No desembarco hoy con el anhelo de presentarme en sociedad como un padre modelo sabelotodo. Dios me libre. Pero sí considero que tras dos años ejerciendo de progenitor me voy haciendo una idea aproximada de los entresijos de este mundillo que es la paternidad. Incluso creo que me atrevería a publicar un libro de esos que firman pedagogos de postín dando lecciones sobre las pautas de adiestramiento que debemos seguir los padres. Sin duda alguna lo titularía “Las claves para la educación de su vástago o vástaga: ensayo y error” e incluso me aventuraría con una segunda parte que abordara la adolescencia: “De cómo ser más pesado que su retoño o retoña”; pero vayamos por partes, que diría el descuartizador.
En primer término decirles que hasta el nacimiento de mi hija Carla no había pasado por una experiencia similar. Por grandeza, por jondura, por intensidad. Precisamente por ello el reverso del asunto es también de calado y así como les reconozco que no cambio mi actual condición ni por todo el oro de Moscú, también les confieso que se sufre con cojones. Que si hoy no me come, que si ayer no me durmió, que si resulta que le sube la fiebre y he de partir raudo a Urgencias, que si no acaba de arrancar a andar, que si no termina de hablar, que si hace un rato vomitó y ahora está con superávit de mimo, que si le ha untado el lomo a un crío o un crío le ha untado el lomo a ella en el parque –si hay que elegir siempre mejor que unte ella–, que si… Para más inri, los que tienen más trayectoria en el cotarro me adelantan que los “que si…” no cesan jamás, sino que mutan por otros no menos macanudos: que si no ha vuelto todavía de fiesta y son ya las 7 de la mañana, que si no me estudia, que si no acaba de encontrar novia y se va a quedar para vestir santos, que si no termina de colocarse laboralmente y ya van 39 castañas, que si se ha casado pero no me acaba de dar nietos el muy hereje, que si no viene a comer los domingos por la pécora de mi nuera, que no para de malmeter…
Adivino además desde ya mismo que se cierne sobre mi ser la condición de director de orquesta, en su versión más ligera, y hasta de tirano, en su modalidad más perversa, que todo progenitor porta en su interior. Que si quiero que se apunte a fútbol a ver si suena la flauta y me sale un Ronaldo que me retire, que si quiero meterlo en el conservatorio a ver si resulta que es un Mozart en potencia capaz de petar auditorios, que si lo empujo a clases de inglés, francés, ruso, árabe y chino mandarín para que me sirva de intérprete en mis viajes estivales, que si… Asimismo, acompañamos estos deseos blandiendo prestos el pertinente justificante moral que no ensucie nuestra conciencia: “es que quiero lo mejor para él”, “es que le quiero dar lo que yo no tuve”; y aunque es evidente que somos los principales responsables de abrirles camino al andar, no es menos cierto que con frecuencia vemos en el vástago la solución a nuestras frustraciones y sueños desbaratados. El futbolista que yo no fui, el pianista que no puede ser, el políglota que se perdió por el camino. Será así.
Almasy©
LOS RONALDOS: "Adiós Papá"
1 comentarios:
En la habitación
de al lado
en la misma
habitación
que hasta hace poco
era mía;
rodeada de los mismos
libros en las
mismas librerías;
mirando los mismos
cuadros sobre las
paredes mismas;
toda asombro
vida y ojos
y amor; manos
y alegría
canta y juega;
ríe; ríe
una niña; una
niña.
José Agustín Goytisolo, "Con nosotros", en Claridad
Por otro lado: ¡menos mal que vienen pertrechados!...
Publicar un comentario