sábado, 8 de noviembre de 2008

49. Comen una y cuentan veinte

Hacía tiempo que no viajaba en el suburbano. Tanto como que antes lo llamaba el puto metro. Sin embargo, ahora me he aburguesado y llevo el coche hasta para sacar la leña al patio aunque eso implique tragarse atascazos a tutiplén. Tan culpable me sentía la semana pasada por mi recurrente uso del automóvil que decidí recordar viejos tiempos y reencontrarme nuevamente con el transporte público. Me decanté así por el citado suburbano para aventurarme hasta la capital del estado. Los paletos como yo nos atusamos sobremanera cuando viajamos al centro de Madrid, así que como no podía ser de otra manera, me engalané como un repollo y dispuse ingentes cantidades de perfume del caro sobre todos los poros de mi nacarada piel antes de iniciar la travesía.

Nada más traspasar los tornos descubrí un metro más decoroso del que recordaba, más molón, ajeno a aquel tufo intenso a Eau de Alcantarilla con almizcle de Sobaco Revenido. Un metro que vuela, vamos. Sin embargo, cuando pensaba que había ingresado en un universo bien distinto al de mis tiempos universitarios, me topé de bruces con algo que no había cambiado: las conversaciones de la fauna suburbana. Concretamente se sentaron a mi vera tres gachós nacionales veinteañeros que empezaron a largar sus ligoteos de fin de semana. El caso es que empezaron flojito, pero seguramente porque tenían público asistente se fueron calentando hasta el punto de ponerse cargantes. Llevaba la voz cantante uno de esos que portan la gorrita de medio lado a los que te dan ganas de gritarles: “¡Pataliebre, que esto es Móstoles, no Oklahoma!” A medida que el pavo en cuestión narraba sus escarceos iba confirmando mis hipótesis: desde luego que cuán patéticos somos los hombres, o cuán patéticos son algunos hombres, o cuán patéticos hemos sido la mayoría de los hombres en alguna ocasión. El jambo concretamente presumía de haberse calzado dos tipas en una noche y relataba con pelos y señales sus artes amatorias para con ambas mientras sus interlocutores babeaban estupefactos portando insidiosas sonrisas. ¡Vamos a ver subnormal profundo: empieza por asumir que los hombres no nos calzamos nada, son ellas las que deciden cómo, cuándo, dónde y sobre todo a quién se calzan! Pero lo que todavía me enojó más fue cuando se refirió a sendas féminas como un par de zorras calentorras, resucitando entonces algunos complejos que yo ya daba por trasnochados: hombre ligón = machote o cabronazo con suerte; mujer ligona = fresca sinvergüenza más puta que María Martillo. Y que conste en acta que mi cabreo monumental no se basaba única y exclusivamente en cuestiones ético-morales, sino también lógicas. Me explico: puesto que dos no se juntan si uno no quiere, hasta el más contumaz de los machistas debería replantearse esta asociación aunque simplemente fuese por su propio interés, pues sin frescas no habría machotes.

Finalmente, lo único que me consuela es que estadísticamente cinco de cada cuatro machotes son una suerte de fantasmas sin bola ni cadena que suelen pasar a dos velas el 80% de sus miserables existencias. El otro 20% lo emplean en propagar a los cuatro vientos la jugada por excelencia del afamado parchís: comer una y contar veinte.

Almasy©



PARCHÍS: “Parchís”

6 comentarios:

Kloud dijo...

Que bueno en serio, que bueno Jaime. Te voy a hacer una estatua o algo, anda que no me he reído... xDDDD

Anónimo dijo...

Dime de que presumes... Si es que mentimos más que hablamos. Yo a la juventud de ahora la admiro y la repudio por partes iguales. Admiro su frescura y desparpajo, no tienen las comeduras de coco que teníamos algunos de pequeños, pero por otro lado me jode su indolencia. En cualquier caso como hemos envejecido. Me acuerdo que cuando era pequeño los chicos de parchis me parecían mayores y ahora los veo después de casi 30 años y me parecen unos angelitos. Por cierto, cantaron una canción que marcó mi infancia:
http://www.youtube.com/watch?v=V3cJHKipWbg

QMPilar dijo...

A mí lo que me indigna es el mal gusto que tienen o tenemos a veces las mujeres, si fuésemos más exigentes no habría tanto machote jugando al parchís. Aparte de eso, yo también prefiero viajar en coche. Un beso.

Anónimo dijo...

Eres un ejemplo de teson y trabajo constante ,aunque la gente no se anime a hacerte comentarios tu sigues al pie del cañon, animo, las entradas a la página demuestran que no pasas inacvertido.petra

Anónimo dijo...

Eres un ejemplo de teson y trabajo constante ,aunque la gente no se anime a hacerte comentarios tu sigues al pie del cañon, animo, las entradas a la página demuestran que no pasas inacvertido.petra

Anónimo dijo...

Muy bueno Jaime y la canción final...ejem ejem XD me ha llegado, espero verte bailarla alguna vez...XD parchis chis chis...

Publicar un comentario