domingo, 20 de diciembre de 2015

243. Experimento


Cuando acabé 8º de EGB nos regalaron encuadernados los poemas que habíamos escrito a lo largo del curso. Utilizamos la páginas para incluir dedicatorias que años después hasta ruborizan. Sin embargo, es hoy cuando entiendo la que me puso el conserje: "recuérdame para leerme, no me leas para recordarme".

Ya ha pasado un mes desde que cerré mis redes sociales y prometí hacer balance de la experiencia. Se contaban hasta 187 los amigos que sumaba en Facebook en el momento de la clausura. Momentos antes de pegar carpetazo conté 26 reacciones de diferente índole. Desde un "me gusta", a un "no me gusta", pasando por un "no te vayas" y sin perder de vista un "vete ya, pesado". Con mis parcas matemáticas deduzco que a los 161 amigos restantes les daba exactamente igual mi marcha. 

Tal y como indiqué, mi cierre de redes sociales pretendía analizar diferentes cuestiones que me rondaban la cabeza y en el día de hoy considero que estoy en condiciones de afirmar que:

1. Es insultante que Facebook utilice perversamente el término "amigo" para referirse a las personas con las que te vinculas. En este sentido me parece mucho más honesto Twitter, que solo se atreve a hablar de "seguidores".

2. En este mes, con las personas que no son de mi familia o amigos de diario, el contacto que he mantenido ha sido absolutamente nulo. Ni llamadas, ni mensajes, ni correos electrónicos. Los días buenos pienso que las redes sociales sirven precisamente para agilizar el contacto con aquellas personas con las que tuviste algún tipo de relación, de las que te apetece seguir teniendo noticias, y que si no fuese por las redes sociales sería ciertamente complicado. Los días malos entiendo que es absurdo forzar las relaciones. Que lo que fue, fue, y ya nunca será. Que conviene cerrar episodios y no rescatar recuerdos.

3. He sentido una extraña sensación de ansiedad y alivio a un tiempo. En ocasiones como si me faltase algo. Tentaciones incluso de abandonar el experimento y volver a la senda. Otras muchas como que no había que dar cuentas a nadie. Nada que decir. Nada que responder. Comentaba que últimamente me estaban soliviantando especialmente los comentarios de gente a la que aprecio, o de amigos de gente a la que aprecio. Que vivía en un "morderme la lengua" permanente. Que la contención y el saber estar se estaban tornando en autocensura.

4. Vivimos en un deseo permanente de exhibición, de notoriedad y de reconocimiento. Si no subimos a las redes aquello que hacemos, sencillamente no ha ocurrido. Vivir el momento ha pasado a un segundo plano. Lo que importa es inmortalizarlo con una retrato y una frase para la posteridad. Yo no soy ajeno a ese deseo de reconocimiento de los demás, Dios me libre, pero me estoy empezando a dar cuenta de que nunca es suficiente. De que siempre quiero más. De que no me satisfacía que mi comentario superase la treintena de "me gustas". No era suficiente que mi imagen fuese comentada ni por media centena. ¿Dónde está el límite, entonces? ¿Qué es triunfar? Sencillamente no hay límite y el triunfo siempre es el que uno quiera apuntarse.

5. Pensé que no iba a saber gestionar mi anonimato. Que salir de la pasarela iba a ser insoportable. Pero lo cierto es que según pasaban los días iba creciendo en mí una cierta sensación de liberación. Seguía viviendo al día, pero no tenía que publicarme al día. Estoy empezando a asumir que he transitado a una especie de limbo. Que he dejado de existir para muchos. Que muy pocos se acercarán a leer estas líneas (apuesto que no más de veinte llegarán a esta en la que me encuentro, en la que te encuentras). 

6. Voy a extender este experimento un poco más. Seguramente hasta después de Navidades. Entiendo que corro el peligro de cogerle el gusto y no volver a las redes, de acostumbrarme a la inexistencia. Podría también volver de muchas formas. Empezando de nuevo solo con los 26 que reaccionaron a mi marcha. Los elegidos, podría llamarlos. Retornando como si nada hubiera pasado con los 187 de marras (ni siquiera sé si Facebook me los conservará, porque amenazó con cerrarme definitivamente la cuenta pasados 14 días, cosa que no he podido comprobar si es cierta porque no he hecho el amago de ingresar de nuevo). Podría también encuestar al personal. Interrogarle acerca de si me echa de menos. Pero eso sería volver a las andadas. ¿Cuántos habrían de pedírmelo para que me sintiera verdaderamente querido? ¿Serían todos suficientes?

7. No soy ajeno tampoco a que puedo estar pasándome de reflexivo. A que puedo estar viendo fantasmas donde no los hay. A que busco otro tipo de notoriedad con el experimento en cuestión. No faltan los días en los que me increpo: "No vayas de listo", "Abandona los experimentos, que no es para tanto", "Deja de joder". Dejo pues.

Almasy© 


BSO Her: "Song on the beach"

1 comentarios:

SILVIA dijo...

Personalmente, y puntualmente, me encuentro en situación parecida a la q se describe al final del punto3.
Coincido y has dado de lleno plenamente con el 4.
El 5. es contradictorio, reconoces la liberación que conlleva tu valiente decisión, pero sigues buscando excusas para volver.
La 6. es una pataleta en toda regla.
En cuanto a tu reflexión número 7., no, NO jodes, la gente no saca tiempo como tú para escribir; y SÍ, eres demasiado? reflexivo (yo, para mi desgracia, también

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