(Residencia de la tercera edad. Un anciano ingresa en una habitación a oscuras. Otro parece dormir. Musitando).
MELQUIADES: ¿Dónde la tienes viejo cabrón? ¿Dónde la has puesto? No te saldrás con la tuya, viejo chocho. ¿Dónde vas a ir tú con ella? Te viene grande. Lo mismo hasta te da algo. Si en el fondo vas a agradecer que te la robe. Prácticamente es por tu bien. Vamos, Melquiades, piensa. ¿Dónde la guardarías tú? Claro que yo no soy él. Soy mucho más listo. Piensa en tonto, Melquiades, piensa en tonto y acertarás. En el sitio más obvio. Ahí la ha guardado seguro. No le da para más a este pobre diablo. Si ya se sabe que donde no hay mata no hay patata. En un frasco, en un pastillero. No puede andar muy lejos. Aquí no, aquí tampoco. Vamos Melquiades, tú puedes. Este vejestorio no puede salirse con la suya. Sería un desperdicio. Dudo hasta que la vaya a usar. La tiene para presumir en las partidas de cartas. Y en el cine de los domingos. Y en los paseos por el jardín. Y delante del atajo de viejos ignorantes de su pueblo. A buen seguro que les dirá: “pues yo en la residencia tengo una y en cuanto me dé la gana la uso y me quedo como un señor”. Pero todos sabemos que no va a usarla. No tiene cojones. Hay que ser muy hombre para atreverse. Es tuya, Melquiades, solo puede ser tuya. Te la mereces. (Ronquido) ¿No me estarás escuchando, viejo cabrón? ¿Duermes, verdad? Vamos, vamos, tiene que estar cerca. A ver aquí… joder… aquí hay muchas, pero no, no tienen su tacto. Reconocería su forma entre un millón. Ni siquiera me hace falta contemplarla. ¿Qué cojones es esto? Este cabrón cierra la ventana a cal y canto. No veo nada. Parece una… Parece una… una urna. ¡Hostias, las cenizas de su mujer como poco! El caso es que no. Suena algo solitario en su interior. Tal vez sea… tal vez… ¡¡¡Sí!!! ¡Es ella! ¡Es ella! ¡Es mía! ¡Es mía!
HONORATO: ¡Quieto parao´Melquíades! ¡Como no la sueltes te saco las tripas aquí mismo!
MELQUIADES: ¡Joder, qué susto! ¡Va Honorato, va! ¡No me jodas! ¡Tú no la quieres para nada! Los dos sabemos que no la vas a usar.
HONORATO: Cierto, pero es mía. El doctor Mínguez me la regaló cuando murió mi esposa y no pienso desprenderme de ella.
MELQUIADES: Viejo tarado. Si la tienes en la urna de las cenizas tu mujer. ¿Qué hiciste con sus restos? ¿Te los fumaste?
HONORATO: No es asunto tuyo. Sal de aquí ahora mismo o llamo a las enfermeras.
MELQUIADES: Tú no lo entiendes Honorato. Yo la necesito. Quiero volver a sentirlo una última vez. Volver a sentirlo, ¿entiendes?
HONORATO: Me importa tres cojones lo que quieras volver a sentir. La princesa azul no sale de mi habitación.
MELQUIADES: Vamos, Honorato, por los viejos tiempos.
HONORATO: Te he dicho que no.
MELQUIADES: ¿Qué tal un intercambio? Seguro que podemos llegar a un acuerdo. Solo tienes que decirme lo que quieres. ¿Mi colección de relojes acaso? ¿El autógrafo de Di Stéfano? ¿Mi transistor? ¿El postre de cincuenta sábados? Vamos, habla. Algo tiene que haber.
HONORATO: Quiero una foto de tu hija. De la mayor. La que solo viene a verte en Navidades.
MELQUIADES: ¿Cómo dices?
HONORATO: He dicho que quiero una foto de tu hija a cambio de la princesa azul.
MELQUIADES: ¿No hablarás en serio, viejo salido? ¿Para qué cojones ibas a querer tú una foto de mi hija?
HONORATO: Eso no es asunto tuyo.
MELQUIADES: ¿Cómo que no es asunto mío? ¿Me pides una foto de mi hija y no es asunto mío?
HONORATO: ¿Hay trato o no hay trato? ¿Princesa azul por foto?
MELQUIADES: ¡Vete a tomar por culo, viejo tarado! ¡Estás loco! ¡Estás loco y un día de estos me vas a encontrar! (Sale de la habitación).
Almasy©
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ANDRÉS SUÁREZ: "Rosa y Manuel"
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