viernes, 3 de octubre de 2008

42. El Emperador


Abrió los ojos al alba, como era costumbre desde que seis lustros ha su padre le legara las riendas de su vasto imperio. Como cada mañana no recibió el día con alivio, sino que paladeó tempranamente la pesada carga que lo acompañaba a diario. Intuitivamente recordó las palabras que le grabó su progenitor para aligerar la responsabilidad de dirigir sin descanso a una descomunal cantidad de seres humanos con sus correspondientes vidas: “Hijo mío, recuerda que un hombre inútil es aquel que no sabe mandar u obedecer, y a ti te ha correspondido lo primero”. Sin embargo, momentos antes de que aparecieran sus criados para agasajarle, supo que aquel amanecer sería distinto, pues por primera vez desde que ostentara el cargo, iba a permitirse el lujo de pararse a reflexionar sobre su cometido unos instantes. Trajo a su cabeza entonces aquella tesis que le narrara un visitante de Oriente, equivocada o certera, pero tesis al fin y al cabo, que todo dirigente debía permitirse de vez en cuando ciertas dosis de pesimismo y decepción a fin de imaginar un futuro menos lastrado en el que el viento soplara de popa. Lo cierto es que no se sentía especialmente depresivo esa mañana, ni le aquejaba mal alguno, al menos que sus galenos le hubieran indicado, pero se propuso apenarse simplemente recordando el sinfín de situaciones desilusionantes que le tocaba vivir casi a diario directamente relacionadas con su cargo. Se propuso, eso sí, no dejar que la pesadumbre lo paralizase, pues equivaldría a estar exangüe, y ese era un estado que todavía no tenía la fortuna de poder permitirse. Simplemente se trataría de gritar, de clamar al cielo para que el vaso que se había ido llenando de contrariedades, malentendidos y delaciones, finalmente rebosara y liberase toda la podredumbre que lo había llenado. Le asustó, sin embargo, pensar en que la nómina de decepciones en su caso sería tal vez demasiado extensa, fruto probablemente de confiar sobremanera en las bondades del ser humano a pesar de evidenciar que este suele hacer gala de las más abyectas conductas con inusitada frecuencia. “Y lo peor”, se confirmó a sí mismo, “es que uno no aprende, olvidando con inexplicable facilidad las miserias de cuantos le rodean y esperando siempre que todos saquen lo mejor que llevan dentro. ¡Pobre iluso! ¿Cuándo aprenderás?”

Entornó los párpados apenas unos segundos, suficientes para sentir dolor al comprobar que no gobernaba meramente para sentirse realizado, ni por la satisfacción del deber cumplido que le hubieron inculcado sus padres, sino que supo que en no pocas ocasiones lo hacía para que otros simplemente agradecieran su labor. Inmediatamente martillearon su cabeza algunas preguntas: “¿Seré demasiado pretencioso?, ¿Estaré aquejado del mal de los aires de grandeza que tantos otros gobernantes han padecido?, ¿Egocéntrico?, ¿Narcisista? Tal vez, pero sincero también”. Entonces evocó vívidamente la pena que lo invadía cada vez que había dado todo lo que llevaba en sus entrañas sin que nadie se lo agradeciera ni percibiese el pedazo de vida que se le había ido en el intento. Es más, recordó las innumerables ocasiones en las que después de los esfuerzos derrochados incluso lo habían tachado de déspota, de negligente, de obrar con mala fe y hacer uso de maniobreros subterfugios. Resolvió así que, independientemente de cuanto hiciera, no era sino uno más. “De hecho”, se convenció, “si supiésemos lo prescindibles que somos, sentiríamos una agonía similar a la de los cíclopes, seres mitológicos que conocen de antemano el día y hora de su expiración”. Procedió seguidamente a idear que tal vez no fuese el único que necesitaba un “gracias” a menudo y continuó autoconfirmándose que era absolutamente falso que uno no escribiera para que le contesten, que no fuese hoy anfitrión para mañana ser huésped, que no regalara para que le regalasen.Porque podremos ser más o menos detallistas, pero todos precisamos unas gotitas de cariño y de amor correspondido con cierta asiduidad. Y me vendrán algunos con lo de que se da porque se quiere y no porque se espere algo a cambio o porque sea tu responsabilidad. Pues yo no. Al menos no todos los días. Siento reconocerlo pero es así”.

Reflexionó asimismo sobre la cantidad de amigos y experiencias perdidas por el camino desde que se decidiera a ocupar el trono. No pudo sino consternarse evocando los felices momentos vividos en las academias militares junto a jóvenes notables de otras naciones, cuando todo era sencillo, pues simplemente debía ocuparse de formarse y vivir intensamente. Sin embargo, todo eso había quedado atrás y aunque era consciente de no haber modificado ni un ápice de su personalidad, se lamentó porque entendía que desde su coronación ya nadie lo veía de igual modo. Lejos quedaban también los instantes en que pasara desapercibido y pudiera pasear sin ser el centro de atención y ser reclamado para decidir sobre cuanto le rodeaba. “Todo ese malestar se compensa por la satisfacción de servir a tu imperio”, le había consolado su padre aquella ocasión en la que le sinceró sus inquietudes.

Entonces, cuando todavía se filtraban los primeros rayos del sol en su alcoba, entró su servidor de cámara y una especie de impacto helado pareció arrebatarlo del sueño en el que dudó haberse visto inmerso. “Señor, ¿se encuentra bien?, le preguntó el solícito criado. “Sí claro”, acertó a tartamudear, “simplemente estaba un poco traspuesto, proceda a iniciar la rutina de costumbre”.

Almasy©



Héroes del Silencio: "Maldito Duende"

4 comentarios:

Anónimo dijo...

De forma magistral interpreta Charlie chapli esa autoridad que manipula todo aquello que está a su alcance, que es todo.
Este interprete de la vida representa el sistema regresor de un pueblo y que hace lo posible para el descenso de las personas a los infiernos.
El personaje del dictador en no pocas ocasiones en una divinidad maléfica, que controla la vida de sus súbditos desde una posición privilegiada.
Ese Excelentísimo, ese Duce,ese Fuher,ese Hombre de Hierro han representado y,en algunos lugares, representan las tiranías, las prisiones, los cementerios y toda apertura hacia la LIBERTAD

Anónimo dijo...

Queridísimo autor:

Te tengo que hacer una pequeña incidencia ortográfica.Al final de la primera línea pones lo siguiente:
HA mi padre.Según las reglas ortográficas cuando "A" es preposición, nunca lleva "H"
Ese sueño mental involuntario se da en todas las personas que reelaboran informaciones almacenadas, pero que en la realidad se sienten imprescindibles para con los demás
Ese sueño,señor autor, te sumerge en una realidad virtual que ha sido formada por imágenes,
ambiciones, sensaciones.El personaje en sí se adentra en un mundo imaginario y él quiere ser el centro de todo.Uno se siente identificado con el sueño que está viviendo.SUEÑO cortado por el despertar.







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Almasy dijo...

Querido Agustín, estás equivocado. No es "a" preposición lo que empleo sino "ha" como expresión que significa "tiempo atrás" o "hace tiempo", del verbo haber. Almasy

MARIBEL dijo...

Se nota que Agustín no es extremeño: En los pueblos del norte de Extremadura es una expresión común, por ejemplo "ha llegado cuanto ha" o "cuánto ha que no te veo"
¡qué rico es el habla de mi tierra!

Pues en esta ocasión, o no he pillado la filosofía de tu articulo o a mí me parece que no es ni más ni menos que el sentimiento de cada persona ante sus responsabilidades; pues yo creo que hasta el que esté apretando un tornillo en una cadena de montaje, siempre podrá hacer su trabajo con amor o con desgana. Y si lo hace con amor puede ir movido por múltiples motivaciones, unas veces más altruístas y otras, más mundanas; pero creo que todo ser humano independiente del puesto que desempeñe en la vida necesita unos ideales que le hagan levantarse cada mañana, si no... mal le va.
Un abrazo.

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