sábado, 14 de marzo de 2015

234. La fámula


-¿Molesto?

-No, no, pase Elsa, por favor.

-Verá, la señora me ha dicho que limpie los estantes superiores de la librería. Siempre se acumula polvo en los estantes superiores.

-Claro, claro, a mí no me interrumpe en absoluto.

Ingresó timorata en el cuarto. Extrañamente al señor no le gustaba la luz natural. Las persianas estaban completamente bajadas y solo el albor que despedía la pantalla del ordenador iluminaba la escena.

-Si quiere puede encender la luz. Ya sabe que a mí me gusta escribir casi a oscuras, pero entiendo que usted la necesite.

-Será solo un instante, se lo prometo. No tardo nada.

Sin embargo, procedió con calma, sorteando con el plumero los marcos de fotografías hasta alcanzar los libros. Recorrió con la mirada cada uno de ellos, subiendo y bajando cada ejemplar como si de una montaña rusa se tratase. Agradecía que no estuviesen ordenados por tamaño. Iba contra natura. Solo se mostró esquiva con un pequeño ejemplar de tapas blandas que se escondía en la última balda. Cada vez que acababa de desempolvar una hilera completa suspiraba discretamente y echaba un vistazo al ordenador. Todo apuntaba a que el señor había dejado de advertir su presencia. Parecía cautivado por las diecisiete pulgadas del equipo. De reojo alcanzó a contemplar un documento prácticamente en blanco. Apenas una frase en mayúsculas. A buen seguro que un título. El señor no reaccionaba. Sus dedos inmóviles, posados sobre el teclado. Inertes, contenidos y al mismo tiempo deseosos de echar a correr. Pasó un paño ligeramente húmedo por la mesa y dio por concluida su labor.

-Es con “b”.

-¿Cómo dice Elsa?

-Digo que “rebelión” es con “b”.


Almasy©


Vetusta Morla: "Fuego"

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