Hay días en los que me levanto enérgico, optimista, creyendo que se puede cambiar el mundo, confiando en que la suma de buenas intenciones somo puede traernos un futuro más dichoso y prometedor. Supongo que esos días se impondrá mi niño, el Peter Pan que no me abandonará nunca, el educador que se resiste a que la esperanza penda de un solo hilo, el romántico que se equivocó de siglo.
Sin embargo, cada más veces empiezo a levantarme gris, de vuelta de casi todo, y es que no son pocas las muescas en el revólver que luce en mis cartucheras -más voluminosas si cabe después de las Navidades-. Precisamente sucesos como los asesinatos de los periodistas de Charlie Hebdo me hacen sentir así. Casi no he leído nada, no he escuchado más que lo justo y necesario y la televisión de mi hogar en el último lustro apenas conoce ora Clan TV, ora Disney Channel. Y sin embargo creo que no me hace falta ninguna para saberlo todo. Sin el menor atisbo de modestia por mi parte creo conocer todos y cada uno de los pasos a seguir, de las opiniones a manifestarse, de las filias y las fobias que nos rondarán.
Aventuro algunas semanas de psicosis en la que todo lo que tenga que ver con la babucha y la chilaba serán objeto de escarnio. No faltarán los paletos de turno que apelarán a la defensa de la cristiandad para expulsar desde al dueño del Kebab del barrio al obrero de la construcción que cada cierto tiempo se tira cuerpo a tierra en la obra y reza hacia Dios sabe dónde y Dios sabe qué. También levantarán la voz los de la cuadrilla de los comunistas reconvertidos en socialdemócratas, quienes desde su Iphone 6 con tarifa de datos tuitearán que la culpa es de Occidente, que ha alimentado un monstruo incontenible que ahora será difícil de aplacar.
Curiosamente la prensa, colectivo del que formaban parte las víctimas, se frotará ojos y estilográficas, pues sin comerlo ni beberlo ha encontrado un filón con el que rellenar portadas y telediarios durante las próximas semanas. Incluso la publicación concreta de la que formaban parte, en el caso de continuar su trabajo, alcanzará ventas históricas en los próximos números. Y si no al tiempo.
No faltarán las concentraciones de repulsa en plazas e instituciones donde se oigan manifiestos y opiniones de toda índole y condición. Como si las concentraciones -y en este sentido rozo cada vez más el escepticismo supremo- pudieran dar respuesta a según qué situaciones o dar la vuelta a una tortilla que por uno de los lados ya se ha quemado. En el caso de España concretamente los habrá incluso que esgriman desde que el atentado tiene que ver con el acuerdo de las Azores de Aznar hasta que la culpa no es sino de Zapatero y de su quimérica alianza de civilizaciones. Eso sin mencionar los que alegarán que barbaries de este calibre con Podemos no tendrían cabida de ninguna de las maneras, pues para perpetrar cualquier atentado terrorista se exigiría como mínimo una comisión asamblearia que lo respaldase en referéndum.
Veremos funerales de estado, detenciones varias -seguramente hasta más de la cuenta-, espero y deseo que ninguna muerte más, alarmas por doquier: esa mochila abandonada en el metro, tal vez aquella bolsa en el autobús, quién sabe si ese sospechoso del abrigo ingresando en el aeropuerto, para que progresivamente -cruzo los dedos y rezo a todos los Dioses en los que no creo- las aguas vuelvan a su cauce. ¿Hasta cuándo?
Almasy©
Almasy©
"Imagine" (versión del tema de John Lennon)
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