jueves, 9 de septiembre de 2010

129. ¿Y por qué no?

Visitando este verano tierras gallegas cayó en mis manos en el transcurso de un pantagruélico desayuno el periódico “La Voz de Galicia”. Cuál no sería mi sorpresa cuando advertí que en torno al 90 % del tabloide estaba escrito en un castellano contante y sonante, pues por muy nacionalistas que se pongan los editores, aquí de lo que se trata es de vender papel y con los números encima de la mesa, la lengua cooficial cuenta con un buen puñado menos de potenciales lectores: apenas 3 millones de gallegos, pueblan la Coruña, Lugo, Orense y Pontevedra; frente a los cerca de 450 millones de castellanoparlantes que habitan el universo mundo. Vamos, que se decantan por el castellano porque quieren que se les entienda, como también lo quería Sabino Arana, padre putativo del nacionalismo vasco, quien apenas publicó en euskera, no fuese que no calara su mensaje. Lo más curioso de la citada publicación galaica que les mentaba era la combinación de artículos en sendas lenguas, en plan cóctel molotov, entrevistas con preguntas en gallego y respuestas en castellano, en una especie de café para todos y aquí contento hasta el apuntador. Algo parecido al siempre horrendo spanglish: “Play con la nena slowly, Kevin, que es una baby”, le decía en cierta ocasión una mamá pija a su retoño ante mi estupefacción y la de mi princesa de 19 meses.

Otra gordísima en esto del nacionalismo ha sido la reciente inauguración en Cortes de la traducción simultánea de las intervenciones de aquellos políticos que quieran expresarse en sus respectivas lenguas cooficiales. No me atrevo a parafrasear a mi idolatrado Reverte, así que opto por la reproducción literal de una reflexión del maestro que resume el asunto con certera clarividencia:

“Un andaluz medio analfabeto, presidente autonómico, hablaba con torpeza en catalán mientras otro andaluz casi tan analfabeto como él, vicepresidente tercero del Gobierno, escuchaba mediante un auricular la disparatada traducción a una lengua, el castellano, que ambos conocían –decir dominaban es excesivo– casi perfectamente. Y mientras, en sus bancos, encantados de estar allí, los cómplices de esos dos sujetos aplaudían”.

Y es que parece que verdaderamente hay gente que quiere desmarcarse de la pertenencia a España y no entiendo por qué tanto interés y empecinamiento en mantener a desgana dentro de un territorio al que se esfuerza a diario por independizarse de él. Apelo pues al derecho de autodeterminación del personal y a que se convoquen cuantos referéndums sean precisos para esclarecer quién quiere estar dentro y quién quiere estar fuera del cotarro. Eso sí, independencia a todos los efectos, al carajo con las medias tintas. Si nos emancipamos, que sea con todas sus ventajas e inconvenientes. Nada de comprarse un pisito de soltero e ir a casa de mamá los domingos a rellenar el táper y dejar la colada. Así pues, que el Barça, con su ingente presupuesto, se conforme con ganar un año sí y otro también la Liga Catalana, tras imponerse a los respetables Terrassa y Sabadell Fútbol Club y que el Athletic de Bilbao o la Real Sociedad se proclamen alternativamente campeones de la Copa del Lehendakari. Que un ciudadano de Cuenca requiera pasaporte y visado para ingresar en San Sebastián, al igual que un donostiarra si le da por visitar las Casas Colgantes. Recuperemos también las aduanas con sus correspondientes aranceles entre regiones que pasarán a pertenecer a diferentes estados y que, por supuesto, las nuevas naciones emancipadas negocien por su cuenta y riesgo su ingreso en la UE. Esa misma que dice luchar por consagrar la condición de europeo por encima de cualquier localismo. Ya verás tú la gracia que iba a provocar en Bruselas y Estrasburgo este aluvión independentista. Y no es que me sienta yo particularmente orgulloso de ser español. Entiendo que lo soy porque fue aquí donde me parieron. Si hubiese nacido en Kabul sería afgano, probablemente talibán, a buen seguro abrazaría el Islam y tendría todas las papeletas para calzarle un tupido burka a la parienta; pero por suerte o por desgracia vi la luz en la Piel de Toro, y no tengo ningún sitio mejor al que pertenecer. Me preocupo, eso sí, por leer lo que me dejan, viajar lo que puedo y aprender los idiomas que están a mi alcance para no atontolinarme con nacionalismos vanos de esos que se dedican a sacar pecho gratuitamente.

Otra gloriosa en la línea de la entrada de hoy y de las que a buen seguro engrosarán los anales de la historia nos la regaló hace bien poco nuestro egregio J.L. Carota Rovira: “un inmigrante ecuatoriano en Madrid, siempre será inmigrante; un inmigrante ecuatoriano en Cataluña que hable catalán, ya formará parte del paisaje con normalidad”. O sea, uno de los nuestros. Con dos cojones y sin que le temblase un ápice el bigote zorra que exhibe. Ya lo estoy viendo: pongamos, verbigracia, a un tal Leonardo Gabriel Dos Santos Sánchez, natural de Pichincha, Ecuador, aventajado alumno de catalán para inmigrantes de su parroquia, encabezando las listas por ERC para las próximas municipales en Puigcerdà (Girona). Fijo. Uno más el amigo Leo.

Almasy©

LUAR NA LUBRE: "Chove en Santiago"


2 comentarios:

Anónimo dijo...

En "La icreíble historia del Doctor Jekyll y Mister Pla", Boadella pone en boca de su Josep Pla lo siguiente:
"El nacionalismo es como un pedo, que sólo le gusta a quien se lo tira"
Mariano Aguirre

Anónimo dijo...

Hola mira es un tema que me pone la lengua sin control:solo puedo decir que estos naci-onalistas, necesitan viajar y ver.Solo saben hablar de dictatura ¿Y ellos que hacen?. Democratas???
Contare lo que me paso a mi en una clase de Integracion Social,la clase en catalan, y la Profesora nos dice que leera un poema, pero que perdonemos que esta en castellano, el Sr. D. Mario Benedetti fue el que cometio semejante crimen de escribir en catalan, idioma que se habla en medio mundo...Alguien da mas.
(Y como esta a miles podia contar.)
Un saludo

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