viernes, 11 de abril de 2008

23. El abuelo Cebolleta


     
     En todos y cada uno de nosotros anida un abuelo Cebolleta de esos que rememoran ocasionalmente el pasado con nostalgia y hoy ha llegado mi turno. No me atrevería a sentenciar como Manrique que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero sí más romántico en muchas ocasiones por lo laborioso que era la consecución de un final feliz. Y me voy a referir fundamentalmente a las vivencias que los treintañeros entre los que me incluyo tuvimos ocasión de experimentar. Años luz eso sí en materia de dificultad de las de nuestros padres y/o abuelos básicamente porque, como me insiste acertadamente mi sesentón progenitor, ellos no vivieron, sobrevivieron.
     El catálogo de experiencias que han sufrido cambios radicales es infinito, si bien me referiré estrictamente a tres de las que dejaron mayor huella en mi retina:

1. VIAJAR EN COCHE

     Considero que antiguamente no viajábamos en coche, nos aventurábamos. El auto familiar, por ejemplo en mi caso, era un Renault 7 (“Culo Pollo” lo llamábamos), lo que traducido a trayecto significaba Madrid-León en 5 horazas enteras y verdaderas. Se hacían necesarios por tanto los pertinentes bocadillos, un repertorio de canciones “excursioneras” y al menos un par de paraditas de rigor para aligerar vejigas. Me llamaba la atención especialmente la cuidada seguridad de los coches de antaño: cinturones exclusivamente delanteros, los de atrás a joderse tocan y a amarrarse a las cinchas sobre las puertas. El resto del equipamiento también era espectacular: frenos “ahí va ese”, cierre totalmente descentralizado y elevalunas tope manuales. Los coches de ahora tienen 200.000 ó 300.000 airbags (consultar catálogo), cuadrigas de caballos y toneles de cilindros. Sin embargo, los viajes, aunque más cómodos, son más aburridos y seguimos matándonos en la carretera como nunca.

2. QUEDAR CON LOS AMIGOS

     Es frecuente escuchar en boca de todos los que han mamado el teléfono móvil desde pequeños que te pregunten: “¿Oye, y cuando no había móviles, cómo quedabais?” Pues créanme que lo hacíamos, y sin tanta parafernalia. Antes se quedaba “donde siempre” o como mucho tirabas del telefonillo del colega en cuestión para que bajara. Incluso si tu balcón quedaba a tiro del amiguete de turno no era extraño hacer uso del grito a lo Tarzán: "¡Enriqueeeeeeeeeee, bajateeeeeee yaaaaaa!" No hacía falta más. Ahora son precisos 7 mensajes y 10 llamadas perdidas previas que muchas veces no sabes cómo interpretar. Y encima la gente sigue perdiéndose y llegando tarde a los sitios. Afortunadamente las señoritas “Batería” y “Cobertura” se encargan de darle el necesario puntito de improvisación y espontaneidad que cualquier quedada debe tener. Supongo que para solucionarlo a algún ingeniero cabezón se le ocurrirá, en apenas unos meses, que salgamos de casa pertrechados de un GPS unipersonal que ubique a nuestra pandilla en las coordenadas precisas: “quedamos en los 37 grados 15 minutos latitud norte y en los 55 grados 34 minutos longitud este, ¿vale?”

3. EUFEMISMOS Y VACUA CORRECCIÓN

     No me cabe ninguna duda de que asistimos al momento de la historia en el que recurrimos a un mayor número de eufemismos y sentencias políticamente correctas, aunque en el fondo sigamos siendo más falsos que Judas y más brutos que un arado. Hemos dejado, por ejemplo, de “estirar la pata” para decantarnos por “fallecer” o “pasar a mejor vida”, como si alguien hubiese ido y regresado del “Más Allá” para verificar que efectivamente criando malvas se vive de puta madre; ya no estamos “gordos coma una foca”, sino “fuertes” o a lo sumo “obesos”, que suena como a beso grande o portugués, y sobre todo hemos sustituido nuestro tradicional “estoy hasta los cojones” por el manido “estoy estresado”, como si cada vez que anheláramos alcanzar cierta sofisticación precisáramos de algún anglicismo. Y el colmo es que incluso ya no podemos “morirnos como nos dé la gana”, ahora se lleva lo de “perecer con dignidad” y “luchando hasta el último momento”. ¡Con la pereza que da!

     Sin embargo, después de todo lo apuntado y de la repentina morriña que me invade y que he sacado a pasear, no puedo sino aferrarme al presente y mirar hacia el futuro. Eso sí, siempre teniendo muy presente mi AYER para aquilatar convenientemente cuán afortunado soy HOY. De hecho, afirmar que la historia “no me gusta” o “no me interesa” debería estar prohibido por Ley Orgánica cuando menos, pues tales sentencias nos convierten automáticamente en los seres más paletos sobre la faz de la tierra.

Almasy©



QUEEN: "Bohemian Rhapsody"

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues si. Nosotros nos metíamos 6 en un seiscientos y viajábamos doce horas para llegar a Galicia, por ejemplo. Si fuera ahora, "ni de coña" caben 6 en un seiscientos. ¡Es un coche grande y siempre hay protestas cuando van cuatro! Nos hemos vuelto más "refinados", más cómodos. Y quedábamos, claro que quedábamos.

A ti sí te gusta la historia, lo sé.

Besos. María

julio dijo...

Pues yo añoro esos viajes en tren en los que te daba tiempo de leer "Guerra y Paz" y esas carreteras sin circunvalaciones que te permitían que aunque repitieras el viaje nunca fuera igual.

Anónimo dijo...

23 ENTREGAS... ya son unas cuantas eh?. Tengo que admitir, una vez más, que tienes razón, cada vez somos más refinados y nos gusta más la comodidad. Si que es cierto que nos pasamos con lo de "refinados". Ahora se queda por móvil o por msn. Estamos llegando a tal punto que dentro de poco seremos unos inútiles y no sabremos hacer nada por nosotros mismos, ni desenvolvernos solos en una sociedad totalmente tecnológica. Digamos, que se han perdido ciertos valores. ¡Un saludo y buen fin de semana!

Anónimo dijo...

Por cierto. Un puntazo QUEEN señor Jaime XD.

Anónimo dijo...

Una gran cosecha de artículos como me gusta llamarlos a mí. Sí, el abuelo Cebolleta tiene mucho que ver en lo que tenemos hoy día.Yo entiendo por el Señor Cebolleta todo el pasado que eá dando origen a lo que hoy día tenemos
Añoro con nostalgia el pasado porque no había depresiones, la gente era más conformista,no había tantas ambiciones,éramos más felices porque nos conformábamos con muy poco.Esto no quiere decir que lo que tenemos hoy día esté mal.
Yo, en mi juventud era más feliz con un seiscientos que hoy día con un Mercedes.Hay que darle gracias al Señor Cebolleta porque sin él , hoy no tendríamos lo que tenemos.Dijo EDUARDO

Anónimo dijo...

Desde el punto de vista más profundo, lo que representa el Señor Cebolleta es el pensamiento filosófico y metafísiso del ser humano en su evolución hacía la consecución total de la felicidad del ente en cuanto ente
El sentirse identificado con el Señor Cebolleta es un privilegio connotativo de muchas virtudes y afanes de superación.Dijo SARA

Anónimo dijo...

Aunque me coge mas joven... Dire que conoci el seiscientos de mi abuelo, en el que las excursiones a Navacerrada eran toda una odisea

Epoca premovil, claro que quedabamos, a golpe de telefonillo, ya que siempre se quedaba a la misma hora y el que vivia mas lejos hacia la ronda de llamadas jeje

En cuanto a las expresiones... ya se sabe, buscamos el quedar siempre lo mas finos posible, a veces rozando la pedanteria

Asi que concluire con un que le den por culo al movil y que vengan los lenguages del pasado coño

un abrazo profe. Javier

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