sábado, 8 de noviembre de 2008

48. Peter Pan

Se imaginan que fuéramos una suerte de Peter Pan con la increíble facultad de no crecer. ¿En qué edad se habrían quedado ustedes si pudieran emular al personaje del País de Nunca Jamás? El que suscribe se inclina por los diez años. Bien podrían ser los once o los nueve, pero coincidirán conmigo en que el diez tiene un encanto especial. Suele ser el número que han portado la mayoría de los más grandes ases futboleros y se trata de la calificación sobresaliente por excelencia en cuestiones académicas. Además, algunos encumbramos definitivamente esta cifra a los altares cuando Bo Derek apareció cinematográficamente en nuestras existencias con 10, la mujer perfecta.

Diez años es una década, dos lustros, la décima parte de un siglo, dos legislaturas y media en numerosos estados democráticos. Vamos, que tiene duende el cardinal en cuestión.

Con diez años ya eres de los mayores en el cole, todo un hombrecito o una mujercita que mira por encima del hombro a los de infantil. Sin embargo, todavía no hueles ni de cerca el temido instituto al que alguna mente privilegiada se le ocurrió debías asistir con doce años.

A la edad de diez tacos vives absolutamente ajeno a las responsabilidades de los tediosos y atribulados adultos. Verbigracia, te suena a chino mandarín la frase “llegar a fin de mes”, si te dicen que “hay que apretarse el cinturón” simplemente interpretas que debes correr la hebilla un agujero y la palabra más parecida a “hipoteca” que conoces es “hipopótamo”.

Se trata de una edad en la que a mí personalmente me empezaron a gustar las féminas con fruición pero sin la atormentada y traumática carga de la adolescencia. Pasabas tranquilamente del “Carolina es tonta” al “Carolina y yo somos novios” en apenas un minuto y solía ser habitual mudar con frecuencia de pareja sin que ningún leguleyo al uso te acusara de poligamia o adulterio. Además, no había duelo ni recelo alguno en confesarles a tus progenitores las dudas amatorias que te aquejaban con toda la naturalidad del mundo mundial.

Con diez abriles todavía está hasta bien visto lo de trabajarse la napia para sacarse entradas, nadie te juzga si te revuelcas por el suelo y las disputas con los amiguetes duran un suspiro: básicamente los segundos que pasan de propinarse un par de tortazos a fundirse en un abrazo con el que sellas oficialmente el reajuntamiento.
¡Qué fácil era todo entonces! ¡Cuán difícil se torna el asunto a medida que proliferan las hormonas y se estiran los centímetros! Y el caso es que nos consolamos engañosamente argumentando: “Yo estoy muy bien con la edad que tengo, no la cambiaría por nada del mundo”. ¡Sí, sí, sube aquí (dedo corazón de mi mano derecha o izquierda, a gusto del consumidor) y pedalea! Harto manida es también la recurrente: “Volvería a tener 20 años pero con la experiencia acumulada a mis 40” ¡Pues menudo coñazo de sujeto o sujeta!

En fin señores, que nos guste o no parece que no queda otra que sumar castañas y soplar velas. Es lo que toca y hay, que dicen ahora; pero como soñar es gratis, al menos todavía, hoy añoro ser Peter Pan. Mañana quién sabe.

Almasy©


OASIS: “Wonderwall”

3 comentarios:

Kloud dijo...

Ais Jaime, ais. Ya me siento yo así desde hace unos años así que no me quiero imaginar dentro de un tiempo... cruel, vida cruel :(

QMPilar dijo...

Tienes razón, los 10 son divinos, pero los 20 tampoco están mal, sobre todo si tienes la suerte de estar en la universidad, empapándote de sabiduría y de otras cosas, tiene el atractivo añadido del punto de madurez y libertad que no tienes a los 10. En fin, este tema daría para mucho y acabaríamos a moco tendido.

Anónimo dijo...

Que bonito era todo entonces...si yo me siento así... tu que tienes unos años de más...
El tiempo no para, así que vamos a aprovecharlo, hay que vivir, que vida solo tenemos una.

Un saludo y aprovecha el tiempo este finde ^^.

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