar la mayor va a extinguirse como por arte de birlibirloque. Siempre ha estado ahí, está y seguirá estando cual Midas reinante, con la diferencia de que la política todo lo que toca no lo convierte en oro sino en mierda. Otro buen motivo para evitarla es que me ha hecho discutir amargamente con gente a la que aprecio, hasta el punto de tener que resolver el enfado y la consiguiente reconciliación con un “Prohibido hablar de política, ¿vale?”. Triste, ¿verdad? De hecho, frases como esta me confirman la ancestral, crónica e irresoluble falta de entendimiento del ser humano por mucho que apelemos al diálogo.

Por otra parte, no se puede obviar que todos llevamos dentro una mente política más o menos desarrollada y dispuesta para proponer la resolución de cuantos males habitan entre nosotros: “Si me dejaran a mí, lo arreglaba rapidito”. Para muestra un botón que afecta a esta bitácora: muy a mi pesar, el mayor número de comentarios que han suscitado las entregas que la componen han sido aquellas con temática eminentemente política. Así es y así se lo cuento.

La Casta es un serio y riguroso trabajo de investigación periodística que denuncia los abusos, injusticias y tropelías cometidos por las cerca de 80.000 personas que viven de la política en España. Bien, no exageremos, supongo que las 80.000 no se sumarán a la fiesta, pues siempre hubo justos en Sodoma. Y también en Gomorra, digo yo.

El abanico es extenso y de este no me quedo con los casos de corrupción más mediáticos, pues estos son supuestamente ilegales y supuestamente perseguidos si se descubren, sino con las prebendas legales cuasi estamentales con las que cuentan los que dicen desvivirse por servir al ciudadano. Muchas de ellas más propias del Antiguo Régimen que de las sociedades aparentemente liberales en las que habitamos. Pensiones vitalicias con apenas unos años de servicio, compatibilización de múltiples cargos y sueldos a un tiempo, dietas estratosféricas, condonaciones de deudas por parte de bancos y cajas por la cara bonita y una manga ancha de esas que ralla las tripas para pulirse el dinero de los contribuyentes prácticamente sin justificación alguna. Móvil, viajes, trajes, coches oficiales, joyas y comilonas simplemente porque yo lo valgo. Como la morenaza de L´Oréal. Y eso que la mayoría de los miembros de la Casta firman unos códigos deontológicos de buen gobierno en los que se comprometen a no excederse en estas cuestiones; pero claro, en la España de 2009, los códigos deontológicos, como la palabra de honor, valen lo mismo que tener un tío en Filipinas. Para nada. De lo contrario que me expliquen si en estos códigos de supuestas loables intenciones se contemplaría, por ejemplo, que Gallardón viaje en un carro valorado en 591.624 euros, más costoso que el del mismísimo Barack Yes we can Obama – 330.000 euros el del mandatario hawaiano, que ya está bien – o que Zapatero sea el único presidente de la Unión Europea que financia sus opíparas vacaciones estivales con dinero público. Y el descanso de nuestro Pepe Luis no es moco de pavo. Concretamente el de 2005 en “La Mareta” (Lanzarote), donde el presi pasó tres semanas, nos salió por un pico que rondó los 500.000 euros entre pitos y flautas. Será legal, muy cabrones míos, pero inmoral que te rilas. ¡Qué coño! ¡Es legal simplemente porque vosotros os habéis encargado de que lo sea, pues los universos de la razón y del sentido común los desestimarían sí o sí!

Tras su lectura uno no puede evitar pensar en los 35 años que se le exige cotizar para poder optar a una pensión digna con la que pagarse la limpieza de ojete en alguna residencia geriátrica de las afueras, en que como se te ocurra desempeñar legalmente dos curros a la vez Dña. Hacienda te peta el culo en la declaración, en que lo más parecido a una dieta que conoces es la cesta de Navidad de tu jefe – si la hubiera o hubiese– y que en tu sucursal bancaria si mientas la palabra condonación te mandan a una farmacia a comprar preservativos.

Penúltima vez que escribo sobre política, lo juro.

Almasy©



EVANESCENCE: "My inmortal"

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