Pongamos que entramos en el suburbano
de Madrid –popularmente conocido como metro– a eso de las 10 in the morning. Una hora no precisamente
punta pero sí lo suficientemente afilada como para perpetrar una radiografía de
la fauna que habita en lo que podríamos llamar “el vagón tipo”.
Pese a no toparnos con el tumulto de
unas horas antes, lo primero que nos sorprende es el tufillo característico de
este transporte. Así como a mina revenida. No en vano nos encontramos bajo
tierra y por estos lares no se prodigan los efluvios florales. De hecho, al
tradicional eslogan publicitario acuñado por la Comunidad para notificarnos las
excelencias del suburbano capitalino: “Metro
de Madrid, ¡Vuela!”, bien podríamos añadirle un “¡… y huela!”. Mas centrémonos en el asunto que nos ocupa hoy, que
no es la flora sino la fauna del medio en cuestión. Pues bien, entre esta última
a buen seguro que hacen acto de presencia, espécimen arriba, espécimen abajo:
a) El viejo verde.
Ese que aprovechando cualquier atisbo de masa arrejuntada le arrima la
cebolleta a alguna fémina.
b) El lector. Que
parece devorar los libros, ávido de letra y más letra, apurando el capítulo no
sea que no le dé tiempo a concluirlo antes de que llegue su parada.
c) El lector del lector. Al que parece habérsele olvidado su lectura en casa y se tiene que
conformar con echarle un vistazo a la que porta el viajero a su vera. Al
descuido, por el rabillo del ojo, articulando el cuello de manera que pueda
alcanzar su objetivo sorteando el hombro de su víctima.
d) La maquilladora. Esa que ha apurado el sueño hasta el último segundo y tiene que
ornamentarse el careto durante el viaje. La tía tiene una práctica de cojones,
pues pese al traqueteo y los empellones que pueda propinar algún maquinista
inexperto, se perfila los güellos como si de un delineante se tratase.
e) El melómano.
Distinguiendo aquí al avaro, que solo quiere su música para él y se coloca unos
cascos que impiden al resto disfrutar de sus piezas; y al generoso, que anhela
compartir con el resto de los mortales su currada selección de temas y opta por
accionar la función altavoz de su reproductor para deleite de los presentes.
f) El dormilón. Que
extiende sus horas de descanso trocando confortable lecho por rígido asiento
sin titubear un instante al tiempo que desarrolla un sexto sentido para no
pasarse jamás de los jamases la parada que le corresponde.
g) El tarado. Que
habla solo y frecuentemente fomenta la bronca increpando a propios y extraños.
Se le reconoce porque la gente lo evita y suelen quedar asientos vacíos a su
lado.
h) La pureta enlacada cortinglesera. Que tras asestarle un aldabonazo mortal a la tarjeta de
crédito del marido que se resiste a jubilarse, te pone ojitos tiernos para que
le cedas el asiento.
i) El estudiante. Que
despliega su artillería de apuntes y manuales de camino a clase como si se
encontrase en una biblioteca. “Repasa en casa, cabrón, que no me dejas sitio
para airear las gónadas”, apetece soltarle.
¿Se animan a completar el zoo?
Almasy©
El príncipe gitano: "In the ghetto"
(Aunque atendiendo al inglés que me gasta el tipo, bien podría ser In the metro)
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