jueves, 30 de enero de 2014

213. Amiga


Querida amiga:


Llevo tanto tiempo meditando dedicarte unas líneas. Tú que tanto te lo mereces. Tú que tanto sé que me quieres. Tú que me sigues incondicionalmente. Tú que me arropas y me defiendes anteponiendo siempre tu fe en mí por encima de cualquier otro atrezo. Había pensado regalártelas en algún momento especial. Tal vez cuando la cotidianeidad que nos unió de repente se quiebre. Tal vez cuando te fueses o me fuese, en cualquiera de las formas en que uno pueda irse. Sin embargo, he decidido no esperar a que llegue ese momento. He decidido que las escuches en la plenitud de nuestra amistad, sin que ningún acontecimiento particular, bueno o malo, las adelante ni justifique. Y lo he decidido así porque sin lugar a dudas la rutina es el estadio más natural de las cosas. Es cuando más pureza y verdad encierran las relaciones. No he querido pues que nada me distraiga de lo que hoy he venido a decirte. Me niego a que una despedida oficial las motive y de repente nos sobrevenga a todos los que te rodeamos una ficticia exaltación de la amistad. Un "chuparnos las pollas" gratuito. Así que he resuelto que las recibas hoy y aquí, donde nadie nos ve, donde nadie nos oye, en la intimidad digital de nuestra red, acompañada únicamente por ese café que te veo degustando en esa cocina mientras esbozas una sonrisa -tal vez incluso derrames unas lágrimas si te pillo con la guardia baja- al tiempo que lees. Solos tú y yo.

Recuerdo que nos conocimos en una mesa de trabajo en la que apenas necesitamos unos minutos para establecer una conexión que jamás podrá ya disiparse. De hecho, poco importaría que no volviésemos a vernos jamás, pues lo que me llevo de ti ya se impregnó por todo mi ser, ya campa a sus anchas por cada rincón de mi cuerpo y de mi alma. Solo hicieron falta un par de risas, apenas un cruce de miradas cómplices y una buena dosis de ese hablando en plata que tanto nos gusta. Porque otra cosa no, pero tú y yo a las cosas por su nombre. Y todo lo demás es humo que no nos interesa. Bueno miento, a ti sí había un humo que otrora te interesaba. El de ese eterno cigarrillo que consumías ansiosa mientras soportabas mis embestidas para que lo desterrases de por vida. Hasta que lo conseguí, hasta que lo conseguiste, hasta que lo conseguimos. Con tanto esfuerzo que estoy barajando devolverte el favor y ser yo el que empiece a fumar para que me persuadas del error. Eso sí, yo en pipa, ya sabes, porque uno será pobre y desgraciado, pero tiene clase para aburrir.

No tengo intención de traerte a la memoria ninguno de esos episodios de tu existencia que, con todo el amor que sabes que te profeso, me atreví a calificar en alguna ocasión como de película de Berlanga, ni tampoco los lamentos que nos hemos intercambiado por el camino que hemos recorrido juntos. Me quedo con los muchos y buenos momentos en los que nos hemos acompañado, a veces ni tan siquiera sobresalientes pero sí constantes, si me apuras casi diarios, lo que hace mucho más verdadero lo nuestro, pues al fin y al cabo las anécdotas no dejan de ser eso, simples anécdotas.

Sería tan injusto como incierto decir que te veo como una madre -salvo por los piropos imposibles que me regalas con frecuencia-, pues como de veras te siento es como una amiga. De esas que alguien acertó a bautizar como "del alma". Nunca importó la edad entre nosotros, ¿verdad? Jamás nos pedimos el carnet para construir lo nuestro. No me hiciste en ningún instante sentir "pequeño", no te hice -espero- sentirte "grande". O mejor, "mayor", porque "grande" lo eres a rabiar.

No podría precisarte si te quiero tanto como te admiro o te admiro tanto como te quiero. Ahí le andan. Que lo sepas. Que lo sepa todo el mundo. Que de mayor quiero ser como tú. Con tu valor, con tu saber hacer, con tu empuje, con tu pasión, con tu entrega, con tu verdad, con la dulce revolución que dejas a tu paso.

¡Venga, va, no llores, tonta, que te estoy viendo por el rabillo del ojo! ¿Cómo dices? ¿Que no te lo esperabas? Esa era la idea. ¡Sorpresa! ¿Que no te lo mereces? Esto y mucho más, te lo digo yo. ¡Hale, ahora a disfrutarlo, a digerirlo con calma, como las comilonas pantagruélicas con las que acostumbras a agasajarme!

Un beso, dos, tres, miles de besos. Siempre es mejor que sobren los besos.

Almasy©



ALEJANDRO SANZ: "Amiga mía"

2 comentarios:

La amiga dijo...

Me abrumas , me enterneces y me halagas . Iba yo a agradecerte esta preciosa entrada, pero prefiero corresponderte. No sólo es un lujazo ser amiga de un tipo tan extraordinario como tú, sino que me gusta presumir de ello. Si, además, ese amigo llegó, se instaló y acompañó, cuando los demás se habían ido, el vínculo es aún más intenso y potente. En este sendero, a veces, abrupto y tortuoso que es la vida, encontrar buenos compañeros de viaje hace que éste sea más llevadero, más alegre , más interesante...y la mochila más liviana.
Espero seguir compartiendo por mucho tiempo confidencias, risas, cabreos y avatares de la vida. Yo también te quiero , te admiro y te sobrevaloro, seguro. La amistad también es eso.
Muchos besos.
La amiga.

Maribel dijo...

¡Qué bonito tu canto a la amistad!
Has hecho bien en no esperar ninguna situación especial para expresarle tu sentir. Si todos nos propusiésemos cada día mostrar nuestros sentimientos positivos, la vida sería mucho más agradable; pero lo cierto es que hablan mucho más alto los que protestan que los que agradecen. Una pena.

Publicar un comentario