jueves, 16 de septiembre de 2010

130. El Proceso

No aterrizo en la presente jornada para hablarles de la obra del genial Kafka, aunque bien lo merecería. Menos conocida que La Metamorfosis, también soberbia, El Proceso narra las peripecias de un paisano asediado por un incomprensible y agonizante proceso judicial con muchas preguntas y apenas respuestas. Kafka puro y duro. Ideal para aliviar la sesera cuando esta se encuentra bien tupida.

Pero no van por ahí los tiros, sino que la cosa hoy trata de analizar el recientemente celebrado concurso-oposición para convertirse en funcionario del cuerpo de profesores de secundaria, al que se han presentado numerosos profesionales con los que he tenido la oportunidad de trabajar. Muchos de ellos, salvo una excepción contada, no han conseguido la ansiada plaza, lo cual me hace cuestionarme la idoneidad del citado proceso, pues tengo en mente a varios de ellos que han demostrado con creces durante su condición de interinos –horrenda palabra, por cierto–, la valía que atesoran para desempeñar la docencia. Esta infeliz circunstancia me suscita una duda: ¿Tal vez el formato del proceso que conduce a la adquisición de la plaza no sea el más adecuado para dilucidar quién la merece? ¿De qué se trata el asunto, pues? ¿De demostrar ante un tribunal, verbigracia, lo que uno pilota sobre el teatro de Shakespeare o de enfrentarse a 30 lebreles dispuestos en ocasiones a comerte las criadillas para venderles que un tal William que pasaba por allí tal vez tenga algo sugerente que ofrecerles? De hecho, el citado proceso de secundaria, igualmente el de primaria que también me conozco al dedillo, me recuerda en demasía al examen de conducir, en el cual se acredita que eres capaz de superar un par de pruebas, pero lo de aprender a manejarse verdaderamente al volante ya es harina de otro costal.

Y no piensen que, en la línea del españolito de a pie con cualquier poder de decisión, lo que reivindico es arrebatarle la plaza a los que la han adquirido en buena lid para asignársela a dedo a mis amigos, familiares y conocidos. Eso sería arbitrarismo, amiguismo, nepotismo y cualquier otro de esos vocablos acabados en –ismo que tanto nos gusta pronunciar. Lo que clamo es que no se queden en fuera de juego profesionales de espectacular aptitud, apasionados de esta empresa utópica que es la instrucción de las generaciones futuras. Gente a la que en plena trinchera, casi a diario, has visto capacitada y dispuesta a enseñar, educar, motivar, despertar sueños y vocaciones incipientes, a desmarcarse del adocenamiento al que nos someten unas leyes educativas con resabios ventajistas y apostar por el otrora recurrente sentido común; pero que, tristemente, no ha sido merecedora de la ansiada plaza, lo cual me incomoda sobremanera. Y no es pataleta gratuita, es justicia lo que destilo por los poros de mi nacarada y tersa piel.

“Es lo que hay”, me decía alguno de esos opositores resignados al conocer que no había sido uno de los agraciados. “Ya, pero no tiene por qué agradarnos”, respondía yo internamente a fin de no exteriorizar mi desaire y ahondar en su ya de por sí profunda herida.

Almasy©





ROBBIE WILLIAMS: "Rock Dj"


3 comentarios:

Gea dijo...

Estoy contigo en esta magnífica y descriptiva entrega, como lo estoy con ese excelente profesional( y otros tantos ) a los que va dirigido y dedicado "El Proceso".¡Menos entelequias y más realidades Sra Administración...!
AMÉN

Anónimo dijo...

Pasolini dijo, completamente en serio: "Dobbiamo essere reazionari"
Mariano

Alicia dijo...

Estoy totalmente de acuerdo contigo, Jaime. Es un proceso, un auténtico proceso, en el sentido kafkiano. Es decir, situaciones en las que no sabes lo que tienes que demostrar... porque lo demuestras cada día con los chicos, que son los que importan. Vulnerabilidad suprema... Cuando me preparaba para esto, me decía ¿por qué todas las palabras son negativa?: oposición - tribunal - baremo - programación - ¡¡¡encerrona!!! Es por esto que considero que la suerte (y la ayuda de esos ángeles que se te presentan) es importante...

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