sábado, 28 de noviembre de 2015

242. La entrevista


(Sala de espera. Tras una cristalera se atisba un panel japonés que impide contemplar el interior de un despacho. Un hombre aguarda tranquilo. Otro entra acelerado. Ambos trajeados y con maletín).

(Hablando para sí en voz alta)


-Tranquilo, ocho y veinte, todavía te sobran diez minutos.


(Al tiempo que se sienta, reparando en que hay otra persona)


-Buenos días. 


-Buenos días. 


(Silencio)


-Fíjese, creí que no llegaba y al final me han sobrado diez minutos.


-En fin, ya sabe lo que dicen.


-Pues no... ¿qué dicen?


-Que a estos sitios conviene personarse al menos con treinta minutos de margen. No solo para llegar tranquilo sino porque los jefes están muy pendientes de estos detalles.


(Silencio)


-¿También viene usted por lo de la entrevista?


-En realidad yo simplemente vengo a la confirmación oficial.


-¿Así que ya le han dicho que le contratan?


-Prácticamente.


(Silencio)


-¿Sabrá entonces qué tipo de preguntas hacen?


-Más que preguntar observan y aguardan el error.


-¿Observan...?


-Lo primero el vestuario. Usted, por ejemplo, se ha decantado por un traje gris con camisa blanca y corbata negra lisa. Es evidente que no quería arriesgar. Ha jugado sobre seguro. Eso agradará a los directivos más conservadores. La mayoría, no cabe duda. Pero no ha pensado usted en los más jóvenes: los hijos del presidente de la compañía. Son chicos educados en París, viajados por todas las capitales europeas, amantes de las últimas tendencias de moda. Debería haber incluido algún guiño para estos. Tal vez unos zapatos más atrevidos.


-Vaya, no sabía... ¿y el maletín qué le parece?


-Correcto, aunque se percibe a la legua que lo trae vacío. Si se apura tal vez le dé tiempo a meterle algún periódico para disimular. En el hall de la entrada creo haber visto alguno.


-Gracias... pero... ¿y si bajo y justo me llaman?


-No se apure, yo respondo por usted. Les puedo decir que se ha acercado al aseo un momento.


-Ya... pero… ¿no cree que eso denotaría nerviosismo por mi parte?


-De ninguna manera. Todos necesitamos ir al aseo.


(Silencio tenso)


-¿Ni siquiera una pregunta, solo observan?


-Y aguardan el error, no se olvide. Sobre todo aguardan el error.


-Pero es ridículo. Así no hay manera de determinar cuál es el aspirante idóneo.


-No los subestime, ellos siempre la encuentran.


-¿Usted cree? ¿Simplemente observando sin más?


-Y...


-¡Sí, ya sé, aguardando el error, no me olvido! ¿Pero qué error? ¿De verdad considera que se puede descartar a un candidato por el color de un traje o el relleno de un maletín? ¿Usted cree que un empresario en su sano juicio se arriesgaría a perder un trabajador que podría resultar fantástico simplemente observando y esperando no se sabe qué error?


-Bueno... ellos sabrán... ¿no…?

Almasy© 


BSO Réquiem por un sueño

martes, 3 de noviembre de 2015

241. Tomates (nº 3 serie de microrrelatos)


Es triste, pero cuando voy al supermercado los tomates ya no me miran con la frescura de otro tiempo. Tampoco me hablan, y el caso es que respetaría que lo hicieran en una lengua desconocida para mí, pero lo cierto es que no mutan palabra. Ya no me piden que los embolse con mimo, como antaño, cuando los más maduros me insistían en que corrían peligro. Ahora sencillamente lucen brillantes pero fríos. Todo el año, un mes detrás de otro, desoyendo a las estaciones. Está visto que los tomates de ahora no son como los de antes.

Almasy© 


AMARAL: "Llévame muy lejos"