Se para frente al espejo
y se contempla. Sonríe. Fija su vista en los zapatos. Tan elegantes como
seductores. Finos adelante y con el taconcito perfecto atrás. Afuera suenan las
campanas de las nueve. Apenas una hora para salir a bailar. Y luego lo que se tercie.
Hubiera querido ser simplemente una bailarina, pero con eso no se come. Madame
Bernadette siempre acierta con el vestuario de las chicas. No hace ni tres
meses de aquel cancán imposible que volvió locos a propios y extraños. Los viajantes decían que no lo habían visto en
ninguna otra ciudad europea. Y ahora estos deliciosos zapatitos. Las enaguas
todavía están húmedas. Tender la ropa junto al Sena tiene estas cosas. Pero no
le importa porque en el salón acostumbra a hacer un calor de mil demonios. Ya
se va haciendo a la gargantilla de satén nueva. Tiempo le ha costado. El pelo
recogido y con abundante fijador, a punto para el último retoque antes de que
la llamen a escena. Ser la bailarina principal tiene sus ventajas. Dispone de
un dormitorio que no comparte con nadie. Solo ella puede verse reflejada en un
espejo de cuerpo entero. Aunque hoy parezca que únicamente relucen sus zapatos
nuevos. Los contempla desde todos su ángulos. Se aproxima y se aleja. Gira. Se
alza sobre sus puntas y a continuación sobre los talones. Da pequeños saltitos
comprobando si el aterrizaje es seguro. La alfombra amortigua cada movimiento.
Sobre las tablas será otra cosa y no quiere sorpresas innecesarias. A última
hora acostumbra a sentarse unos instantes sobre un pequeño diván y respira
profundamente hasta en tres ocasiones. Para bailar no lo necesita. Solo para lo
que viene después. Si se esfuerza, si trabaja duro y le acompaña la suerte,
algún día pueda ser primera bailarina en “Le Moulin”. Allí las bailarinas solo
bailan. No hay después. Y eso que Madame Bernadette las trata bien. Siempre
tres comidas diarias y lencería limpia para las noches de función.
Habitualmente seis semanales. Hasta doce cuando arrecian los turistas. Un lunes
libre al mes y generosas propinas cuando los clientes consumen por encima de la
media. Además, les prohíbe planchar para evitar accidentes. Hay que cuidar el
género.
Ya suena ruido abajo.
Pronto darán las diez y empezarán las cuentas atrás de unos y otros. Toca
ultimar detalles. Para bailar. Para lo de después.
Almasy©
Roxanne: BSO MOULIN ROUGE
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